Sin distracciones paisajísticas, todo rectas largas y arena, toneladas de arena por todos lados, serpenteó el pelotón en la etapa bautismal del Saudi Tour, una carrera contracultural porque apenas hay aficionados, deforestado el público en un territorio hostil: el desierto. La ocurrencia de rodar en lugares contrarios a la lógica, que recuerdan a Lawrence de Arabia e incluso a los western polvorientos de Monument Valley, hace tiempo que la lapidó el dinero árabe, que sostiene una prueba en la los equipos se presentan en un escenario espectacular.

Los ciclistas son estrellas de una fábrica de ensueño. La realidad, abandonadas las construcciones faraónicas, pirámides de acero y cristal forradas de dinero y pintadas de oro negro, el maná que brota de las entrañas de la tierra, es un carrera disruptiva, que no tiene más sentido que el de los caprichos de los jeques. Todo lo puede el dinero y el ciclismo, al que nunca le ha sobrado el parné y se sostiene entre mecenas, marcas y equipos estado, acude allí en donde le requieren.

Lejos de los convencionalismos, la jornada inaugural tuvo su lógica, que no era otra que resolverse en un pleito de velocidad a pesar del tramo de sterrato, arena del desierto mezclada con piedrilla y prensada para la ocasión en la que más de uno mordió el polvo. Andrea Baglioli, señalado para pugnar por la etapa, se rebozó en el suelo. En la tierra perdió tracción. Con todo, el final asistió a lo que suponía. No se torció ningún renglón y Caleb Ewan, el cohete de bolsillo, The pocket rocket, estalló su primera victoria del curso. Ewan se impuso por delante de Martin Laas y del colombiano Fernando Gaviria.

SIN RIVALES

El australiano se asomó al manillar a toda velocidad, tirándose sobre el triunfo con saña. Apenas necesitó 100 metros, subido a su nuevo tren, con Selig y Drizners alimentando la locomotora, para desmontar al resto. "No hay mejor manera de empezar la temporada que con una victoria, así que estoy muy contento con el rendimiento del equipo. Conseguí el lanzamiento perfecto y sólo tuve que esprintar cien metros. Tenemos un nuevo tren con Rüdiger Selig y Jarrad Drizners", dijo Ewan .

El esprinter australiano, comprimido y enjuto, pero volcánico, despegó de tal modo que ni Lass ni Gaviria pudieron sombrearle. Solo pudieron observale. A su depósito de energía no les quedaba crédito para mantener la mirada con el aussie. Ewan, pletórico, celebró la victoria y el liderato del Saudi Tour, que este miércoles traza la segunda etapa después del chupinazo de Ewan.