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Aitziber UrtasunEducadora artística y cooperante en Palestina

“Para la población palestina es imposible creer en una tregua real”

Hace poco más de un mes que Aitziber Urtasun ha vuelto de Cisjordania, donde trabaja como educadora artística en cuatro campos de refugiados; este martes 14 de octubre realizará una performance en el Museo de Navarra, en el marco del Festival After Cage

“Para la población palestina es imposible creer en una tregua real”Iban Aguinaga

Dos meses ha vuelto a pasar este verano Aitziber Urtasun (Bilbao, 1973) en Nablus (Cisjordania), a unos 100 kilómetros de Gaza. Allí, en cuatro campos de refugiados de población palestina –Balata, el más grande, donde viven 23.000 refugiados; Ayr, Askar y New Askar–, la activista y educadora artística, responsable del departamento de educación estética en la Fundación Museo Jorge Oteiza, trabaja con niños, niñas, adolescentes y mujeres que en su día a día tienen la violencia y la falta de libertad muy presentes. Cinco años lleva esta vecina de la calle Mayor de Pamplona aprendiendo árabe y viajando allá en verano, y esa continuidad en el tiempo le ha permitido “crear un vínculo emocional” con la población con la que trabaja desde el arte. Dibujo, collage, fotografía, música o teatro son lenguajes a través de los que Urtasun les ofrece expresar sus vivencias, marcadas por el permanente control de un Israel colonizador y criminal. Defensora de “otras formas de hacer educación”, Aitziber Urtasun ofrecerá este martes 14 de octubre (19.30 horas) en el Museo de Navarra, dentro del Festival After Cage, una performance que ha construido junto a alumnado de cinco centros educativos de Navarra y con la que reivindica una resignificación del acto de educar.

PREGUNTA: ¿Cómo ha sido esta última experiencia en Nablus? 

RESPUESTA: A nivel personal ha sido la vez que más complicado me ha resultado llegar hasta allí. Cada año sientes que es más difícil entrar. Esta vez me he encontrado algo que no me había encontrado nunca, y es un interrogatorio ya previo en París. Volé de Bilbao a París, y de París a Tel Aviv, y normalmente hay interrogatorios muy agresivos y muy desagradables en Tel Aviv. Pero este año ya me hicieron un interrogatorio de más de dos horas en el aeropuerto Charles de Gaulle con la compañía aérea israelí que me dejó muy sorprendida, porque es absolutamente ilegal que con un pasaporte europeo te hagan un interrogatorio en París, te chequeen el móvil, el portátil y absolutamente todo. Que el bloqueo ya esté en París es algo que me ha sorprendido. Al final no deja de ser una fórmula de presión para que cada vez haya menos presencia internacional en Cisjordania. La ONG con la que colaboro solía tener una media de 40 personas de diferentes nacionalidades a lo largo del año trabajando allí, y ya el año pasado estuve yo sola, y este año prácticamente también.

P: ¿Qué se ha encontrado esta vez en los campos de refugiados de la zona?

R: Por una parte a nivel psicológico hay un cansancio muy extendido, estos avances que a veces vivimos aquí como esta aparente tregua en Gaza se viven allí con euforia pero también con muchísima cautela porque el cansancio psicológico es muy grande. Y hay un deterioro económico enorme, era muy complicado conseguir dinero en efectivo, sacar dinero de los cajeros, había muchos días en que no se podía conseguir gasolina... Es un bloqueo permanente y eso hace que la actividad del día a día sea muy compleja. Luego, yo que trabajo muy cerca de la infancia y de la adolescencia, percibo un desencanto de las generaciones jóvenes que realmente no tiene ningún tipo de salida. La universidad en Nablus ya hace dos años que es prácticamente online porque no pueden llegar a la propia universidad... El día a día es permanentemente triste. Y una de las cosas que más afecta es el aumento de los checkpoints, de los controles policiales que se hacen en carreteras, en las entradas y salidas de las ciudades. Hace cuatro años podía haber alrededor de 100 checkpoints en el área de Cisjordania, y ahora se superan los 300. Muchas mañanas te encuentras con que es imposible llegar a trabajar a un lugar que está a 9 kilómetros de tu casa. O llegas al campo pero no puedes volver a entrar en la ciudad. Es muy habitual, y la gente ya tiene contactos para poder dormir en distintos lugares porque no puedes llegar a tu casa. Eso genera un cansancio y una presión enormes, que te estén registrando permanentemente es tremendo.

P: Imagino que mantiene contacto con gente de allá. ¿Cómo acogen el anuncio de esta tregua?

R: Con mucha cautela. Lo acogen diciendo: a ver si podemos respirar un tiempo. Es imposible para ellos y para ellas creer en una tregua real. Básicamente porque esto es una cuestión de geopolítica que a ellas y a ellos se les escapa de base, pero también porque es imposible creer en quien te ha estado ocupando, robando, asesinando permanentemente durante décadas.  

“Los niños y niñas de allá tienen derecho a vivir el presente como los de aquí, a reír, a jugar, a pasárselo bien; ese es el objetivo”

Niños y niñas de campos de refugiados de Cisjordania, en una actividad de collage.

P: Trabaja como cooperante con la tercera generación de refugiados palestinos.

R: La cuarta ya, en algunos casos. Sí, trabajo con niños y niñas de 5 años a 14 años con los que ya he generado un vínculo emocional, porque llevo años centrándome en un área y volviendo a esa zona. Y además este verano he podido abrir dos campos de trabajo nuevos muy interesantes; por un lado, he iniciado un proyecto con chavales de entre 20 y 25 años con los que he formado un grupo de teatro que trabaja en el campo de New Askar, y vamos a intentar construir una pieza de teatro para que puedan viajar aquí a representarla, ojalá. Y por otra parte he activado un grupo de mujeres en los campos de Askar y de Balata; las mujeres allí llevan el peso de todo, son las que más familiares pierden, evidentemente, son las que tienen que llevar adelante la infancia, mantener el estado de ánimo en la familia, son el sostén de todo. Y a petición de ellas vamos a ofrecerles un espacio donde puedan dibujar, cantar..., hacer actividades que les permitan deshacerse un poco de todo lo que tienen en la cabeza y compartir entre ellas. Ha sido muy bonito. 

P: Por su experiencia, ¿qué aporta el arte a personas que están pasando por situaciones de una dureza tan extrema?

R: Lo más interesante es que les permite hablar y contar su propio día a día y su relación con la tierra de una manera más libre. Por ponerte un ejemplo, imagínate que vamos a trabajar contextos de la naturaleza y vamos a coger hojas de algún árbol. Al instante están dibujando la bandera palestina sobre las hojas. Al instante están hablando de los olivos. Al instante están cantando algo. Es un espacio para ellos libre de todo prejuicio y de toda normativa educativa en el que pueden hablar libremente hasta de la resistencia, donde pueden hasta dibujar a un héroe o a un mártir de la resistencia. Ahí encuentran una libertad que no tienen en su día a día. Al ser actividades que planteamos fuera del escenario de su educación formal, pueden dar rienda suelta a cuestiones de identidad, de su tierra, de su bandera, de su música, etcétera; cuestiones que tan importantes son para ellos y ellas, y que en las clases formales que reciben en las escuelas de la UNRWA (organismo de las Naciones Unidas), las únicas a las que tienen opción, están diluidas.

El dibujo permite a los niños y niñas de los campos de refugiados de Cisjordania expresarse libremente.

P: En 2022, en una entrevista a este periódico, se quejaba de que el foco mediático no se ponía en Palestina, que su cuestión se obviaba y el foco estaba en Ucrania. Lamentablemente en los últimos tiempos ha tenido que ponerse allí. ¿Ha ayudado eso en algo?

R: En el caso de Cisjordania, yo creo que todo lo contrario. El hecho de que a partir del 7 de octubre toda la prensa se haya focalizado en Gaza, a ellos no les ha molestado en el sentido de que es el mismo pueblo, muchos y muchas tienen familiares que están en un lado o en otro. Pero lo más grave es que esa focalización de la prensa sobre Gaza y ese silenciamiento de Cisjordania ha permitido a Israel recrudecer su ocupación permanente en ese área, lo que decía antes, triplicar el número de checkpoints, las detenciones, las reyertas, que antes eran más bien por la tarde-noche y ahora entran en los campos a la mañana sin ningún tipo de problema. La ocupación del ejército es permanente porque nadie está mirándolos. Y algo enormemente preocupante y que ha ido a peor es la presión y la violencia de los colonos sobre los propios palestinos: la quema de coches, la quema de casas, el robo de ganado, el robo de cualquier tipo de mobiliario de casas, la ocupación temporal de casas para fiestas..., eso siempre ha existido pero antes era algo más puntual, y ahora se hace con total normalidad. Los colonos campan a sus anchas sin ningún tipo de problema, porque nadie les está mirando.

“Que te estén registrando permanentemente es tremendo, hay más de 300 controles policiales en el área de Cisjordania”

P: Como cooperante y educadora artística, ¿qué le aportan estas experiencias? Imagino que será un enriquecimiento mutuo.

R: Sí, evidentemente. Nadie vuelve igual de experiencias así. A mí me sirve para entender que el arte no es un contexto y un territorio que pertenece a unas pocas y unos pocos. Que cualquier persona, ya no digamos la infancia, que se encuentra en la peor de las situaciones, tiene derecho a expresarse desde el arte y a disfrutar y a reír. Siempre lo digo, cuando he ido a otros contextos, cuando he trabajado en campos en Grecia o en el Sáhara, aunque en Palestina es más claro porque la situación es mucho más extrema, que hay que ir allí con la honestidad de que tú no tienes en tus manos la capacidad de resolver prácticamente nada, pero sí tienes en tus manos una herramienta para permitir devolverles cierto derecho a ser felices. A lo largo de estos cinco años hemos perdido dentro del grupo de trabajo bastantes niños, y eso te puede hacer preguntarte hasta qué punto es necesario que yo vaya hasta allí, si al final son niñas y niños que aparentemente tienen poco futuro. Pero siempre digo que tienen un presente y tienen derecho a vivir ese presente como las niñas y los niños de aquí, a reír, a llorar, a pasárselo bien, a jugar, a todo eso. Y ese es el objetivo. Sobre todo, es muy valioso ofrecerles una actividad en verano, cuando no tienen escuela y no hay nada que hacer en los campos de refugiados, lugares inmensos de hormigón armado sin zonas verdes ni espacios para el juego libre. Ha sido muy gratificante trabajar este verano con jóvenes de 20 a 25 años, porque han pasado ya la adolescencia, están en un territorio donde no ven futuro y aun así se juntan todos los viernes para hacer teatro, para hablar, para leer. Esa capacidad de resistir a través de la cultura es enorme. Y es muy beneficiosa y ellos te lo dicen; hay días que no podemos ni levantarnos de la cama de la tristeza que sentimos, pero el espacio del arte y la cultura les ayuda a seguir.

P: ¿Tiene pensado volver?

R: Sí. El próximo verano iré un poco antes, en junio. Vamos a empezar a trabajar online con este grupo de chavales para hacer esa pieza de teatro, y estamos pautando con su director cómo pueden construirla, así que iré en junio para hacer algunas clases con ellos. 

“Las mujeres llevan el peso de todo, son el sostén, y ellas mismas nos han pedido un espacio donde puedan dibujar, cantar y compartir”

P: Este martes por la tarde realizará una performance en Pamplona, en el marco del Festival After Cage, en la que va a plantear una resignificación del acto de educar. ¿Qué propone?

R: Pues tiene mucho que ver con todo lo que estamos hablando. Es sacar la educación de los contextos formales. Creo que, sobre todo en Occidente, tenemos una excesiva burocracia alrededor del contexto educativo y eso hace que al final la educación esté excesivamente pautada, y nos falta mucho espacio para tratar temas afectivos, personales. ¿Por qué ha sido tan difícil que los centros educativos de aquí lleven Palestina a sus aulas? Han tardado muchísimo tiempo. Ya ha llegado y bienvenido sea, pero han tardado mucho. Y han tardado no solamente porque es un tema complejo, sino porque todo lo que tiene que ver con lo afectivo, con otras formas de entender, con la empatía, lo tenemos normalmente sobre la base, pero nos cuesta mucho trabajarlo. Dentro del Festival After Cage, el año pasado trabajamos con varios centros escolares de Navarra sobre el concepto de imago, que es el concepto de imagen, cómo me ven, cómo me veo yo a mí misma..., y con ese material se construye la performance, en la que voy a reivindicar que hay otras formas de hacer educación.

P: Esa resignificación pasaría imagino por que las artes y las humanidades dejen de estar marginadas en el sistema educativo.

R: Eso es, y para entender que el arte es una herramienta que puede entrar en el aula en cualquier tipo de asignatura. Nos sirve para entender la filosofía, las matemáticas, las ciencias naturales, la historia..., nos sirve para todo. No hay que tener miedo a que el arte entre en el aula.