Que sí, que sería estupendo estar en la lucha por Europa como en la pasada temporada, y haber vuelto a la final de la Copa. Claro que sí. Pero cuando se tiene apenas el 12º valor de mercado de la Liga, o el 14º límite salarial, los milagros solo ocurren de vez en cuando, en esas contadas ocasiones en las que todo se hace muy bien y hasta se tiene algo de fortuna. El caso es que las derrotas consecutivas ante el Valencia y el Rayo –en dos partidos que bien podrían haber acabado de otra manera– dejan a Osasuna en tierra de nadie, con poco más estímulo en las seis últimas jornadas que acabar lo más arriba posible, por aquello de que cada puesto mejor da unos ingresos extras mayores. Y, sí, no suena muy apetecible, pero sabe mejor cuando se recuerda que el descenso está a 14 puntos, por lo que nos ahorramos la tensa fiesta –otrora habitual– de la salvación in extremis. Que es un bendito aburrimiento.