Recibió el Premio Nacional de Literatura (2015) por su novela La buena reputación, que recoge alguno de sus principales temas de interés: los conflictos familiares, el valor de los secretos, la pervivencia del pasado. En su último libro, Ropa de casa, Ignacio Martínez de Pisón vuelve la mirada atrás, en este caso a su propia historia familiar. Dice el escritor y guionista que todos los autores acaban volviendo a la infancia en su obra, y reconoce que llega un momento en que a uno le interesa más la realidad que la ficción.

Viene a Pamplona a conversar sobre Historia y ficción, una vinculacion muy presente en su obra. ¿Qué potencial literario ha encontrado en la Historia, y en concreto en la Historia de España?

Bueno, hace ya más de cuarenta años que empecé a publicar, y en un momento dado, hacia los años 90, me di cuenta de que mi imaginación no me proporcionaba tantas historias como yo querría, y entonces recurrí a la Historia, y particularmente a la historia contemporánea de España, como un arsenal de relatos. Y poco a poco me fui convirtiendo en una especie de historiador amateur, porque era incorporar la historia reciente a mis novelas, pero también de repente me pareció que podía investigar cosas, y de ahí salieron Enterrar a los muertos, de la investigación de un republicano asesinado por republicanos durante la Guerra Civil, luego Filek, la historia de un estafador que engañó a Franco con una falsa gasolina sintética justo al principio de la posguerra..., y llegó momento en que ya mis novelas y mis investigaciones históricas compartían una frontera difusa en la que más o menos todo cabía.

¿Bucear en esa Historia es también conocerse mejor a uno mismo?

Bueno, es conocer mejor la España en la que me ha tocado vivir. Yo nací en el año 60, por tanto todavía quedaban unos cuantos años de franquismo, y para poder entender la Transición, que son los años en los que yo accedí a la mayoría de edad, pues tenía que interpretar y entender lo que había sido la etapa anterior, el franquismo, y el franquismo no lo puedes entender sin saber lo que fue la Guerra Civil... Así que una cosa me fue llevando a la otra.

Y después de esas inmersiones, ahora ahonda en su propia historia familiar en ‘Ropa de casa’. Es un ejercicio de memoria, aunque la memoria también contiene ficción.

Sí. Este libro es un homenaje a la gente que ha permitido que yo pudiera vivir de lo que vivo, de lo que me gusta, que son los libros, que es escribir, y a la gente que me ha hecho feliz a lo largo de tantos años. Es un libro lleno de gratitud y en el que a la vez intento dejar memoria de cómo es la España que me ha tocado vivir, elLogroño de los año 60, la Zaragoza de los 70 y laBarcelona de los 80.

Como ha dicho en alguna ocasión, todos los escritores acaban volviendo a la infancia en su obra. ¿Cuál ha sido en su caso el motor de esa necesidad?

Por un lado ha sido el llegar a cierta edad que te obliga a echar la vista atrás y a poner un poco de orden en tu vida. Y por otro lado, creo que hay elementos en la vida de todas las personas que nos hacen parar y detenernos a reflexionar. En mi caso fue la muerte de mi madre, en el año 2018, ahí me pareció que se terminaban de perder muchas cosas del pasado que yo quería retener, y a partir de la escritura puedes más o menos conservar ese pasado que se te desliza entre los dedos.

“El siglo XXI está siendo la demostración de que el ser humano vuelve a tropezar en la misma piedra”

También le ha movido la necesidad de saber más de su padre, que murió siendo usted un niño.

Sí, tenía yo 9 años. Claro, lo conocí muy poco, y lo que tenía eran unos recuerdos de una infancia feliz y de un padre maravilloso. Pero hasta ya muy mayor realmente no empecé a pensar en la figura de mi padre, que al fin y al cabo era un militar franquista, y se me ocurrió visitar archivos para ver qué había sido de él como militar. Por suerte lo que descubrí es que mi padre no había hecho como militar más que trabajo de oficina prácticamente, no participó en ningún consejo de guerra ni en ninguna operación contra los maquis, lo cual me alivió bastante, la verdad.

Dice que la mayoría de familias de clase media de su infancia eran franquistas por vocación u omisión.

Sí, España en general hasta la muerte de Franco fue franquista, aunque lo fuera de una manera no muy entusiasta al final. Hubo una especie de gran truco de magia que convirtió a los españoles en antifranquistas justo cuando murió Franco, pero realmente Franco murió en la cama porque no tenía tanta contestación, salvo el heroísmo de ciertos sindicatos clandestinos y de jóvenes de clase media que resistían contra la dictadura, lo cierto es que una gran mayoría de la población se había acomodado. Por motivos que se pueden explicar, es decir, eran ya muchos años, había habido unos años de cierta prosperidad después de muchos años de pobreza, y sobre todo que la huella de la guerra civil y la represión posterior habían marcado a fuego la convivencia española y prácticamente habían desmantelado cualquier oposición interna.

Su generación supuso una ruptura. ¿Cree que la juventud de hoy está desvinculada de esa Historia, de esas conquistas?

Bueno, las generaciones jóvenes han nacido ya un poco a mantel puesto, es decir, el Estado del bienestar se ha ido construyendo lentamente, y al final, por muchos defectos y muchas deficiencias que tenga, pues existe algo parecido al Estado del bienestar. Claro, cuando yo era niño no existía nada de eso, y lo normal era que los trenes llegaran tarde, que las cosas funcionaran mal. Ahora si algo funciona mal parece que todo se viene abajo y que esto es un Estado fallido, y no es verdad. No se me ocurre un sistema mejor que el que tenemos ahora, una democracia que de hecho nos ha permitido convivir en paz y en libertad durante bastantes décadas.

“Me gustaría ver qué pasaría si los hombres dejáramos de gobernar y solo gobernaran mujeres”

¿Ve material en el presente como para hacer novelas? ¿De qué vería necesario que se hablase hoy, o que hablasen los escritores jóvenes?

Más que hablar yo, efectivamente sería que hablaran otros, los jóvenes escritores, que son los que viven este momento como protagonistas. La España de la que mi generación fue protagonista es la de finales del siglo XX. Esta España de los últimos 25 años, es decir del siglo XXI, es una España que no era previsible tal y como acabamos el siglo pasado. De hecho, nos dejamos mecer por el espejismo de que el mundo iba a mejor, porque en los años 90, habiendo caído la rivalidad entre los bloques de la Guerra Fría, parecía que todo iba a ir bien. Y fue despertarnos un buen día de principios del siglo XXI y descubrir que había muchos otros motivos de preocupación que de hecho no han parado. Desde el atentado de las torres gemelas, todo este siglo XXI no ha sido más que un encadenamiento de motivos de preocupación cada vez mayores, y la demostración de que el ser humano vuelve a tropezar en la misma piedra. Parecía que todo se podía solucionar a base de intercambios comerciales y de relaciones internacionales, y sin embargo de la noche a la mañana nos encontramos con Putin invadiendo Ucrania, con una guerra en Palestina que no sabemos cómo va a acabar y con un señor como Trump en Estados Unidos que es capaz de desequilibrarlo todo aún más.

¿Cree que el mundo sería diferente si hubiese sido un matriarcado y no un patriarcado? En sus novelas, según sus propias palabras, “las mujeres son más puras, hay más amor en ellas, más fe en el futuro, más generosidad...”

Sí, bueno, en la España de la que yo hablo la mujer estaba tan desplazada de las áreas de poder que efectivamente solo era víctima de las injusticias; es decir, no tenía ninguna responsabilidad en la mala organización del mundo, pero las cosas que estaban mal hechas le atañían tanto o más que al hombre. Por eso hay ahí como una reserva de inocencia y de pureza en las mujeres. Lo que pasa es que ahora por ejemplo la mujer ya ha accedido a áreas de poder y el mundo sigue estando bastante mal. Pero sí me gustaría que de vez en cuando dejáramos los hombres de gobernar cuatro años al menos, y solo gobernaran mujeres, a ver qué pasa. Que en Europa los políticos hombres se tomaran una excedencia de cuatro años, y a ver qué sería de Europa, igual resulta que estaría mejor. No lo sé, porque las mujeres que gobernaban en los años 80, como Margaret Thatcher, estaban muy masculinizadas, en cambio creo que ahora podría ser de otra manera.

Volviendo a la literatura, con 23 años se encontró publicando en Anagrama, donde todo autor joven quería estar. ¿Cómo recuerda esos comienzos en que se buscaban nuevas voces?

Era un momento de mucho cambio, Franco había muerto unos pocos años antes pero todavía en el panorama literario no se percibía, no había habido ninguna renovación, y los editores estaban atentos a ver qué cosas nuevas, qué nombres nuevos y qué sensibilidades nuevas aparecían, y yo estaba por allí, mandé unos cuentos a la editorial y, mira, sin darme cuenta entré por la puerta grande. Tuve la suerte de aprovechar esa oportunidad, como otros. Claro, de esos escritores algunos se han quedado por el camino, porque éramos muchos, y ya no solamente es una cuestión de oportunidad, luego tienes que trabajar mucho, aguantar mucho y perseverar para seguir viviendo de la literatura durante 40 años. Pero es verdad que muchos de los escritores que luego se han consagrado, comoJavier Marías, Cristina Fernández Cubas, Enrique Vila-Matas o Muñoz Molina, empezaron como yo justo entonces.

“Fue un alivio descubrir que mi padre no participó en ningún consejo de guerra ni en operaciones contra los maquis”

Después de 40 años publicando, ¿hay algo que se mantenga intacto al comenzar un nuevo libro?

La ilusión es la misma, pero ahora es más responsabilidad. Me exijo a mí mismo que cada libro sea mejor que el anterior, y entonces cada preparación para cada nueva novela me la tomo más en serio, por eso me documento mucho más, les doy muchas más vueltas a las historias antes de ponerme a escribir, hago muchos más esquemas. No me gustaría que de repente mis libros empezaran a decepcionarme a mí mismo, no me gustaría ver en mí la decadencia de muchos escritores que en un momento dado empiezan a escribir libros que ya son un poco reiterativos y perezosos. Mi proyecto ha sido siempre que cada nuevo libro sea siempre un poco mejor que el anterior. 

Y como lector, ¿cómo se define, a quién lee últimamente?

Leo de todo. Lo que pasa es que con la edad te da más por leer biografías. Últimamente he leído la de Josep Pla, biografías de Fernando VII, las memorias de Martín Caparrós... De repente, del mismo modo que me ha dado por escribir sobre mi vida, también me da por leer sobre vidas ajenas. Llega cierta etapa en la que te interesa más la realidad que la ficción.

“La ilusión al empezar un libro es la misma que hace 40 años, pero cada vez me exijo más, siento más responsabilidad”

Vive en Barcelona desde hace 40 años. ¿Cómo ve ahora la ciudad y a la sociedad catalana, después de las tensiones del procés?

Barcelona ahora está estupenda. Cataluña ha vuelto a ser un oasis. Después del procés ha venido una especie de catarsis, se ha pasado página y estamos viviendo una Cataluña bastante razonable, con una convivencia suave y armoniosa en la que ya no se habla de política, porque durante unos años hablar de política aquí hacía que se rompieran matrimonios, amistades y familias. Ahora se convive de manera muy armoniosa en comparación con hace 6 ó 7 años.

De hecho ha dicho que si se tuviese que hacer literatura del procés sería una comedia con final feliz. Ya lo da por terminado.

Sí, porque fue una chapuza tan grande... El procés fue un delirio de una parte de la sociedad que se creyó más fuerte de lo que era y que pensó que iba a derribar todos los muros simplemente por la fuerza de su propia ilusión. Y como lo que no puede ser no puede ser, aquello se chocó con la realidad y nadie quiere ya recordar las chapuzas que se hicieron, los mismos gestores del procés prefieren olvidar porque lo hicieron todo muy mal.

“Cataluña ha vuelto a ser un oasis; después del procés ha venido una catarsis y estamos en convivencia armoniosa”

Tengo entendido que prepara un libro sobre el periodismo de los años 60.

–Sí, ahora mismo mi mesa está repleta de libros de memorias de periodistas de la época. Ya sé cuál va a ser el comienzo, este mes de enero me voy a poner a escribir los primeros párrafos, y ya sé que la cosa va a ir para adelante. Estará ambientado en los años 60, quiero tocar ese mundo del periodismo que salvo por la gente que ha escrito libros de memorias no se ha tocado mucho en literatura. Era un mundo muy corrupto, en el que existían varios tipos de censura. El periodismo estaba al fin y al cabo al servicio de una dictadura, y los antifranquistas que trabajaban en el periodismo ni siquiera podían expresarse, tenían que bajar la cabeza y someterse a las directrices de sus periódicos. Todo estaba bajo el control del gobierno y de la dictadura, y la corrupción era sistémica. Franco dejó a la corrupción campar a sus anchas a su alrededor porque así tenía a la gente más controlada.

¿Cuánto tiempo le va a tener inmerso este nuevo libro?

Si llevo ya seis meses dándole vueltas a esta novela y me voy a poner a escribir este mes de enero, calculo que tardaré dos años o dos años y medio. En total suelen ser tres años de trabajo. Cada libro es crear vida, crear personajes, crear situaciones... es como un pequeño dios que lo crea todo, pero claro, no lo creas de la nada, tienes que darle muchas vueltas a los personajes, a las situaciones, familiarizarte mucho con las circunstancias, y eso te exige una fase previa de descubrimiento y de documentación que es muy bonita, pero que te exige bastante tiempo. Pero bueno, yo ya me he acostumbrado a escribir novelas largas, y me imagino que esta novela tambien será larga. No sé si tanto como Castillos de fuego que fueron 800 páginas o La buena reputación que fueron 700, pero desde luego no será una novelita de cien páginas.