A veces, la música salvaCedida
Juanjo Mena es un pilar fundamental para nuestro acontecer musical. Un lujo (y una suerte) su magisterio desde el podio. Porque ha trabajado incansablemente con los coros locales, (desde ese cariño y respeto –y paciencia– que tiene el maestro, se fomenta nuestra gran tradición coral); con las orquestas (Bilbao, Euskadi, Navarra…); y aupando solistas cercanos, tanto vocales como instrumentales.
Aquí le seguimos desde hace, casi, treinta años (nuestra primera cita el 4 de marzo de 1997; y la penúltima, 12-11-24, entre medias, decenas de conciertos reseñados). Con retos importantes, como la transmisión del entusiasmo por la música a la Joven Orquesta de Euskalerría, (31 de diciembre de 1997); y con hitos en el repertorio que van desde estrenos contemporáneos hasta Wagner (Abao 2-2-2006). Si un director controla la avalancha sonora wagneriana, lo controla todo. El concierto que nos ocupa, tiene la misma estructura que el del año pasado: un Mozart y una obra grande romántica: concierto para clarinete de Mozart y la novena de Shubert, el pasado año; y la sinfonía 40 de Mozart y la segunda de Mendelsshon.
Mena guarda en su cabeza un Mozart fluido, exacto, con el volumen y la fortaleza que requieren sus últimas sinfonías. Un vigor que no impide cierta dulzura, –bellamente melosa en el legato– cuando exige ese mínimo arrastre en el salto de algunos compases del primer movimiento y que, también, resulta elegante. El andante es delicadísimo; con unos matices en piano en la cuerda, que dan variedad a las repeticiones. El resto de movimientos están en el inconfundible sonido mozartiano. Es una versión muy cuidada y bien entendida por la orquesta.
Orquesta Sinfónica de Navarra. Orfeón Pamplonés:
- Igor Ijurra, director Orfeón Pamplonés.
- Raquel Lojendio, soprano.
- Naroa Intxausti, soprano.
- Werner Güra, tenor.
- Juanjo Mena, dirección0.
- Programa: Sinfonía 40 de Mozart. Sinfonía nº 2 de Mendelssohn.
- Ciclo de la orquesta. Lugar y fecha: Baluarte. 27 de noviembre de 2025. Incidencias: Lleno de no hay billetes.
La segunda sinfonía de Mendelsshon es una obra peculiar, ambigua de estilos, en el sentido de que quiere abarcarlo todo: el coral luterano, la retórica barroca, la arquitectura clásica, la opulencia sinfónica romántica…; se suele decir que Mendelssohn tuvo la mala suerte de ser un clásico en tiempos de plenitud romántica. De ahí la complejidad interpretativa de esta sinfonía, tirante a veces para las voces, y con abundante densidad para el coro y la orquesta que hay que clarificar a cada paso. Eso sí, por otra parte, hermosa, glorificadora y grandiosa. La versión se mantuvo en alta tensión por la seguridad del Orfeón, –siempre atacó sus partes sin fisuras–; de la orquesta, –con un concertino especialmente atento a todo–, y de los solistas, mucho más que correctos en sus respectivos roles.
Raquel Lojendio salvó bien los agudos, su voz corre por el auditorio, con generoso volumen, manteniéndose en el estilo oratorio, (no ópera), con matices de gran delicadeza, por ejemplo en el tramo ya pasó la noche al que sigue el precioso coro a capella de acción de gracias, que el coro bordó. La voz de Naroa Intxausti se aviene muy bien con la de Raquel y ambas firmaron su dueto con luminosidad y encanto; bueno, más bien un terceto si tenemos en cuenta la estupenda trompa solista. El tenor Werner Güra, de rol muy comprometido, hizo muy bien el recitativo (al estilo barroco, sin serlo), con matices en fuerte en aterrados, despiertos, y más piano en los cantos de alabanza. También su voz estaba en consonancia con la soprano en los duetos. La orquesta, poderosa desde los metales.
El coro, con especial ímpetu en la fuga y el final. Fue una velada que no olvidaremos, sobre todo porque toda esa masa de música sinfónico-coral adquirió una especial ternura (también entre el público) cuando el concertino ayudó al director a buscar la página de la partitura. Mena solo está seguro en su música. Y es que, a ratos, a veces, la música salva.