estella-lizarra - Cuando en 2015 llegó a las 1.000 ascensiones al monte Beriáin (más conocido como San Donato) quiso bajar el pistón, pero no pudo. Un mes aguantó Andoni Barbarin Jaurrieta sin acudir todos los días y hacer cima en la ermita. Después volvió a las andadas. Lo cierto es que este experimentado montañero está enganchado al monte y más en concreto a subir al Beriáin. “Es un monte especial, es corto pero intenso. El más bonito de Euskal Herria”, afirma con rotundidad. Así, hace unos días, el 12 de mayo, suscribió la gesta de haberlo coronado en 2.000 días diferentes desde que empezó a registrar las ascensiones en 2006. De hecho ha subido más veces que 2.000, ya que antes de 2006 no llevaba la cuenta y muchos días sube más de una vez.

Considera que lo que él hace “no es ninguna hazaña” y se quita mérito, “mucha gente hace cosas como yo”, aunque no cabe duda de que es muy singular coger el coche en Estella casi todos los días, conducir 40 kilómetros hasta Unanu y subir al Beriáin para después regresar a la ciudad del Ega y continuar con su vida. Una rutina que a veces incluye subir a Montejurra por la tarde (en 2017 lo hizo 85 veces) o preparar un viaje a otros montes.

Este estellés, que tiene 67 años, ya casi forma parte del paisaje del Beriáin y es que de los 365 días que tuvo el año 2017, acudió en 295 ocasiones de las que 218 subió por la grieta de Ihurbain; el año pasado fueron 270 veces, de las que 208 lo hizo por ese trazado más complicado. Barbarin lanza un consejo claro “por la grieta nunca hay que ir la primera vez solo, sino con alguien que lo conozca y no hay que llevar perros porque se pueden poner nerviosos, caerse y tirarte”.

Andoni Barbarin reconoce que subir a San Donato le encanta. Y hace unos meses cumplió otro sueño, pasar la noche allí. “He subido a todas horas, he hecho nocturnas, de madrugada... pero nunca me atrevía a dormir allí, me daba respeto y ya en septiembre junto a un amigo pasamos la noche”. Este montañero no se aburre nunca de subir al Beriáin. “Cada día cuando amanece es distinto. Unas veces tienes más ánimo que otras”.

El día que alcanzó los 2.000, no subió solo, tenía a una treintena de amigos y familiares preparados para acompañarle. Barbarin ascendió por la grieta con otros cuatro compañeros y el resto por la ruta más habitual, aunque explica que hay unas 19 diferentes. Al llegar arriba lo celebraron con un buen almuerzo, vino y hasta champán.

A Barbarin cuando no está en el Beriáin hay que buscarlo en otros montes, y es que en 2018 subió a otros treinta más. Desde 2010, cuando se iniciaron las salidas de los fines de semana del Club Montañero de Estella, no se ha perdido ninguna. Así, en los dos últimos años solo ha faltado en dieciséis ocasiones a su cita con las cimas y siempre se ha debido a “causas de fuerza mayor”. Esto es, teniendo en cuenta que las enfermedades le están respetando, días como el Nafarroa Oinez o el chupinazo. Otra fecha señaladísima en el calendario de Barbarin, como buen estellés, es el Viernes de Gigantes, día del cohete en Estella, pero en esa jornada lleva ya muchos años que no falta ni al monte, ni a la fiesta. “Subo pronto, almuerzo en Lizarraga y para las doce ya estoy en Estella”, explica.

Barbarin ha vivido en el monte experiencias de todo tipo. Algunas muy tristes como cuando en 1986 se encontró el cuerpo de un montañero en Punta Escarra (Pirineos) o hace unos meses cuando le tocó de cerca la muerte de la joven Ane, en San Donato. “Yo había pasado por ahí poco antes. Lo siento muchísimo”.

“el monte me llena” La parte positiva del monte la tiene clara y es que sencillamente le llena. “En el monte disfruto. Conozco mucha gente aunque para andar prefiero hacerlo solo, pero es una soledad elegida. Cuando trabajaba (es sindicalista jubilado) me aclaraba mucho las ideas, igual había un problema y paseando por el monte me venía la solución”.

Sustos en primera persona también ha tenido. El más reciente, el 27 de enero. “Me caí en San Donato y bajé muchos metros. No sé ni cómo paré”, explica. Eso sí, nunca olvidará el que vivió en Monte Perdido. “En 1994, en Monte Perdido, casi no bajo. Había mucha niebla, nieve y ventiscas. No se veía nada. Subí con otros dos y no podíamos bajar, anduvimos 15 horas y ya por fin encontramos el refugio. Llegamos helados y hoy en día cuando me acuerdo de aquello aún me sobresalto”, reconoce.

A partir de ahora, Andoni Barbarin seguirá a la suyo, es decir, disfrutando del monte, aunque asegura que no se marca retos en forma de cifras. “Voy a seguir mientras el cuerpo aguante, no me voy a marcar ninguna meta”, indica. Barbarin es abuelo y desea que sus nietos sigan su camino. De hecho, ya han comenzado a subir montes y los dos, Ioar (9 años) y Saioa (7), subieron a San Donato el 12 de mayo para felicitar a su abuelo en esta nueva gesta.