bilbao - Al fin, descorchado, Mathieu Van der Poel (Países Bajos) levantó, liberado, enrabietado, la bicicleta al cielo azul de Bogense, en Dinamarca. Allí residía el maillot arcoíris. Esperándole. Era de su talla. Alcanzó la gloria el neerlandés y se le cayó la emoción encima. En cascada. Una avalancha de llanto, memoria y recuerdos. Campeón del mundo. En ese instante, un fotograma veloz que resume postales de hiel en los dos últimos Mundiales se coló entre el confetí que le recibió. Estalló entonces por dentro Van de Poel, palpitándole el corazón, danzándole feliz el alma entre la tiritona emotiva que provocan las victorias que son más grandes que uno mismo. El neerlandés es un coloso, el gigante del ciclocross, un competidor enorme, ovillado sin embargo en las anteriores tramas mundialistas entre los pliegues de la competición. Señalado por el infortunio, capado su talento por la presión. Van der Poel padeció derrotas dolorosísimas. Como la de Valkenburg, en su casa, o en Bieles. El mejor especialista, el voraz leviatán, se quedó canino en dos campañas en las que fue inalcanzable. Todo era suyo, salvo el Mundial. Su último reconocimiento se remontaba a 2015, a Tábor. Desde entonces, el mejor se estrellaba en la carrera de las carreras. En Bogense atravesó ese muro invisible, una montaña psicológica que le aplastaba, y se posó en el trono que le pertenece, el reservado a un ciclista que es de oro. Su color. Se alimentó de pan de oro Van der Poel, que no dejó que nadie se colara en su festejo. Solo él, el cielo abierto y la felicidad. Eso vale un mundo.

Detrás de su pose victoriosa, se desprendió el talento de los belgas Van Aert y Aerts, que discutieron de cerca a Van der Poel hasta que el gran campeón decidió que no se lamentaría más, que cerraría el pasado en un baúl en el desván, en objetos perdidos, en un no lugar al que no poder acceder porque no se sabe cómo. En su retrovisor peleó un fantástico Felipe Orts, que resistió entre los diez mejores hasta las dos últimas vueltas. Al alicantino se le estiró demasiado el Mundial y alcanzó un 12º puesto, un enorme logro para Orts.

despedida de larrinaga También lo fue el de Javier Ruiz de Larrinaga, en su cita de cierre, en la despedida del ciclocross. Estar en el Mundial era para el alavés vencer. “Ya puedo decir que se acabó mi carrera profesional. Una pena no poder acabar en vuelta, pero ese 30º puesto dice que he ido con buen ritmo. No pude salir bien y eso me ha perjudicado, pero me quedo contento porque lo he dado todo y he disfrutado sufriendo”, expuso Ruiz de Larrinaga en su última carrera. No habrá más competición para el longevo alavés, que candó una carrera excelsa, donde sobresalen cinco títulos estatales y cuatro de Euskadi. “Muchas gracias a todo y nos seguimos viendo sobre el barro”, resolvió Ruiz de Larrinaga en su adiós, tras alcanzar la última frontera. Esa que atravesó Van der Poel.

1. Mathieu Van der Poel 1h09:20

2. Wout Van Aert a 16’’

3. Toon Aerts a 25’’

4. Michael Vanthourenhout a 50’’

5. Laurens Sweeck a 1:01

6. Lars Van der Haar a 1:10

7. Quinten Hermans a 1:24

8. Marcel Meisen a 1:29

9. Jens Adams a 1:31

10. Gianni Vermeersch a 1:33