“Estoy muy despistado con estos tiempos tan rápidos que vivimos”
El músico oñatiarra presentará su nuevo trabajo en Bilbao el 20 de diciembre, en el Kafe Antzokia, con entradas ya agotadas.
De su pasión por Cuba surgió ‘Amour eta toujours’. ¿Adónde ha viajado ahora?
Sigo avanzando tras ese disco, que me enseñó mucho. Luego saqué Bakarka II, otro gran aprendizaje en solitario que no abandonaré, y fui haciendo mis canciones de manera paralela. He tratado de dejarme llevar todo lo posible aunque siempre tenemos ideas preconcebidas. Es lo que trato siempre, ir un poco más allá.
Casi 50 años de carrera, ¿sabe ya de dónde vienen las canciones?
Menuda pregunta... sigo igual. A veces, tienes la sensación de que las generas y en otras, que eres un intermediario, que vienen de algún lado y las recoges. Este disco tiene que ver con esta impresión, la de estar siempre atento pero no controlarlo todo. Leonard Cohen decía que de saber el origen de las canciones lo visitaría más a menudo (risas). Es tan primitivo crear y cantar que es difícil de explicar. Es intuición y cierta necesidad.
A veces es como una escultura que está ya ahí, solo hay que retirar lo accesorio.
Así es. Con las canciones tradicionales se dice que solo existe una aunque con millones de formas diferentes. Un disco, al final, refleja una época; al menos así lo veo al mirar atrás y aunque huya de lo autobiográfico.
¿En qué tiempo está usted?
(Duda). No soy amigo de lo testimonial y de partir de experiencias concretas aunque mandan en este disco, algo de eso hay. No he tenido tiempo de analizarlo, pero está hecho con tres músicos, dos ingleses y uno estadounidense, el batería Kenny Wollesen, con el que he hecho ya 9 discos. Antes de enseñar los temas los trabajé y creo que se nota en su sonido equilibrado.
Tiene un estilo característico, pero indaga en sonoridades diferentes, del folk al pop de ‘Goiztiria’, los sonidos improvisados y las guitarras casi psicodélicas.
Al guitarrista Leo Abrahams, con el que ya había colaborado también, le secuestré para grabar cuando nos visitó junto a Anohni. Está muy relacionado con Blur y Brian Eno, y le empujé en esa dirección que dices. Sus guitarras suenan frescas y ha llevado el sonido a un lugar muy peculiar. Por eso le he puesto como coproductor. Y lo que me dices es así desde el principio, me etiquetan como jazz, folk, rock… de todo. No sé si esa catalogación tiene sentido hoy. Lo de cantautor, suena antipático y tiene mala prensa, pero lo define bien (risas).
Desde el inicio, en ‘Garai batean’, se advierte cierta estupefacción ante el mundo actual. No es novedoso.
No lo es, pero sí estoy muy despistado. Un compañero tuyo me dijo el otro día que como toda la gente sensata. Hay cambios muy rápidos y es difícil seguir una senda, en general y en la música. Dependemos de la tecnología y vamos corriendo tras ella, lo que crea mucha incertidumbre en lo social y personal. Es una época de cambios, como todas, pero a tanta velocidad que crea inseguridad.
El disco tiene también luz, refugio, belleza, necesidad de compartir...
Muy de acuerdo. Hay un equilibrio, sí, aunque tenía la idea de que estaba haciendo algo demasiado oscuro. Incluye cierto atrevimiento también al meterme en pasajes del Antiguo Testamento, y letras de otro signo, como en Okina, con versos de Javier Aguirre Gandarias, gran poeta bilbaino que escribía en castellano, o el muy potente Tonino Guerra. Hay bastantes contrastes.
¿Cómo ha llegado al Eclesiastés en ‘Dena du bere sasoia?
Hace tiempo que tengo un par de traducciones del Antiguo Testamento y vi claro que lo tenía que cantar.
El verso ‘el pasado y el porvenir no son nuestros’ parece una llamada a vivir el presente. En otra, canta sobre “tener un pie en Polloe”.
(Risas). El segundo detalle está extraído de la realidad. Es un sentimiento compartido, el del paso del tiempo. Todo me señala a ser un veterano en mi oficio también, pero me veo como un aprendiz, yendo más allá, desde la microfonía a la forma de grabar para llegar a otro lugar. Sigo así 20 discos después aunque sí es difícil aceptarse como veterano. Lleva tiempo (risas). Desde el punto humano, el tiempo te confronta con situaciones de pérdida a seres queridos, te obliga a reubicarte constantemente.
El título remite a trabajos previos: ‘Lurrean eztanda’ y ‘Hodeien azpian’
(Risas). Es curioso, cuando le dije el título a Jitu (de Elkar) hicimos el chiste. ¿En qué quedamos? Es interesante esto, igual hay alguna clave no estudiada. En el segundo caso viene de un dicho tradicional: “por encima de toda la maleza, por debajo de las nubes”. ¿Qué hay en medio? Eso que llamamos mundo. El actual, Lurra ikutu barik, es el inicio de un verso de Lauaxeta, usado en otro sentido y que me explica lo que estaba haciendo. Alude a lo que te llega sin explicación, sin un plan preconcebido.
Graba con músicos internacionales y luego gira con Mugalaris.
Es la sensación de sentir que algo me empuja, el vértigo de enseñar mis canciones en otro contexto, lo imprevisto, tan ligado a lo creativo. Son músicos que van cambiando y supone un lujo. Les conocí cuando iban bajo el radar y mantenemos esa relación aunque ahora son primeras figuras. Me gusta que vean mis canciones desde fuera, se establece otro diálogo.
¿Cómo se siente y defiende sus discos, reflexivos y de digestión lenta, ante el bullicio de la Azoka?
He tenido diferentes épocas. Iba en autoestop desde Gasteiz cuando se celebraba en los pórticos de la iglesia y luego dejé de ir al haber discos míos ahí. Me conocía mucha gente y yo solo a algunos. Se me hacía agobiante. Al proponer las firmas de discos, algo raro en origen, fui cambiando de idea. Me parece que todo acercamiento es poco y que Gerediaga acertó en su día con las fechas. Es un acontecimiento innegable que tomo como un quehacer gratificante para muchos.