Se enorgullece la organización del Mundial del carácter de la carrera que conduce a la vida multicolor del arcoíris, esa gloria que dura para siempre y que viste un año entero. “Es un prueba para verdaderos Flandiers”, vociferan desde Bélgica, que invocan al espíritu de Merckx, a los adoquines y las cotas para resolver la carrera del año. Las estrellas del firmamento ciclista rodean el arcoíris. El universo del Mundial de ruta de este domingo gravita alrededor de Flandes, punto de encuentro de una colisión estelar. Una pléyade de luminarias dispuestas a conquistar el mundo. Luces de Broadway por carreteras belgas, por un entramado de 268 kilómetros entre Amberes y Lovaina, enlazadas ambas ciudades por dos circuitos y nueve cotas para quebrar los ánimos y laminar las voluntades en un trazado muy exigente. Un territorio para clasicómanos contumaces, ciclistas de aliento largo y poder en las piernas. Tipos capaces de derribar pelotones. La estrategia y la gestión táctica son fundamentales en el Mundial, la gran clásica del curso, más en un ecosistema como el que se presenta el Flandes.

En Bélgica se giran los focos, inevitablemente, hacia Wout Van Aert, el belga prodigioso, el hombre de todas las carreras: plata olímpica y plata Mundial en contrarreloj. Van Aert, un ciclista a borbotones, brota con el cartel de favorito en una prueba en la que se agolpan los candidatos como en una imagen de cuando las rebajas no se colgaban en internet y se codeaba a la puerta de las tiendas para hacerse con la prenda favorita. En el gran bazar del ciclismo no hay prenda más adictiva que el maillot arcoíris. Con Van Aert viaja Remco Evenepoel, peleado en las declaraciones con Merckx, el oráculo belga. El tótem señala al joven y descarado Evenepoel, al que tilda de egoísta. En ese ambiente, la selección belga dispone de un pelotón de fusileros magníficos y la ventaja del conocimiento exacto de cada palmo del terreno. Los belgas deberán resolver sus debates internos y el gobierno de cohabitación. Se presupone que la carga de la carrera recaerá sobre sus hombros.

Frente a Van Aert se concentra un cúmulo de dorsales con púrpura. Van der Poel, el tremendo, es otro de los opositores al triunfo final. Volcánico, el neerlandés, un ciclista desmedido, -aún se recuerda su implosión en Yorkshire- retará a los belgas con su estilo desgarrado. En ese mismo escaparate se sitúa el eléctrico Julian Alaphilippe, actual campeón del Mundo. El francés, competitivo al extremo, siempre despierto en carrera, defenderá su estatus protegido por una selección bien pertrechada para el combate y con secundarios de lujo. En Dinamarca sobresalen Magnus Cort, temible su estado de forma en la Vuelta, donde cazó tres etapas, y Asgreen. Los daneses pueden manejarse en varios escenarios y tal vez sean el contrapeso de los belgas.

Italia, la eterna Italia, que celebró el Mundial de contrarreloj de Ganna, el oro sub’23 de Baroncini y el élite femenino con Balsamo, posee el neón de Colbrelli, campeón de Europa, como su luz más deslumbrante, aunque no la única. Nunca se puede eliminar a Italia de la ecuación mundialista, menos ante retos que no solo miden la fortaleza física de los corredores. El Mundial tiene mucho de ajedrez, pero también de la pillería de los trileros. Nadie maneja mejor esos códigos que los italianos. Eslovenia, que nunca fue un clásico, pero ahora domina el planeta ciclismo, presenta a Pogacar y Roglic, dos ciclistas sin parangón. Ambos están capacitados para someter al resto, hacer palanca y voltear los pronósticos. Con ellos correrá Mohoric, un ciclista de enorme capacidad que tampoco es descartable en absoluto en un recorrido que ataca las piernas como las termitas a la madera. Para la joven Eslovenia todo parece asumible.

LA BAZA DE ALEX ARANBURU

La selección española, sin el banderín de enganche de Valverde, hilo conductor mundialista durante años, deberá jugar a la contra. Alex Aranburu será el líder de una formación con Imanol Erviti y Gorka Izagirre. El de Ezkio, al que le entusiasman las clásicas, se antoja la mejor apuesta para tratar de merodear el arcoíris. “No llego en el momento que me gustaría, ya que la caída de la Vuelta me ha obligado a estar ocho o nueve días parado, pero he tenido tres semanas para prepararme bien. Creo que podemos hacer una buena carrera. El circuito me gusta, tiene muchas cotas cortas y duras y es muy técnico además. Habrá que estar delante y creo que tenemos buena selección para intentar conseguir un buen puesto”, expone Aranburu.

El hecho de que haya tantos corredores de enorme impacto y que probablemente se vigilen entre ellos, pueden ofrecer una rendija para las opciones de Aranburu, que deberá acertar, al igual que Matthews y otros outsiders como Pidcock, Almeida, Simmons, Schachmann, Ackermann o Hirschi en una prueba de numerosas combinaciones. La caja fuerte del Mundial, el Fort Knox del arcoíris, requiere reunir numerosas y valiosas condiciones, siempre abierta la puerta de la sorpresa. Peter Sagan lo sabe. Tres veces campeón del Mundo, el eslovaco, sin el empuje de antaño, llega en un buen estado de forma. Sagan siempre ha sabido correr en solitario, lejos de la estructura de las grandes selecciones. El eslovaco deberá actuar con inteligencia y aprovechar las corrientes internas de la carrera. No convendría tacharle en la lucha de las estrellas que desean ser arcoíris