Compañía Estévez & Paños

Fecha: 27 de agosto de 2022. Lugar: Sala principal del Baluarte. Programa: “La Confluencia”. Coreografía de Rafael Estévez y Valeriano Paños, (premio nacional de danza 2019), sobre músicas diversas. Público: algo más de media entrada (26 y 36 euros).

La velada de la compañía “Estévez / Paños” vino precedido por la triste noticia de la muerte de Manolo Sanlúcar. La presentadora, Cristina del Rey, hizo una breve semblanza de lo que ha supuesto el gran guitarrista para el flamenco, y para la música en general, porque Sanlúcar ha sido faro y guía de los guitarristas en los últimos tiempos. Descanse en paz.

“Confluencia” es un espectáculo muy ambicioso que recorre, a través de la danza, fundamentalmente flamenca, –(pero no sólo)-, otras danzas de la geografía española. Danzas y estilos, claro. En los zapatos de los cinco formidables bailarines cabe de todo; se tocaron varios palos del flamenco –bulerías, sevillanas, cañas, tonás, cantes de ida y vuelta…-; y, sin solución de continuidad, se apropian de la jota aragonesa –(aflamencando, incluso, “El Ebro guarda silencio al pasar por el Pilar”)-, de la jota navarra o castellana, de las sosegadas ruedas con pañuelos de diversos folclores; de la zarabanda; y del romance. El romance, que tanta importancia tiene en el mundo gitano y flamenco y que pocas veces se aborda. 

El baile de toda la compañía es preciso, de inusitada fortaleza, con un taconeo tenaz, giros espectaculares, y cuadrando, cuando quieren, una simetría perfecta. A la estética, digamos que, canónica del baile flamenco, aportan una estética propia, fundamentalmente en brazos y manos, -muy volantes-; y una gestualidad un tanto libertaria, que, a veces, solivianta los cuerpos, y otras está llena de ironías: del ballet clásico, por ejemplo. Con esos mimbres excepcionales de técnica y aguante físico, la compañía aborda en “Confluencia”, una narración que va acumulando estampas y sensaciones tan diversas, que, algunas de ellas, pasan sin que lleguemos al fondo del asunto. Todo se desarrolla en un alto nivel de tensión dancística, pero, quizás, al conjunto de la propuesta le falte un hilo conductor claro, o una mejor explicación de algunos pasajes. Todo se salva con la siempre danza rotunda. Pero disfrutaríamos más si supiéramos algunos argumentos. Por ejemplo, al público, que apenas conoce el Romance del Conde Sol, -( al cantaor no se le entendía la letra)-, se le escapan los amores entre el conde, que se va a guerrear, y la fidelidad de su amada, que le espera y le busca durante años, le encuentra a punto de casarse con otra, y el conde la reconoce por el vestido verde que le regaló, desmayándose…; y no entiende muy bien la representación, con estupendos pasos a dos, no sin un punto de sarcasmo al estilo de la danza clásica. Por el contrario, Estévez toma el micrófono y explica qué es una zarabanda y por qué estuvo prohibida, y los bailarines la ejecutan exagerada y espléndidamente; y se disfruta más y se justifican los espasmos de la coreografía. En este tramo, por cierto, el guitarrista pasa de la guitarra flamenca a la clásica, y viceversa magníficamente. Hay pasos arriesgados, elevaciones, y abundantes plantes conclusivos francamente bien hechos. Hay cuerpos que se doblan como guiñapos, citas a los maestros, como el trote a caballo con el compañero en la grupa; y gran variedad de asimetrías buscadas que siempre vuelven a la disciplina. Todos son buenos; pero hay que señalar el baile de Estévez, con su cuerpo corpulento y toneladas de ritmo que, a veces, surge sin apenas moverse; es emocionante. Y, como contrapunto, el virtuosismo de Paños, su fluidez, sus registros varios. Todos partiendo de una masculinidad capaz de cambiar y suavizarse sólo con ponerse un pañuelo en la cabeza. Mención muy especial al percusionista que ofrece sonoridades nuevas; y al cantaor que cumplió.