Los tres ciclos principales estables que se celebran en el Baluarte (orquestas de Euskadi y Navarra, y el propio ciclo de la casa) han cerrado a lo grande, y con indudable éxito. El último, el recital de Camarena con la Sinfónica de Navarra. El gran tenor mexicano arrolló con su voz y simpatía, lo mismo que en su anterior visita (DN.16-12-18). Es cierto que el impacto de la primera vez es inigualable, pero mantiene el tirón, cautiva con los espléndidos agudos. Le recuerdo, también, en el Nadir de Los pescadores de Perlas de Bizet, en la ABAO (2019). El programa, como siempre en estos recitales, combina oberturas o intermedios, y arias. Y hay que decir que Perry So y la orquesta pusieron la misma rasmia que el tenor en sus partes orquestales, de tal modo que el espectáculo no decaía cuando faltaba el tenor. Con una cuerda melosa en los suaves compases de La Bella Helena; una eléctrica versión de la obertura del Barbero; una rotunda y contrastada Forza del destino; y un entrañable y emocionante intermedio de Cavalleria Rusticana. Perry So, también cuidó sobremanera el acompañamiento al tenor, estando siempre pendiente de él en los cortes finales, (un tanto ad libitum en el tenor).
Javier Camarena, tenor. Orquesta Sinfónica de Navarra
Director: Perry So. Programa: Obras de Offenbach: obertura Bella Helena. Gounod: Romeo y Julieta. Massenet: Werther. Rossini: obertura del Barbero de Sevilla y aria Si trovarla de la Cerenentola. Donizetti: La Favorita y Lucia di Lammermoor. Verdi: obertura de La forza del destino y aria de I Lombardi. Mascagni: intermedio de Cavalleria Rusticana. Cilea: L’Arlesiana. Lugar: Auditorio Baluarte. Fecha: 9 de junio de 2025. Incidencias: Casi lleno (45, 32, 21 euros, con rebajas de hasta 7 euros).
Camarena es recibido con una sostenida ovación de gala, que agradece. Comienza con el aria de Romeo y Julieta: un plato fuerte –quizás demasiado fuerte– para primera intervención. Y nos da un pequeño susto, por la, un tanto dura, voz, y un ligero traspiés, (¿la maldita flema?), pero todo se recompone, y el agudo y potencia de voz reconcilia la versión. El aria de Werther, dicha lentamente, y bien acompañada por la orquesta, calma la situación, y el recital va a ir a más. En Spirto gentil se disfruta del matiz piano, en la repetición del tema, que siempre se agradece en un tenor. Y Si, ritrovarla de la Cenicienta de Rossini, supone la cima –o una de las cimas– del recital. Camarena desarrolla las agilidades, con toda la voz, con impecable soltura y claridad, y dota a Rossini de una fuerza y esplendor que pocas veces se escucha. La segunda parte la comienza más modosamente, con I Lombardi, muy bien acomodada a su voz. Quizás hubiera hecho bien en comenzar el recital con esta aria. El resto: Lucia de Lammermoor, Pourquoi me reveiller, Il Lamento de Federico, fue una exhibición de poderío vocal. Ciertamente, el poder disponer de esa voz que eleva, con su potencia y timbre, a todo el auditorio hasta los colmados agudos, y mantenerlo ahí durante tan largo tiempo (calderones infinitos), sin temor a que se rompan, sin prisa, recreándose en la cima alcanzada, no se paga con nada. Y, claro, mantiene al auditorio en vilo. Porque la técnica del mejicano nos da tranquilidad, pero el riesgo, en un tenor, siempre está ahí.
Tras la apoteosis, con la ovación más larga del ciclo, de propina, la popular Funiculí funiculá de Peppino Turco. Y, sobre todo, la romanza No puede ser del acto segundo de La Tabernera del Puerto, de Sorozábal. Esta romanza fue, para mí otra cumbre del recital. Como ya sucedió en el anterior recital, constatamos que la zarzuela le va muy bien, porque da la impresión de que, quizás, por el idioma, le añade un plus de emoción que, a su vez, emociona sobremanera al público. Es un acierto, y se agradece, la traducción, en supra-títulos, de los textos de las obras. Broche oro, se solía decir, para la temporada. Y la próxima, promete.