CONCIERTO DE ALEJANDRO SANZ

Fecha: 03/06/2023. Lugar: Navarra Arena. Incidencias: Lleno, once mil trescientas personas. Más de dos horas de actuación en el primer concierto de la segunda parte de la gira de Alejandro Sanz.

Se había vertido en las últimas semanas una serie de informaciones extra musicales que hicieron que el nombre de Alejandro Sanz apareciese de nuevo en los medios. En estos tiempos, hay que desconfiar de este tipo de noticias, que, por otro lado, de ser ciertas solo deberían interesar al protagonista. En cualquier caso, quién sabe si por estos o por otros motivos, el propio artista lanzó un comunicado en sus redes sociales en el que afirmaba no encontrarse anímicamente bien. Durante unos días se temió por la cancelación del concierto de Pamplona. Rápidamente, la promotora confirmó que la actuación se celebraría según lo previsto y las más de once mil personas que iban a abarrotar el Navarra Arena respiraron aliviadas.

Desde luego, un concierto de Alejandro Sanz no es cualquier cosa. Hablamos, posiblemente, del último gran artista nacional que triunfa en todo el mundo a la manera de Julio Iglesias o Raphael. Intentar glosar sus estratosféricas cifras de ventas, sus apabullantes números o el sinfín de récords que ha pulverizado llenaría todas las páginas de este periódico y no terminaríamos, así que, como en el mundo habrán pasado más cosas que también merecen su espacio en estas páginas, nos limitaremos a los aspectos estrictamente musicales, que son los que nos incumben.

El concierto comenzó con una introducción a cargo de la banda, formada por diez excelentes músicos, que interpretaron un popurrí de algunos de los estribillos más célebres del madrileño. Cuando terminó, el cantante emergió sobre una escalera mientras interpretaba No es lo mismo, a la que siguió Lo que fui es lo que soy, más rockera que la que incluyó en su primer álbum. En cuanto al montaje escénico, el espectáculo no decepcionó: escenario enorme, pantallas gigantescas con proyecciones o imágenes de la actuación, muy buenas luces… Por poner un pero, había momentos en los que el sonido no era del todo nítido, al menos desde la grada lateral en la que yo estaba ubicado, perdiéndose muchos matices de los instrumentistas y las coristas. En cualquier caso, eso no impidió el disfrute total del público, que mostró su total sintonía con el artista.

En el repertorio brillaron especialmente dos tipos de canciones. Por un lado, esas en las que mezcla el pop con el flamenco, donde es un consumado maestro e incluso inventor de un nuevo género, ese que creó con Corazón partío y que tantos otros han querido imitar, aunque sin tanta fortuna; incluso él mismo lo recreó posteriormente con otras piezas que también sonaron en el Arena, como Quisiera ser o El alma al aire.

Por otro lado, las baladas, que fueron con mucho lo mejor de la velada (y que posiblemente sean también lo mejor de su carrera). Canciones arrebatadas, interpretadas con voz rasgada y apasionada. Este género no lo inventó él, pero desde que lo utilizase con tanto éxito en los años noventa, hubo una legión de artistas que quisieron seguir su estela. Pero, claro, no todo el mundo tiene el talento necesario para escribir temas como La fuerza del corazón, Cuando nadie me ve o Amiga mía, por citar solo tres; eso explica dónde ha llegado uno y dónde se han quedado los otros.

En unos días en los que tanto se había dicho sobre él, Alejandro prefirió hablar solo una vez para agradecer el apoyo que le había brindado su público y decir que las habladurías que corrían en torno a él eran ruido. Pues dejemos el ruido para otros y sigamos con la música, que es lo que importa. Se despidió con pañuelico rojo anudado al cuello y entonando algunas de la mejores canciones de su repertorio: Lo ves, a piano y voz, Mi soledad y yo o Y si fuera ella. Pues eso, poco ruido y mucha música.