a jugada la presencio en primera fila, a escasos cinco metros de la barandilla del campo al que he acudido para valorar la actuación de uno de nuestros árbitros de Regional, intentaré ser objetivo en la descripción y no ir mucho más allá de alguna leve licencia literaria, disculpable creo yo:

Dos jugadores disputan el balón controlado por uno de ellos, el otro en su afán de arrebatárselo le da en la espalda un golpe más o menos alevoso, con el codo, pero con escasa fuerza, en realidad la cosa no debería haber pasado de ahí. Pero nuestro amigo, el golpeado, piensa que queda poco para el final del partido y que su equipo va ganando por la mínima y esa reflexión lo convierte en un claro aspirante al ingreso en alguna escuela de arte dramático. Se precipita al suelo, grita, se retuerce, cualquiera diría que precisa la urgente llegada de alguna UVI móvil o directamente de los servicios fúnebres.

Por supuesto que a la escena acuden todos los actores secundarios, el escaso público se divide en dos grupos mal avenidos, unos reclaman la inmediata expulsión del infractor y los otros la nominación a un Oscar para el moribundo, no falta alguna chispa de discusión entre ellos y tampoco la señora que trata de calmar a su alterado esposo. Ahí tenemos también al perfecto compañero que aporta un melodramático “lo ha reventao”, si añadimos dos o tres empujones entre unos jugadores y otros, ya vamos estando todos.

¿Y el árbitro? Pues el hombre da uso a su silbato, a la vista de la situación requiere la entrada del masajista y sorprendentemente entonces los compañeros del doliente, incluyendo al del diagnóstico fatal, dicen que no hace falta que ya se está recuperando porque desde luego no quieren que tenga que salir del campo.

Aparece, sin mucha prisa, el solicitado masajista con su botellica de agua en la mano, el lesionado en trance rapidísimo de mejora se levanta, da dos tragos al recipiente y tras recorrer el par metros que le separan de la línea de banda levanta el brazo y solicita con suma urgencia su reingreso al juego, qué salud desborda, bien dispuesto para el juego, el teatro o lo que toque.

¿Y qué tiene de especial la escena? Pues nada, se repite todos los fines de semana en un montón de campos de no importa qué categoría, porque los profesionales también lo hacen, vaya que sí.

¿Y qué entonces? Pues que hagáis el favor de no decir que esto es de listos, no lo es, es de tramposos. Dicho queda, con perdón.

El autor es vocal de Formación y Relaciones Sociales del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol