En 1934, el maestro catalán Antonio Benaiges llegó a Bañuelos de Bureba, un pueblo cercano a Briviesca, en Burgos, para dar clase en la escuela local. Durante dos años, el joven enseñó a las niñas y a los niños a través de los libros, pero también de la imprenta, del gramófono, la fotografía... Y les prometió el mar. Les dijo que se lo mostraría en verano de 1936. A punto estaba de cumplir su promesa cuando se produjo la sublevación y golpe de estado militar y le detuvieron cuando iba a recoger a sus alumnos para llevarlos a la costa catalana. Lo encarcelaron y lo mataron. Ahora, una obra de teatro le rinde homenaje y nos cuenta qué idea tenían aquellos estudiantes de algo que no habían visto nunca y que en ese momento se quedó en su imaginación. Esta es una obra con memoria y para el recuerdo creada por Xavier Bobés y Alberto Conejero.

El pasado 15 de julio, ‘El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca’ tenía que haberse representado en Briviesca, Burgos, pero no pudo ser. El Ayuntamiento ofreció una serie de excusas que en la compañía no les convencieron mucho y que finalmente interpretaron como censura.  

–Tres semanas antes nos comunicaron por teléfono que no se podía hacer. Primero, por cuestiones económicas y luego añadieron que por temas de infraestructura. En ningún momento dijimos nosotros que queríamos un aforo de 500 personas. Siempre nos adaptamos al aforo de los espacios a los que vamos. 350 estaba bien y, de hecho, se han estado haciendo espectáculos allí para ese aforo. Al final caes en una perplejidad en la que no sabes muy bien qué pensar. Son razones que no responden muy bien a una lógica sobre todo cuando llevábamos meses hablando de los costes de la puesta en escena, que es bastante sencilla; unos mínimos en luces y poco más. El desencuentro fue grande, a lo que se sumaron las cancelaciones que empezaron a producirse de otros espectáculos en otras comunidades autónomas...

¿Así que les pareció un caso claro de censura? 

–Sí, estaba bastante claro. La historia de Benaiges acontece allí. Sus mejores dos años de trabajo los dedicó a los niños y niñas de Bañuelos de Bureba, así que el espectáculo es un homenaje a él, pero también a los vecinos de la zona, también de Briviesca. Su historia estuvo silenciada durante años hasta que en 2010 llegó el fotógrafo y documentalista Sergi Bernal, que estuvo en la fosa de La Pedraza y un vecino comentó que allí había un maestro catalán enterrado. Entonces empezó a preguntar, encontró los cuadernos que algunas familias habían escondido y a partir de ahí logró dar con más información.

Una pena que, precisamente, allí no se haya podido ver una historia que tanto les afecta. Aunque, seguramente, habrá sido por eso. 

–Claro. La función se vio en el Teatro Principal de Burgos unos meses antes y gustó muchísimo. Tanto, que decidieron que tenía que verse en Briviesca... Por suerte, en octubre vamos a estar en Miranda de Ebro también, y sé que va a haber mucha gente de la zona que va a ir. También el 15 de julio se hizo una lectura dramatizada preciosa en Briviesca ante 500 personas. Esto nos dio fuerzas para seguir adelante, porque nos hizo ver que para ellos es importante. Insistimos en que este es un espectáculo documental de objetos en los que muchos de los textos que se dicen son del propio Benaiges, pero también de los niños y niñas de la escuela. Hay muchos vecinos que recuerdan esos escritos, que eran de sus tíos o de sus abuelos, y se emocionan.

Por lo que comenta, la lectura de la obra sí se pudo hacer en Briviesca, pero en otro espacio. 

–En el mismo espacio el mismo día. La Escuela Benaiges, que es una asociación, convocó una lectura dramatizada y fue preciosa. Intervinieron unas doce personas leyendo los distintos textos. Me emocionó mucho porque había un chico joven leyendo el primer texto de Benaiges. Había mujeres y hombres de distintas edades y fue muy bonito. De algo muy sombrío nació la luz y por estas cosas tenemos aun más motivación para hacer la obra. Tenemos una gira preciosa por delante, con la actuación de Olite este domingo que viene. Esto nos ayuda a cerrar este capítulo triste. Nos apetece mucho representar el espectáculo y celebrarlo en un espacio así de bonito.

¿Qué puede hacer el mundo de la cultura ante estos ataques a la libertad de expresión y de creación? 

–Mira, yo he aprendido una lección. No tengo mucha experiencia en este tipo de situaciones, pero ante la duda hay que expresarse. Al principio no entendía muy bien lo que estaba pasando; nos ofrecieron una indemnización y yo sentía que no era eso lo que tocaba. Hablando con compañeros de la profesión a los que les estaba pasando algo parecido tuve claro que nuestro trabajo no consiste solo en representar una función, sino que estamos haciendo un trabajo de memoria. La gente necesita compartir imaginarios para que la historia no se repita. Esto da sentido a lo que hacemos. Es importante generar estos espacios de encuentro y sinergias con las que podamos dar espacio a la cultura de la memoria. Además, no hay que olvidar que este espectáculo homenaje a los maestros.

¿También a los de ahora? 

–Por supuesto. Hoy en día también están luchando a contracorriente todos los días para lograr ser ese canal que permita que niñas y niños sean cada vez más autónomos en todos los sentidos. Estamos viviendo una época tan contradictoria, con tanta rapidez en los mensajes, y en la que casi todo se utiliza como si fuera algo de usar y tirar. Estamos en una encrucijada y debería cuidarse mucho más a los maestros. Nosotros aportamos nuestro granito de arena tanto para el recuerdo de los que estuvieron como el reconocimiento de los que están trabajando ahora. Después de algunas funciones hacemos coloquios y me acuerdo de que, en uno de ellos, un chaval de 13 o 14 años nos dijo que él no había vivido ni la guerra ni la dictadura, pero que necesitaba saber y entender qué había pasado. Fue muy emocionante ver que no todo está en los libros de historia, sino que los testimonios en primera persona como los que ofrecemos en este espectáculo también ayudan. Y todo en un lenguaje muy sencillo y cotidiano. De lo mas simple surge lo más verdadero.

Xavier Bobés, en 'El mar'. Redacción DNN

¿Cómo llegó a Xavier Bobés la historia? 

–Alberto Conejero compró el libro que escribieron sobre la fosa de La Pedraza Sergi Bernal y Francesc Escribano (Desenterrando el silencio). Y me lo regaló en 2015, que es cuando nos conocimos. Entonces él estaba haciendo La piedra oscura y yo estaba haciendo Cosas que se olvidan fácilmente, un montaje de objetos sobre la dictadura en España. Entonces dijimos que alguna vez teníamos que trabajar juntos. Pasaron cinco años, en 2020 volvimos a hablar, contactamos con Sergi Bernal, nos enseñó muchísimo material que tenía de archivo, con muchos textos que usamos en escena, conocimos a la nieta de Antonio Benaiges... Fue un proceso orgánico de un aprendizaje impresionante y estrenamos en 2022. 

¿Por qué le dieron este título al montaje?

–Pues porque en julio de 1936 Benaiges estaba en Bañuelos para llevarse a los niños a Montroig a ver el mar, tal y como les había prometido. Si no hubiera ido allí en ese momento, quizá no le habría pasado lo que le pasó. Desde ese propósito tan bonito surgió ese acontecimiento tan triste. Por eso nos parecía de justicia poética hacer la obra donde sucedió todo.

¿Qué me puede decir del dispositivo escénico, de los elementos y objetos que usan para contar la historia? 

–Hay varios objetos fundamentales para contar la historia y que se refieren a los que el propio Benaiges usaba en clase. Como una imprenta pequeñita con la que los niños imprimían sus cuadernos y que él usaba para enseñar lengua y escritura y para comunicarse con otras escuelas de España e incluso con Francia, lo que les ayudaba a aprender geografía. Otro elemento imprescindible es el gramófono. La llegada de la música a la escuela fue muy importante; salían a la era a bailar, establecían otra relación con el cuerpo... Realmente, en la República se empezaron a trabajar cosas que quedaron totalmente atrás con la dictadura, en la que convirtieron a los alumnos en cacatúas que memorizaban cosas. Cuánto retrocedimos. Los objetos generan un vínculo poético con el relato, tratamos de encontrar el testimonio de las cosas que permanecen. Nos gusta la relación entre la palabra, la imagen, los objetos... Se generar cuadros escénicos visualmente interesantes. Danzamos el espacio.

¿Sienten que de alguna manera han podido cumplir la promesa de Benaiges?

–Creo que sí, y no solo nosotros, sino también personas como Sergi Bernal, con todo el trabajo de recopilación de material y con la edición del libro. Además, en breve se va a hacer una película sobre la figura de Benaiges... No sé, los encuentros con el público han sido tan emocionantes que de algún modo el maestro está presente. Hay momento muy mágicos en el espectáculo que casi nos hacen escuchar su voz. Sigue siendo una inspiración para nosotros y para tantos profesores y estudiantes que vienen a vernos. Por eso no nos vamos a quedar callados, seguiremos girando el tiempo que haga falta.