¿Cómo nació este proyecto? Creo que el germen estuvo en Pamplona…
–Pues me parece que sí, el inicio fue en Pamplona, ahora que lo dices… Estábamos Juan (Valderrama) y yo, no recuerdo en qué acto, pero sí recuerdo que nevó. Estuvimos hablando y, al tiempo, Juan me propuso hacer un homenaje al bolero, que es un estilo que a los dos nos gusta mucho y con el que hemos crecido. Nos parecía bonito hacerlo a lo grande, con arreglos nuevos para orquesta sinfónica. Eso es lo que vamos a llevar a Pamplona.
¿Ha sido laborioso montar el espectáculo? Además de elegir el repertorio, vienen con una orquesta sinfónica, que requiere arreglos específicos.
–Ha sido laborioso, evidentemente. Este proyecto lleva mucho trabajo detrás, porque, como bien dices, hay que elegir las canciones, hay que buscar los arreglistas, prepararlos, porque no es lo mismo tocar con un cuarteto que con una orquesta sinfónica; también tenemos un trío cubano que nos acompaña y que les da un complemento precioso a los boleros. Ha sido laborioso, nos ha llevado meses, pero por fin podemos ver el resultado, que yo creo que es buenísimo, porque hemos querido hacer los arreglos nuevos y estrenarlos nosotros. Ha costado, pero poquito a poco se van poniendo las piezas en su lugar y al final lo consigues.
¿Qué tienen los boleros para seguir pasando de generación en generación y no caer en el olvido?
–Tienen muchas cosas. Juegan con ventaja porque muchos de ellos llevan muchos años sonando y se han colado en la banda sonora de cada uno de nosotros. Tiene unas melodías maravillosas y unos textos preciosos, tanto de amor como de desamor. Las letras están muy bien elaboradas, tienen una sencillez engañosa, porque no son nada sencillos de escribir, pero sí son sencillos para cantarlos. Yo creo que el bolero es uno de los géneros más completos que existen. Además, tiene mucha versatilidad, te lo puedes llevar a la balada o a donde quieras. Tuvimos la suerte de coincidir con unos autores y unas autoras de boleros que estaban en la cumbre; pocas veces se ha unido tanto talento para un estilo y ha dado tan buen resultado, y tan perdurable.
¿Y cómo llegó usted al bolero? ¿Le viene de la infancia?
–Por una parte sí. Mis padres, que siempre han sido muy cantarines, siempre han tenido el bolero como parte del repertorio familiar. Estaba la canción francesa, porque ellos habían estado trabajando en Francia y traían eso; la copla, evidentemente, también, que era de su generación… Y los boleros, claro. Yo llegué al bolero de más mayor. Me interesé por el pop, el rock, el soul… muchos otros estilos, pero en el ADN ya tenía muchos boleros y, pasado un tiempo, volví a interesarme por ellos. En estos veinte años de carrera como solista, suelo interpretar más de uno en mis conciertos porque hay muchos que me parecen obras cumbres.
Cuando pensamos en el pop, solemos asociarlo al pop anglosajón, pero si vamos al verdadero significado del término, pocas cosas más populares que los boleros. Los más famosos los puede cantar gente de cualquier edad.
–Sí, la gente los canta de pé a pá. Es sorprendente. Eso dice mucho de lo buenos que son y de todo el recorrido que tienen que hacer todavía. Fíjate, te diría más: parte de la música más latina que se escucha hoy en día bebe de esas fuentes, para bien y para mal, porque, a veces, ojalá se hubiesen quedado en las fuentes… (risas). Lo digo porque el recorrido que han hecho igual no es el adecuado, pero beben de ahí.
En el repertorio han incluido boleros de autores como Armando Manzanero o Los Panchos, y de algunas mujeres como Consuelo Velásquez o María Grever. Usted que ha defendido siempre el papel de la mujer en la música e incluso ha dedicado discos a la reivindicación de su figura, ¿cree que en el bolero ha tenido más presencia?
–Como autora, no. Está también Isolina Carrillo… Hay alguna más, pero, realmente, no. Como cantante quizás sí, como en otros estilos. La mujer entra en la música más pop, la música del siglo XX grabada, que es donde está la revolución real, y entra como cantante, pero como autora pasa un poco desapercibida. De hecho, hay una anécdota que suelo contar, y es que Antonio Machín, que ya sabes que hizo muy popular el Dos gardenias, un día se sentó con Isolina Carrillo, que era la autora de esa canción, y le dijo que estaba haciendo muy famosa esa canción y que podían compartir derechos. Por supuesto, Isolina le contestó que no. A lo mejor en Cuba había algo más de apertura en ese sentido, pero, en general, no demasiado. Es que son muy pocas las mujeres que tuvieron la oportunidad. Además, con el handicap que siempre se ha tenido de que, para ellos, las mujeres no se expresaban bien, no podían expresar sus sentimientos porque estaba mal visto… Había muchos prejuicios sobre la mujer autora y compositora. Las que llegaban lo hacían porque tenían un entorno amable que les ayudó y porque tenían un talento extraordinario, pero muchas se quedaron en el camino.
Hemos mencionado antes que vienen con una orquesta sinfónica, algo que llama la atención en estos tiempos de contención de gastos…
–Es un esfuerzo que hacemos porque tanto Juan como yo queremos que este proyecto tenga estos mimbres. Es una orquesta de treinta miembros que se forma aquí, en Madrid, expresamente para este proyecto. Nos acompañan además un pianista, un percusionista y un bajista que también conocen muy bien el género y nos ayudan a sentarlo rítmicamente. El resultado es muy bonito, nos permite hacer unos temas con el trío, otros con la orquesta… es uy dinámico, las diferentes formaciones nos dan mucho juego.
Llevan varios conciertos ya. ¿Cómo está funcionando el espectáculo?
–La gente sale encantada. Es lo que tú has dicho: lo cantan todo, de pé a pá. Lo disfrutan mucho, acaba todo el mundo muy arriba… Reivindicar un repertorio como este es un lujo.
¿Tienen planes de grabar algún concierto para publicarlo posteriormente?
–Está en el aire, no sabemos si en algún momento lo haremos, porque si se hace, hay que hacerlo bien. Pero sí, ahí está la idea. En el aire.