J avier Tebas -quien más de una vez se ha declarado de “extrema derecha”- se reúne consigo mismo y, apoyándose en sus profundos conocimientos de seguridad ciudadana, de la situación en Catalunya y de una bola de cristal que tiene en casa, decide que es un riesgo inasumible que se celebre el Clásico dentro de una semana, contra la opinión de ambos equipos, la secretaria de Estado para el Deporte y el mismísimo ministro del Interior. Con un par. De carajillos. Pero, claro, si la causa de tan arbitraria decisión no es la seguridad, solos quedan motivos penosos: quizás, no querer el Camp Nou lleno de esteladas y cánticos en un partido que ven unos 600 millones de personas. Quizás, echar leña al fuego de quienes equiparan Catalunya con Alepo o Bagdad para justificar la aplicación del 155, el estado de excepción, el ejército o cualquier otro disparate. Y éste es el que dice -cuando le conviene, claro-, que no hay que meter la política en el deporte.