El metro-tranvía que cruza Bergen anuncia la proximidad de la parada de Troldhaugen con el leit-motiv del Concierto para piano en la menor de Grieg en homenaje al gran compositor que vivió en este barrio de la citada ciudad noruega. Son unas notas inconfundibles, no sólo para los usuarios de ese transporte, sino para todos los vecinos que tienen en Edvard Grieg a su máximo representante en el mundo de la música.

Posiblemente un amanecer nunca se ha descrito mejor en el pentagrama que como lo hizo Grieg en Peer Gynt. Gracias a su genio creativo, una obra teatral en la que apenas sí creía su propio autor, el también noruego Henrik Ibsen, se salvó del fracaso convirtiéndose en un clásico internacional. 

Los noruegos justifican la pasión que sienten por Grieg por tratarse del máximo representante de la música de su país. Aportó su personal tendencia a través de una estructura que sigue considerada como original, delicada y universal.

Mozart, su obsesión

Junto a la casa de Grieg aún se puede ver el pabellón que el propio compositor construyó para aislarse en su trabajo. Todo ello a orillas del Nordaesvannet, un fiordo que le proporcionaba la tranquilidad y complacencia necesarias para rellenar el papel pautado. 

El interior de la vivienda se conserva tal y como la dejó en 1907, cuando fue internado en el hospital de Bergen aquejado de una fatal enfermedad. También su tumba, excavada en una roca inmediata, la misma que tantas veces le ayudó en la inspiración de sus obras.

Edvard nació en Bergen en 1843 y murió en la misma ciudad a los 64 años. Fue su madre, una notable pianista, la que influyó en la primera formación del niño al hacerle partícipe de la pasión que sentía por Chopin y, sobre todo, por Mozart. Un día presentó a su hijo al eminente violinista Ole Bull, a quien conocía por haber sido su vecino. 

El músico llevó al muchacho ante Rikard Nordraak para que ratificara su presentimiento. El autor del Ja, vi elsker, el himno nacional noruego, no sólo confirmó el juicio del violinista, sino que le dio dos consejos: que estudiara la carrera musical en Leipzig y que tuviera en cuenta siempre una concepción de música nacional noruega. 

Grieg siguió aquellas indicaciones al pie de la letra. Siempre consideró a Nordraak su guía y maestro. Su muerte en 1866 le inspiró la sobrecogedora Marcha fúnebre.

Grieg y su esposa.

Grieg y su esposa. Cedida

Ibsen, la obsesión por un tema

La carrera de Henryk Ibsen no fue tan fulgurante como la de Grieg. Nació en el término de Telemark, al sur de Noruega, como hijo de un comerciante acomodado que acabó en quiebra. El muchacho tuvo que abandonar sus estudios para convertirse en mancebo de una farmacia y así poder ayudar económicamente a la familia. 

En sus ratos libres escribía artículos que publicaba en un periódico literario semanal, lo que le animó en 1851 a optar a la dirección artística del nuevo teatro de Bergen y más tarde a ocupar el mismo cargo en el teatro de Cristianía, la actual Oslo. El alto puesto que ocupa en la literatura contemporánea de su país, lo debe a que en sus obras no sólo estudia la vida rural de Noruega, sino que analiza los comportamientos sociales de su tiempo.

Alentado por estos conocimientos concibió el poema Peer Gynt, en el que puso tantas ilusiones que llegó a esperar el reconocimiento de poeta nacional, cuando en realidad lo único que cosechó fue la indiferencia de la crítica.

Transformó su escrito en pieza escénica con la confianza de que aquella fantasía sobre temas populares llegara al corazón de los noruegos consiguiendo un notable éxito. No sólo no logró el efecto deseado, sino que fue objeto de burla y escarnio, lo que le produjo una profunda depresión. 

Fachada del Grieghallen, en Bergen. B.E.O.

Un protagonista incómodo

Peer Gynt se inspira en un curioso personaje que aparece en algunas leyendas nórdicas, un muchacho fanfarrón e inmaduro que va de sobrado por la vida mezclando realidad y fantasía. Caza renos en el valle de Gudbrand y luego, cuando baja al pueblo de Sodorp, exagera sobre las piezas conseguidas.

Cuando la obra teatral fue presentada en público, Ibsen recibió las más severas críticas, posiblemente debido a su insinuación de que hay un Peer Gynt en cada ciudadano noruego. El autor, lógicamente, pasó un mal trago porque la que creía que iba a ser su obra maestra, lejos de proporcionarle gloria, fue motivo de hostilidad. La sociedad se le echó encima y le dio la espalda. 

Todo hacía creer que la carrera de Peer Gynt había acabado, hasta que llegó Grieg.

La música, la tabla de salvación

En un nuevo intento de reflotar su texto, Ibsen tomó la decisión de añadirle música y pensó que su compatriota de Bergen era la persona más indicada para hacerla. Recientemente le habían becado con un sueldo vitalicio para dedicarse por entero al pentagrama y se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera. 

En la primera entrevista que tuvieron, Grieg no se atrevió a darle una tajante negativa y salió del paso con un “Ya veremos si es posible” esperando que con el paso del tiempo declinara la petición. Craso error porque el literato lo tomó de forma optimista y a partir de ese momento sometió al músico a un tremendo asedio. 

Sala de audición de Trold en casa de Grieg. B.E.O.

Continuamente le sugería pasajes musicales para determinados momentos con una minuciosidad un poco impertinente que Grieg no consentía. “Con algunas excepciones es un argumento intratable, lo que me obliga a avanzar muy lentamente en la composición”, decía Grieg a sus amigos.

Tras dos años de arduo trabajo, Grieg dio por terminada su labor. El nuevo Peer Gynt se estrenó el 25 de febrero de 1876 constituyendo todo un éxito. El propio Grieg, no sin cierto recelo, hizo de inmediato una versión concierto con importantes cambios en la orquestación.  

La suite Peer Gynt es pieza frecuente en el Grieghallen que le ha dedicado la ciudad de Bergen. Es el remate fundamental de una ruta urbana dedicada a aquel singular compositor, pequeño en estatura, pero muy grande en creatividad. Dicen que tanto en este magnífico auditorio como en la sala de conciertos Troldsalen de su casa en Troldhaugen, la música de Grieg suena mejor. 

Justifican esta apreciación por estar radicados en suelo noruego, donde fueron creadas la Danza de Anitra, la Danza árabe y La canción de Solveighs, tres hits de la obra que conmemoramos en estas páginas. “Nunca se podrá superar la sensación que produce un amanecer a orillas de un fiordo como escuchando a la vez la música de Grieg”, se dice en Noruega.  

Te puede interesar:

Los restos mortales de Edvard Grieg y de su esposa yacen en una oquedad abierta en roca viva, en el corazón del país que tanto amaron. Dejó dicho: “Bach y Beethoven construyeron iglesias y templos en excelsas regiones, mientras que yo me limité a levantar casitas para que el pueblo pueda asentarse y ser feliz en su hogar”. 

LA DANZA DEL VAMPIRO

Uno de los números musicales más populares de Peer Gynt es la Danza de Anitra, que alcanzó niveles muy populares en todo el mundo gracias a M, El vampiro de Düsseldorf, una de las primeras películas sonoras alemanas realizada en 1931 por Fritz Lang y que catapultó a la fama al actor Peter Lorre. Es uno de los clásicos de la historia del cine y un análisis ejemplar de la sociedad germana en los años inmediatamente anteriores a la llegada del nazismo.

El protagonista es un asesino de niños al que infructuosamente busca la policía entre la gente del hampa. Es el lumpen quien lo atrapa para acabar con el acoso de las fuerzas del orden. Pieza fundamental en la identificación del culpable es su silbido machacón de la citada pieza de Grieg.