Mutilva - “Una vez que di la noticia de que no iba a seguir, me quedé más tranquilo”, se sincera Julen Retegui, que sabía desde septiembre que Aspe ya no contará con él a partir del próximo 31 de diciembre, fecha en la que expira su contrato con la promotora armera. El hijo de Julián Retegui, el pelotari más laureado de la historia, hace balance de una dilatada trayectoria como manista profesional a la que va a poner fin mañana en el frontón Astelena (17.00 horas, ETB 1). Orgulloso de sus éxitos, entre los que incluye la final del mano a mano de Primera que disputó y perdió contra Irujo en 2014, se va, pero dice que le hubiera gustado quedarse más.

¿Por qué eligió el día 3 de diciembre para anunciar cuándo iba a jugar su último partido como profesional?

-Porque, aunque lo sabía desde hacía tiempo, tenía que anunciarlo el mismo mes en el que acaba mi contrato y me vino bien porque es el día del patrón de los navarros y los pelotaris.

Antes de hacerlo público, ¿quién lo sabía?

-Mi mujer y mis padres. A mi hermano se lo dije una semana antes. Eran muchos meses los que me quedaban de contrato y había que seguir siendo profesional. Si sueltas la noticia pronto, siempre hay gente que te puede criticar y yo he seguido entrenando y haciendo lo que he hecho hasta ahora, aunque no lo he sabido llevar muy bien. Me he divertido un montón entrenando, pero luego llegaba la hora del partido y no disfrutaba, estaba pensando en que esto se acababa y, cuando estás pensando en lo que no hay que pensar, los resultados no son buenos.

¿Ha sido una liberación anunciar que se le acaba el contrato?

-Ya el otro día jugué más a gusto y, aunque perdí, disfruté en la cancha (se refiere al partido que jugó el viernes de la pasada semana en el Beotibar, donde, con Tolosa, perdió 16-18 ante Darío y Erostarbe). Hay veces que ganas y no disfrutas, pero hasta ahora no estaba disfrutando y los resultados estaban siendo abultados. ¿Liberación? No, porque yo no quiero dejar de jugar a pelota, que es lo que más me gusta. El último partido me lo voy a tomar como uno más, aunque sé que no va a ser así. Estuve en el partido de despedida de Aitor Mendizabal (con Tolosa, derrotó 9-22 al propio Retegi Bi y Bikuña el pasado 30 de noviembre en Eibar) y vi que disfrutó de ese día. Me gustaría que fuese algo parecido.

¿Se ha imaginado cómo puede ser ese último partido?

-No le he dado muchas vueltas. Sé que será un partido complicado, porque tengo de rivales a Peio (Etxeberria), que viene de abajo para arriba muy fuerte, y Bikuña. A mí me toca con Tolosa de compañero y creo que va a ser un partido disputado, pero lo que tengo claro es que voy a luchar hasta el final y, si puedo ganar, mucho mejor.

¿Desde cuándo sabe que Aspe no le iba a renovar el contrato?

-Desde septiembre. Ahí sí que me dolió no jugar el Cuatro y Medio. Había hablado con la empresa y me dijeron que lo más seguro era que, si tenía contrato, lo jugara. Me llevé desilusión al quedarme fuera.

¿Hubo negociación?

-No. Yo renovaba año a año y llamaba a Fernando Vidarte (administrador único de la empresa Aspe) para preguntarle. Tengo familia, dos hijos y hay que mirar por el futuro. Todos los años le llamaba y él me decía si contaba conmigo o no. Esta vez me ha dicho que no. Ya me lo olía por los partidos que estaba jugando tanto en julio como en agosto, que eran de los que no solía jugar. Te lo vas oliendo, pero no es una noticia agradable. Eso sí, la conversación fue normal, como en años anteriores, y le agradezco su sinceridad porque al final tienes unos meses para prepararte.

¿Sin rencor?

-Ninguno. Le agradezco que vaya de cara. Creo que es mejor así. Las cosas claras y el chocolate espeso. Al final, si no era en septiembre, me lo iba a decir en diciembre. Podía tener dudas, pero no. También se ve la filosofía que están llevando las empresas, que quieren chavales jóvenes. Me da una pena terrible porque me encuentro bien y no he tenido lesiones graves.

¿Ha probado a llamar a Baiko?

-No, porque las dos empresas están yendo de la mano haciendo lo que están haciendo. Se acabó y punto. De lo que sí estoy seguro es de que voy a seguir jugando a pelota, no sé si a nivel aficionado o por libre o con alguna empresa pequeña. También tengo claro que a partir de ahora disfrutaré más. En profesionales también disfrutas, pero siempre es como si fuera un trabajo y, en cambio, a partir de ahora va a ser un juego. Seguro que me divierto más y el ambiente va a ser más tranquilo, sin corredores, sin televisión? Ha habido partidos en profesionales en los que he disfrutado un montón, pero también se sufre. Para disfrutar en uno, a lo mejor has tenido que sufrir en 60, independientemente del resultado.

Dice que “las empresas están haciendo lo que están haciendo”. ¿A qué se refiere?

-A que, cuando yo debuté con Asegarce (en 2005), había gente veterana como Unanue, Errasti u Otxandorena y, cuando pasé a Aspe (en 2009) estaban Lasa, Fernando Goñi, Eugui? Creo que donde más se aprende es en los entrenamientos. Me acuerdo de alguna sesión en la que Zabaleta, cuando tenía 18 o 19 años, iba como un tiro, pero sobre todo gracias a que Fernando Goñi le aguantaba el tanto. En cambio, si hubiera jugado contra otro pelotari joven de su edad, seguro que Zabaleta habría terminado el tanto antes. Creo que para eso están los veteranos. También a nivel de partido, porque un partido dura una hora y te vas a casa. En cambio, en los entrenamientos juegas un partido a 22, la revancha y otro partido más para desempatar. Al final son casi dos horas y es ahí donde se aprende. Pero ahora están reduciendo el cuadro y el otro día me pareció escuchar que la media de edad era de 24 años? Antes decían que el pelotari se hacía a los 30 y ahora no sé si alguno va a llegar a esa edad.

De hecho, tras su salida y la de Aitor Mendizabal, en Aspe ya no quedan treintañeros.

-Así es. Y Mendizabal también estaba con un juego terrible. No creo que haya sido porque hayamos bajado el nivel, al final nos han echado por la edad y por la filosofía de las empresas, que son las que mandan.

En cualquier caso, ha completado una carrera de 14 años como profesional, algo que no está al alcance de cualquiera.

-Y se me han pasado volando.

¿Con qué se queda?

-Con todo lo bueno. Con el día del debut, que siempre es especial. Con la pareja contra la que debuté, que fueron Unanue y Errasti, y yo jugando con Oier (Mendizabal). Me acuerdo de que debuté con 68-69 kilos (ahora, según la web de Aspe, está en 78). Era un sábado y tuve agujetas hasta el miércoles. Había tensión y todavía no estaba hecho físicamente. También me acuerdo de las dos txapelas del Parejas de Segunda con Jokin Argote. Ganamos dos años seguidos y el segundo año yo también me llevé el Manomanista de Segunda. Y también me quedo con la final del mano a mano de Primera (la jugó y la perdió 22-9 ante Juan Martínez de Irujo en 2014, eso sí, después de eliminar a Mikel Idoate (22-14), en semifinales; a Aimar Olaizola (22-11), en cuartos; y a Joseba Ezkurdia (22-18), en octavos).

¿Cómo fue aquella experiencia?

-La final en sí no la disfruté. Eran dos semanas para prepararla y todo el rato estaba pensando en la final. Por ejemplo, si me tocaba levantar 50 kilos de una pesa, yo le decía a mi preparador físico: “Para, para, vamos a poner 40 a ver si me va a pasar algo para la final”. Y luego te pones a pensar y había hecho ese ejercicio 500 veces y no había pasado nada, pero estaba todo el rato pensando en la final. No supe disfrutar el momento ni llevarlo bien.

¿Alguna otra espina clavada?

-Sobre todo partidos que tenía encarrilados y que acabé perdiendo. Me vienen a la memoria dos del mano a mano: el que jugué contra Urberuaga en 2009 (perdió 22-19 después de ir ganando 9-18 en primera ronda) y el de Barriola, que iba ganando 20-10 y no hice un tanto más (en los octavos de final de 2013). Parece mentira que yo no pudiera hacer dos tantos más o que él no cometiera dos fallos. Fue el partido en el que más he disfrutado y en el que más he sufrido: se me fastidió la mano, Abel se dio cuenta, me empezó a sacar al medio y hacia el ancho y no pude hacer nada.

Ha ganado tres txapelas de Segunda (dos del Parejas y una del mano a mano

-Todo el mundo sueña con una y todo el mundo se prepara. Cada vez que entras en un campeonato es para ganarlo. Si no, ¿para qué juegas? Luego llega sólo uno, pero una vez fui el número dos y estoy muy feliz por ello.

Para aguantar 14 años como profesional, hay que tener muchas cosas: físico, pocas lesiones, cabeza...

-Todo, todo. También cabeza. Al final yo no solía entrar en el Parejas y me la jugaba a dos cartas, el mano a mano y el Cuatro y Medio. Ahí no había liguillas, era a partido único y había mucha tensión. Al final te preparabas muy bien, pero tenías que estar bien ese día y el contrario también juega. Otra pena que me llevo es no haber jugado algún Parejas más.

¿Qué le ha dicho su entorno más cercano durante estos últimos meses como profesional?

-Tampoco mucho. Que disfrutara de los últimos partidos, pero no ha sido fácil porque al final estás viendo que se acaba lo que te gusta y te da pena. En los entrenamientos sí que he disfrutado como un enano, pero luego llegaba el partido y había veces que no quería ni ir a jugar. De hecho, ha habido algunas suspensiones por eso, aparte de que tenía un poco tocada la mano.

Con su despedida, se acaba momentáneamente la saga de los Retegui. ¿El apellido pesa o ayuda?

-Es mi apellido y punto. La gente le ve (se refiere a su padre, Julián Retegui, el manista profesional más laureado de la historia) como una leyenda, pero yo siempre lo he tenido bien claro: es mi padre y va a estar en casa sí o sí y me va a tener que ayudar. Es con el que más confianza tengo y lo he llevado bien. Estoy seguro de que para unas cosas me habrá ayudado y para otras me habrá perjudicado, pero tampoco le doy muchas vueltas. He hecho lo que he podido y lo que hizo él creo que no se va a superar. Los récords están para batirlos, pero ganar 11 txapelas individualmente es muy complicado.

Y ahora, ¿qué?

-Con respeto, porque me saqué Bachiller pero no tengo carrera. Los estudios no se me han dado bien y siempre he hecho lo mismo, jugar a pelota y entrenar, pero tengo un par de cosas en la cabeza y no sé por cuál me decantaré. Va a ser un cambio brusco, pero quiero darme un tiempo para ubicarme.