El navarro Pascual García Arano, periodista afincado en Madrid desde hace años, presentó esta semana en Pamplona su última novela, Un cadáver en mi ascensor, que llega tras Delincuenciario (2020) igualmente de la mano de Ediciones Eunate.

La presentación tuvo lugar en la librería Elkar Comedias, que se llenó para escuchar la conversación que mantuvieron sobre el libro el autor y su amigo el periodista Juan Yeregui. Ambos estuvieron acompañados de la editora María Oset.

Con un ascensor dentro de la tienda, el comienzo parecía escrito de antemano: Juan Yeregui comenzó abriendo la puerta para ver si había algún cadáver dentro. Porque ese es el precisamente el arranque del libro: un técnico de Hacienda que se encuentra un cadáver en el ascensor de su casa. Tras recomendar la “divertida” lectura a todos los asistentes, el diálogo recorrió algunas de las claves del libro y de la escritura de García Arano. A saber: personajes perdedores y secundarios que nunca parecen destinados a vivir aventuras y que desde luego no tienen derecho a finales felices. También el periodismo, su lado oscuro y mercantilizado y lo necesario que es cuando se muestra tozudo y comprometido con la verdad. Sin olvidar temas como la corrupción y la manera en que algunas personas parecen salirse siempre con la suya, la memoria histórica, la repetición de eventos y la esperanza. “El libro es más optimista o tiene más esperanza que yo como autor”, comenta García Arano.

Realidad y ficción

A partir del momento en que descubre el cadáver, la vida del protagonista de esta historia se desbarata al afrontar una investigación en la que asesinatos, robos y corrupción irán sucediéndose para acercar al lector a la delirante sensación de que realidad y ficción quizá se parecen más de lo que pensamos. Junto a él, uno de “esos viejos periodistas al borde de la extinción”; un apostador profesional y Marga, una joven fotógrafa. Los cuatro se enfrentarán hasta el final –sin placas ni pistolas pero cargados de principios e ingenio– a los siniestros planes de una organización criminal vinculada a la extrema derecha.

Un cadáver en mi ascensor pivota entre el humor, “negro”, y la realidad, “cruda”, con el objetivo de “congelar la sonrisa” de los lectores”: “Te sorprendería saber cuántas de estas cosas ocurrieron en realidad”, advierte su autor.