Este frenético mes de junio, tan repleto de actividad musical, tuvo otra cita importante en el Navarra Arena. En esta ocasión, el encargado de reventarlo fue David Bisbal. Algo más de seis mil personas se dieron cita en el pabellón, que, incomprensiblemente, tenía la pista llena de sillas. Y digo incomprensiblemente porque, en cuanto comenzó la actuación, todo el mundo se puso de pie para no volver a sentarse salvo en algún momento puntual.

Tras un futurista vídeo de introducción, el artista irrumpió en escenario como un león hambriento. Vestido todo de blanco y con botines negros, se comportó como un auténtico animal de escenario. Las primeras canciones, además, fueron pura artillería pesada, con ritmos rápidos y avasalladores: Tengo roto el corazón y Podría estar peor, de su último disco; Torre de Babel y, sin previo aviso, dos hits del calibre de Lloraré las penas y Quién me iba a decir. Los fotógrafos, a los que solo les dejan disparar durante las primeras canciones, salían del foso entusiasmados, alabando la luz, la puesta en escena, la escasa altura del escenario y el juego que había dado el de Almería.

Tras el arrebatador comienzo, llegó una tanda de baladas. Al público le dio igual la bajada de revoluciones y las cantaron de pie, con los brazos extendidos hacia el cielo y encendiendo las linternas de sus móviles. Fue el momento de Quiero perderme en tu cuerpo, Esta ausencia o Dígale. La banda cumplió correctamente su cometido, sin pretender obtener demasiado brillo de sus instrumentos, más allá de algún solo de guitarra y de bajo, instrumentos que estuvieron especialmente presentes en las piezas más desnudas. El resto del tiempo, sinceramente, todo el protagonismo recayó sobre el cantante, que se cambió de ropa y apareció vestido de cuero rojizo para acometer un nuevo tramo de medios tiempos (Me enamoré de ti, Nuestro secreto o Me siento vivo).

Fue este el único momento en el que la mayor parte del público volvió a sentarse, a pesar de que algunas canciones sonaron más enérgicas (Ruido) y otras buscaron la emotividad en su desnudez (Mi princesa, una de las más coreadas). Desde la parte trasera del pabellón, el sonido se percibía algo apagado, sin llegar a apreciar los matices de cada instrumento ni la voz en todo su poderío.

Hacía falta un cambio de ritmo y este llegó con Diez mil razones, que volvió a levantar a la audiencia. Arrojaron desde el público un manojo de banderas y Bisbal las cogió y las agitó en la siguiente, Volaré. El delirio estaba a punto de desatarse con Silencio, Corazón latino, Bulería y Ave María, con todo el Arena entregado. Hubiese podido ser un colofón perfecto, pero todavía quedaban los bises: Ajedrez, Oye el boom y Esclavo de tus besos. Cuando terminó esta última, el cantante, que había estado bastante comedido en sus movimientos, dio un salto y desapareció tras las escaleras. Visto y no visto. Los músicos, solos sobre las tablas, despidieron a la audiencia con una versión instrumental del Ave María.

CONCIERTO DE DAVID BISBAL

Fecha: 11/06/2024. Lugar: Navarra Arena. Incidencias: Unas seis mil personas, prácticamente lleno. Grada con sillas. Unas dos horas de actuación.