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Pasaban: "Quiero morir de vieja"

Edurne Pasaban lamenta que el Shisha Pangma casi ni les "haya dejado entrar"La tolosarra seguirá con su reto en 2010 pero no sabe si hollar primero la cumbre, "que me tiene manía", o el Annapurna

Pasaban: "Quiero morir de vieja"Foto: oskar martínez

PAMPLONA. Yo no soy torero, no quiero morir en la plaza. Tengo claro dónde están los límites. Si no se puede subir, se da la vuelta y si tengo que utilizar oxígeno porque me estoy muriendo, lo voy a hacer. Yo quiero morir de vieja. Quiero ser madre, jugar con mis hijos y tener una familia. Estoy disfrutando muchísimo de mi trabajo, pero echo en falta muchas cosas. No quiero estar sola toda mi vida”. Los ojos con brotes verdes de Edurne Pasaban (Tolosa, 1-8-1973), que tantas veces se ocultan tras las gafas que la montaña le obliga a llevar, transmiten complicidad. Su discurso, cuidado por algo da conferencias en empresas privadas sobre liderazgo y motivación, entre otros aspectos y amable, está repleto de realismo, pero en él se cuela un sueño, su proyecto: hollar los catorce ochomiles del planeta. Y si no es la primera mujer en hacerlo no será ninguna decepción.

“No me afectaría. Sí es cierto que a la gente de mi alrededor le supone más que a mí misma. Pero es que nunca he sido competitiva en ese aspecto. Yo he corrido triatlones e iba siempre la última, y la gente que iba conmigo me decía que era una vaga, que no quería esforzarme. Pero yo iba a mi ritmo. No tengo ese punto de decir: Mira le he ganado a esa tía”, explica la alpinista.

Shisha Pangma y Annapurna son las cumbres que le faltan para cerrar el círculo. La primera de ellas, se empeña en cerrarle el paso: “Empiezo a pensar que me tiene manía”, afirma entre risas. Y es que Edurne acaba de llegar a Euskadi tras su cuarto intento por llegar a la azotea de la montaña del Himalaya. El mal tiempo la obligó a la retirada. “No es complicada, de los ochomiles que hay no es de los más difíciles. Mira el Kanchenjunga, que fuimos en primavera, que es una montaña supercomplicada, de las que dices: Voy pero seguro que no subo a la primera. Y lo conseguí. Y al Shisha, siempre es lo mismo, que no subo”, se resigna la tolosarra, quien encima esta vez regresa con más rabia: “Lo que más me fastidia de todo es que no hemos podido casi ni probar. Esta vez ni nos ha dejado entrar. En las otras ocasiones, hemos avanzado mucho más, y no hemos hecho cumbre porque hacía mucho frío o mucho viento o porque yo no podía, pero esta vez la montaña enseguida nos dijo: No, este año no hacéis nada. Ha sido superfrustrante. Además ha sido muy largo porque hemos estado mucho tiempo esperando a ver si cambiaban las condiciones meteorológicas. Y han sido casi dos meses en los que piensas que no sé si he estado perdiendo el tiempo o qué”.

Dos duros golpes

Dos fuertes golpes han azotado a Pasaban y a su equipo en esta expedición al Shisha Pangma. En primer lugar, la muerte de un amigo italiano, cuyo cadáver tuvieron que portar en el descenso. “El final ha sido bastante malo, cuando nosotros decidimos irnos a casa nos pilló la muerte de Roby (Piantoni) que fue para poner la guinda al pastel, y luego todo el rescate. Hemos venido cansados más psicológicamente de la montaña y de todo esto, que de otra cosa. Entonces físicamente no necesito descanso, he ido estos días ya al gimnasio, y tengo ganas de empezar a entrenar. También tengo ganas de tranquilidad y desconexión”, cuenta Pasaban.La otra puñalada del destino se presentó en el campamento Vivac Scott. Allí el viento, en una de sus versiones más despiadadas, hizo desaparecer las tiendas y todo lo que había en su interior: “Te entra una impotencia de la leche cuando ves que el viento se ha llevado todo. Yo llegué y oí a Alex (Txikon) gritar y pensaba que estos me están tomando el pelo, que era broma, porque siempre están así. Hacía un viento que te mueres y llegas allí a las 4.00 de la tarde y ves que no hay nada. En aquel momento dije: Venga, vámonos. Pero poco después me entró un bajón que me puse a llorar, ahí en medio de la pared, y estos diciéndome que había que bajar, salir de ahí”, describe.

Y es que los sueños, algunos, hacen llorar. Quizá en 2010, cuando Edurne vuelva a intentar coronar el Shisha y se lance a por el Annapurna, y lo consiga, llore, esta vez de alegría. “La intención de terminar el año que viene los catorce ochomiles continúa. De momento, en primavera iremos al Annanpurna, como estaba pensado anteriormente, porque es una montaña de primavera. El proyecto sigue, veremos a ver dónde metemos el Shisha. Puede ser que lo hagamos después, pero también estamos barajando la posibilidad de ir a los dos en la misma temporada. Por una cuestión de aclimatación. Pero primero tengo que mirar una serie de factores que tengo alrededor para decidirlo. Para finales de año, lo sabremos”, desvela Pasaban.

Lo llevo bien y mal

La pugna por ser la primera mujer que toca los catorce techos del mundo ha levantado una expectación que para Pasaban oculta una vertiente negativa: “Lo llevo bien y mal. Me gusta, la gente me apoya mogollón y el cariño de muchísima gente es increíble. Pero esto también me ha traído críticas por otro lado, y no es que sea una persona que no sepa aceptarlas, sino que soy superaprensiva para estas cosas. Puede haber un millón de apoyos y una crítica, que soy de las que mira la crítica. Esto es lo que peor llevo. Lo que pasa es que voy aprendiendo y tengo ayuda externa de entrenadores, psicólogos... Un amigo mío dice que yo no estoy preparada para hacer esto, pero no para terminar los catorce ochomiles, sino para afrontar todas las críticas que recibo. Y tiene razón, me cuesta y lo paso realmente mal. Pero he aprendido que la gente critica mucho sin saber y sin conocer a las personas”. La alpinista tolosarra aclara que estos ataques “normalmente llegan del ámbito”. “A la gente le parece que hay muchas empresas por detrás que me apoyan. Pero aquí no hay nada gratis y esto todo el mundo lo tiene que tener en cuenta”, añade. Quien también ha sido la diana de muchos ha sido Miss Oh.

“Es verdad que tiene unas posibilidades de montaje que yo no he tenido o que no he querido tener porque no he ido a ese ritmo. He necesitado diez años para llegar a doce montañas de 8.000 metros. Ahora tengo mis patrocinadores que me ayudan a pagármelo, pero al principio, no. Tenía que ahorrar para ir a la siguiente expedición y buscarme gente para ir, a ver con qué italianos, ecuatorianos o americanos me juntaba. Ella tiene ‘X’ dinero con el que puede montar las expediciones de esta manera. Pero al final hay que hacerlas. Yo vengo de estar mes y medio en una y es muy duro. Imagínate cuatro ochomiles en un año. Es un marrón que te mueres”, argumenta Edurne, quien tiene claro que será la coreana la que gane esta carrera: “Adelante, fenomenal. Yo la felicitaré”.