Qué oportunidad ha perdido Melody de ser no sé si diva, pero sí por lo menos una mujer poderosa y empoderada. El revuelo que se monta todos los años con Eurovisión esta vez ha llegado al límite y ha reventado la inmensa burbuja de caspa y brillantina.
Por si a alguien le quedaba alguna duda de cómo funciona este engendro, el resultado de esta edición no deja lugar a dudas: Israel ha quedado en segundo lugar no por la canción, que nadie se acuerda de ella, sino por el poderío económico y político que tiene este país en medio mundo.
Melody quedó tercera empezando por abajo, como una diva desinflada. Tampoco pasa nada, España desde Massiel nunca ha tenido mucho tirón.
Lo malo ha venido después, cuando ha intentado ponerse de perfil ante la pregunta de qué piensa sobre la participación de Israel. Ahí es donde la diva poderosa tenía que haber denunciando abiertamente el terror del genocidio de Gaza, que es lo menos que todos los seres humanos podemos y debemos hacer en estos momentos.
Pero ella prefirió eludir el bulto con la rebuscada y falsa escusa de que las bases del Benidorm Fest le impedían hablar de política. Balones fuera.
Perdona bonita, pero no querer hablar de política también es una actitud política. No querer aprovechar que se está en el foco mediático para denunciar un genocidio es una clara actitud política. Quien sí habló fue JJ, el representante de Austria, ganador de esta edición.
Dijo abiertamente que habría que expulsar a Israel como se hizo con Rusia y su gobierno, de derechas, le ha hecho rectificar. En España eso no te habría pasado y tendrías el apoyo del gobierno y de muchísima gente. Lo siento Melody, pero cuando pongan tu canción en San Fermín yo no la bailaré.