La pintura y la fotografía se dan la mano en la exposición que inauguraron el pasado viernes 23 en La Fábrica de Gomas el pintor José Ignacio Agorreta y la fotógrafa Mar Mateo. Los artistas, que trabajan y crean en mundos muy distintos, han logrado unificar sus lenguajes artísticos en Dos miradas sobre la memoria, que presenta un punto de conexión: la memoria, un hilo invisible que aproxima las obras de ambos y las convierte en un conjunto. Tanto los cuadros de Agorreta como las fotografías de Mateo expresan dos miradas sobre una memoria muy personal: la de sus autores, que se convierte en esta exposición en un cruce de caminos en el que se encuentran los recuerdos de una generación que comparten. Interruptores, percheros, lámparas de habitación o mesas viejas con cajones abiertos conviven en el mismo espacio con imágenes de una bajera abandonada, una cocina o una habitación vacía. Los artistas no han trabajado juntos en sus obras, sino de forma individual. Agorreta comenzó a trabajar en estos cuadros en 2017, y las fotografías de Mateo son anteriores. Ahí reside la magia de que hayan representado, sin saberlo, los mismos elementos y la misma idea. “Son los mismos objetos los que nos mueven para desarrollar el trabajo”, explicaba Agorreta, para quien desde pequeño pintar es su “manera de estar en el mundo”. “Nos hemos juntado en esta exposición porque hay un espacio en el que nos coordinamos. La diferencia es que uno pinta y otra hace fotos, pero de alguna manera se juntan en algún sitio”, afirmó Mateo sobre esta muestra, que dialoga sobre la memoria, “cómo recordamos y qué es lo que nos hace recordar”. La exposición, tal y como está colocada, permite la lectura individual de cada obra, y a su vez se puede apreciar el diálogo entre unas y otras. Como relató Agorreta, los artistas comparten querencias por los mismos elementos y por ello en muchas obras coincide el mismo objeto, que “a cada uno, en su lenguaje, nos ha llamado”. De esa manera, a lo largo de la exposición el espectador se encontrará con similitudes entre ambos trabajos: un interruptor parecido en dos obras o el mismo tipo de lámpara, entre otros. En sus palabras, “es lo mismo con distintos lenguajes”. Para Mateo, esta misma línea narrativa se debe a que “hay una energía que une” a algunos artistas. “Los dos estamos buscando y recogiendo en la memoria resortes que nos hagan recordar”, añadió la fotógrafa. Sin embargo, la intención no es ofrecer una mirada nostálgica del pasado. “Simplemente, quiero constatar que esto es lo que había y me apetece acudir a ese momento, teniendo claro que vivo en el presente y tengo que seguir adelante”, manifestó Agorreta. “Pero el José Ignacio que soy es consecuencia de lo que he vivido, la obra tiene más que ver con la autoconstrucción personal”, afirmó.Ladillo

Una exposición humanista

Respecto a sus fotografías, muchas realizadas en la bajera abandonada de una agencia de transportes ya cerrada, Mateo afirmó que “hay muchos personajes que aparecen en ellas y sus fantasmas también, hay objetos que recuerdan a quien los ha usado”. Y es que la artista hace fotos de arquitectura en las que incluye a las personas sin que estén en la imagen, ya que “la invisibilidad del personaje está implícita y es mucho más sugerente”. Las obras juegan con los fantasmas, empleando luces y sombras para sugerir la presencia humana o la huella dejada por las personas en los objetos inanimados; un teléfono que alguna vez fue descolgado o un interruptor de luz que alguien usó. “En las obras no aparece absolutamente nadie, y sin embargo es una exposición humanista en la que, sin haber una persona, en todo momento se intuye a la gente que ha estado allí, porque hay una presencia humana”, convino Agorreta. Según el artista, “lo que no es evidente cuenta mucho más”. Con esa sugerencia, decía Agorreta, se consigue que sea el espectador quien acabe la historia, gracias a esa “capacidad fantasiosa” con la que es “capaz de ver muchas más cosas”. “Si se intuye que hay algo pero no se sabe lo que es, el espectador acaba el cuadro de una manera mucho más enriquecedora”, apuntó el artista. Es por eso que la exposición resulta tan valiosa para Agorreta: “La gente te cuenta cosas sobre tu propio trabajo que tú desconoces, te reconoces en lo que dicen”. Asimismo, según Mateo, “expones para que haya una comunicación, un tránsito hasta el que está mirando. Yo hago esa foto para que sea una motivación a pensar, a recordar, a que te vuelva la memoria de otra manera”. De esta forma, Agorreta y Mateo crean una poética personal con sus recuerdos, consiguiendo abrir el cofre en el que cada uno de los espectadores atesora los suyos.