“Las cronos van de saber agonizar, de llegar al límite del sufrimiento en muchos puntos pero sin sobrepasarlo”, destaca Pello Bilbao (25 de febrero de 1990, Gernika), campeón de España contrarreloj. Suena a castigo la sentencia del vizcaino, que este viernes tratará de reeditar el título de la especialidad en un trazado de 32 kilómetros en Busot. Las prueba de Ruta se disputará en La Nucía el domingo. “Me gusta el trazado. Es un recorrido propicio para mí. Se trata de una crono exigente. Tiene cambios de ritmo, bajadas técnicas y es necesario ser capaz de gestionar la agonía; saber dónde puedes respirar y en dónde buscar los límites. Además, es una distancia equilibrada”, desgrana el ciclista. Pello Bilbao asume que después de la disputa del Giro de Italia, una carrera que conduce a una fatiga extrema, tiene las “dudas propias” de ver cómo responderá al cuerpo en su regreso a la competición, pero la idea “es hacer una buena crono y tratar de retener el título”.

El vizcaino se asomó tarde al proceloso océano de las cronos, una disciplina repleta de aristas, en la que la soledad, la aerodinámica y la perversa geometría de la cabra, la bicicleta que invita a la tortura y al padecimiento, establecen las reglas del juego. Son pocos a los que le entusiasma rodar en solitario sobre una postura incómoda, más propia de contorsionistas. “En mi caso, como en el de muchos, pensaba que no sería bueno en las cronos. No quería verlas ni en pintura”, recuerda Bilbao, plata en 2019 y oro en 2020, sobre sus primeras impresiones cuando se trataba de las cronos. El gernikarra era capaz de “mover muchos vatios y volúmenes”, pero no lograba plasmar esos datos de las carreras y los entrenamientos en una especialidad que exige muchísimo y posee su propio discurso.

El acercamiento de Pello Bilbao al universo de la lucha contra el reloj se produjo de forma gradual. Al comienzo era refractario, pero se impuso su visión de aprovechar al máximo su potencial. “Yo tengo una mentalidad muy economicista. Me gusta gastar las fuerzas donde puedo mejorar”, subraya el vizcaino, que entendió que el latifundio de las cronos era un territorio hostil, no precisamente cómodo, pero que ofrecía claras posibilidades de progreso. Sus ganas de aprender y de mejorar le impulsaron hacia ese “reto”.

Emprendió el vizcaino un viaje hacia el conocimiento de una nueva materia a través de la curiosidad y del deseo de ser mejor, de convertirse en un ciclista más completo. “Detrás de las cronos existe toda una ciencia, algo que me trasladó Iván Velasco cuando estaba en el Astana. El objetivo era el trasvase de mis capacidades a la especialidad. Entendí que podía mejorar si era capaz de controlar los factores inherentes a la disciplina”, analiza el gernikarra, que se adaptó al lenguaje de las cronos “metiendo muchísimas horas en el velódromo, buscando la mejor postura posible para ser eficaz con la aerodinámica y el pedaleo”. Además, al menos una vez por semana, el vizcaino entrena con la bicicleta de contrarreloj. La repetición es imprescindible en la metodología de las cronos, que penaliza muchísimos los errores. “A partir de ahí, vi que fui mejorando”, establece Pello Bilbao.

LOS FRUTOS DEL TRABAJO

La insistencia en el trabajo provocó el despegue del vizcaino. Los resultados fueron apareciendo en su cuaderno de bitácora a medida que amplió el radio de acción sobre la bicicleta de contrarreloj. Eso estimuló al gernikarra. “Cuando ves que mejoras, te motivas. Primero quieres estar entre los diez mejores, después entre los cinco y luego buscas ganar”, expone Pello Bilbao, consciente de que en la contrarreloj el aspecto mental es básico para rendir al máximo. “Mentalmente tienes que ser fuerte. En ese sentido, la crono te obliga a tener una motivación muy especial. Tienes que estar muy convencido de salir a sufrir. Es una idea que tienes que tener muy interiorizada. Estás tú solo, con tu sufrimiento, calculando hasta dónde puedes llegar. Tienes que estar muy concentrado y tener muy claro que tienes que estar motivado desde el comienzo. Te mides a ti mismo”. Además de medirse a uno mismo y al inmisericorde reloj, también está la huella de los rivales. “Esa es una variable incontrolable”, concede Pello Bilbao, dispuesto para la reválida.