El Bosque de Oma, que a mediados de los 80 Agustín Ibarrola pintó cerca de su casa, en el Valle de Oma, en Kortezubi, volverá a recuperar el color y la vitalidad perdida. Ibarrola lo vio languidecer, casi morir, pero el proyecto de traslado diseñado por la Diputación de Bizkaia de la mano de un equipo multidisciplinar liderado por el profesor de la UPV-EHU Fernando Bazeta, que cuenta con el asesoramiento del hijo del artista, José Ibarrola, ha entrado ya en su segunda y última fase de pintado y para octubre se abrirá ya al público.

 Ahora no serán 500 sino 800 los pinos que le darán forma y reflejará el sentir pleno de la composición que entre 1982 y 1985 pintó Ibarrola. Tras digitalizarlo y recomponerlo en consonancia a cómo Ibarrola lo ideó, la nueva ubicación permitirá verlo renacer. En el conjunto planteado se están reproduciendo las composiciones pero todas respetando el entorno, similar al que hasta ahora albergaba la obra primigenia, y el “capricho” de los árboles y su composición está haciendo el resto. La elección de las ubicaciones, las orografías, las perspectivas y el diálogo entre árboles han sido estudiados para que permitan trasladar las composiciones lo más minuciosamente posible para respetar al máximo la obra de Ibarrola. 

Creado en 1984 por Ibarrola, el Bosque de Oma tuvo que cerrar en 2019 al verse afectados los árboles por una enfermedad propia de los pinos, provocada por un hongo y que se conoce como banda marrón. Ahora, este espacio que aúna arte y naturaleza, renace en un pinar de Urdaibai de 13 hectáreas próximo al original de 3,5Allí se han pintado los primeros 14 conjuntos que conformaban la primera fase del proyecto creativo del Bosque de Oma. Y ahora, durante esta segunda, se está procediendo a pintar otros 19, en un proceso que ha comenzado este mes y que estará concluido a finales del verano. 

33 conjuntos y 800 árboles

Ibarrola decidió crear esta obra de arte, que se sumerge en el land art, una corriente creativa surgida a finales de 1970 que huye de los museos para trasladar el arte a la naturaleza, utilizando el mismo paisaje como un gran lienzo al alcance de todos. Así, el artista vasco creó un sorprendente universo de formas y colores que se materializó en 47 figuras que nos invitaban a un sugestivo juego visual, a una experiencia sensorial única en un espacio clave de la cultura no solo vasca sino internacional. Hasta que los pinos enfermaron y el rápido y virulento desarrollo de la enfermedad provocó numerosos daños en los pinos de Euskadi y en el ecosistema en general. El bosque de Oma tampoco se ha librado de ella. 

Dividido en 33 conjuntos, el nuevo bosque contará con 800 árboles en un recorrido artístico de más de un kilómetro. Tendrá menos conjuntos, ya que antes tenía 47, pero contará, cuando se termine la obra, con más árboles pintados. El proceso del pintado se podrá ver in situ durante unas visitas guiadas con reserva previa llamando al teléfono 94 465 16 57. “No se podrá acceder al bosque por libre, sin haber realizado una reserva previa”, ha insistido en todo momento la diputada de Euskera, Cultura y Deportes, Lorea Bilbao.

En el proceso de pintado se utiliza pintura inocua y se ha buscado respetar además el mismo tipo de pintura que utilizó el artista. Para disponer de la composición exacta, ya fuera de los canales de comercialización, ha sido necesario contactar con una firma comercial que ha elaborado dicha mezcla de forma exclusiva para este proyecto. “La complejidad del proyecto ha requerido la implicación de diversas áreas de conocimiento para que cada una, desde su experiencia, lo aporten y lo enriquezcan. El equipo multidisciplinar ha comenzado de nuevo a trabajar en Oma, sobre el terreno, para dar continuidad al proceso de pintado y lo hará durante los próximos meses hasta completar el trabajo”, asegura Lorea Bilbao.

La familia del artista, satisfecha

“Lo dije cuando comenzó la primera fase de pintado, pero lo vuelvo a repetir, para la familia es una gran satisfacción que se recupere el bosque porque estaba muy mal y después de este año y estos días de viento está todavía peor. Ver que va a tener una gran vida es una gran satisfacción. Además, se van a recuperar tres conjuntos que habían sido talados a finales de los 80, que eran muy significativos, no solo desde el punto de vista conceptual con respecto a la obra de Agustín y lo que supuso en el inicio de su trabajo, sino que eran también fruto de una reflexión sobre la actualidad. Hay uno que se llama La amenaza nuclear y es curioso como hoy, muchos años después, seguimos hablando de amenazas nucleares”, según José Ibarrola.

El artista e hijo de Agustín Ibarrola cree que “el proceso va muy bien. Es muy difícil trasladar unas pinturas tan complejas, no solo porque el bosque está vivo, es una migración compleja porque los árboles nacen donde quieren. Mi padre, a veces, usaba esas anomalías, por ejemplo, dos pinos que nacían casi juntos, unas ramas mal podadas... Encontrar unos pinos que tengan esas mismas características es difícil, hay un factor de interpretación que creo que dificulta estas cosas, Pero hasta ahora tengo que decir que tanto la elección de los lugares donde están los distintos conjuntos como la pintura en los árboles recoge muy bien no solo el espíritu, sino la manera de hacer de mi padre”, concluye José Ibarrola.