l Chanclazo se bautizó en septiembre de 1963, cuando dos amigos, Chuchín Abadía y Valentín Gómez, salían de reirse con una de Cantinflas en el cine Olimpia, luego Carlos III, víctimas de la piqueta destructora e inmobiliaria. En la película, el famoso peladito mexicano, Mario Moreno, hablaba “de forma disparatada e incongruente y sin decir nada” (la Academia de la Lengua dixit), sin sospechar que su carro “El Chanclazo ambulante” nominaría a una sociedad de insurrectos de casta.

La fundarían una gente que merodeaba el Frontón Labrit, relacionada con el Oberena y de tres equipos de balonmano, Zazpi Bat, Laguntasuna y La Plaga, además del suyo, todavía sin sacramento del bautizo. Todavía frescas las carcajadas de la película, se llamaría Chanclazo, aunque la memoria apunta que se le apellidaría 003 Vinillo, o el doctor Alzheimer nos lleva la contraria.

La trayectoria vital de aquella entidad, larga, fructífera y sabrosa, plagada de jugoso anecdotario, se enseña ahora en la obra Historia del Chanclazo, que acaba de dar a luz el “enamorado del poder y del valor de la amistad”, Jesús Elso. Ojear sus páginas provoca la sonrisa y nostalgia del qué-bello-es-vivir después de 60 años en los que hemos sido mineros y atesoramos “plata en las sienes, oro en los dientes (ya no se lleva) y plomo en las piernas”.

El parto, burocraticamente hablando, necesitó de fórceps, en aquel tiempo gris en el que “parecía que a todo el mundo le sudaban los pies y le olían los calcetines”, en exacta opinión del llorado Manuel Vázquez Montalbán. La directiva de Oberena “nos denegó el permiso”, recuerda el amigo Elso, quizás porque aquella tropa “bullanguera, alegre, cantarina y ruidosa” les dió “miedo y alimentó el temor de que no representaríamos de la manera que ellos esperaban a una organización dependiente, al fin y al cabo, del Obispado”.

Los estatutos se obligaban (tramitados por Política Interior, Ministerio de la Gobernación, que hacía temblar sólo con nombrarla) a hacer constar que la sociedad unicamente buscaba la práctica del deporte “sin ninguna finalidad política ni religiosa”. El régimen del fresco-general-procedente-de-Galicia estaba en pleno apogeo con “abundante burocracia y un férreo control de las autoridades”.

JARAUTA 52

No importaba, la amistad mueve montañas y abre puertas, la del local de la calle Jarauta 52, primer tabernáculo. El lance costó 400.000 pesetas, de las que se aportaron 80.000 de vellón por el incombustible Ignacio Arregui, y otras 320.000 a 2.500 por socio. “Había un futbolín y un colchón en el suelo” (ejem, ejem) y sendos agarraderos “para hacer fuerza” cuando lo exigía el esfínter según Fernando Arbizu. No lo confirmé nunca, pero lo creo conociendo a la persona que arregló más cafeteras de las que siempre se estropeaban en fin de semana.

El gentío del Chanclazo frecuentaba el Bar Monasterio, sancta sanctorum baztandarra en Pamplona. Allí regían los inolvidables Fernando, elizondarra por matrimonio con Conchita Lasa, y el hermano de ésta, Carmelo, y me tocó la lotería de conocerles, a limpio órdago y cachondeo nocturno cuando uno decía que estudiaba en la capital.

Nunca olvidamos los bocatas que, tras SOS telefónico, les falto tiempo para servirnos, en atardecido domingo, cuando con Ramón Sobrino, radio fracturado al fútbol en Caparroso, hicimos noche en la clínica de San Juan de Dios. Armendariz y siento no recordar al otro se dejaron la fiesta para abastecernos. Detalles de la buena gente que siempre han sido.

balonmano

Mentira parecerá ahora, pero el Chanclazo hacía deporte y con equipo de balonmano. En el CD Baztan también sacamos y colisionamos con ellos, y se nos ocurrió acabar invictos, 29 victorias y un empate en Maristas contra, no podía ser menos, ¡el Chanclazo! que finalizó segundo. Allí forjaría internacionalidad nuestro Pali Garmendia, que, hasta entonces, nunca había jugado de portero. Nos unió el deporte, una forma de vida que el Chanclazo ejerció (Zoco, Zabalza, Eguaras, sonrisas Arenaza, Joxepe Goñi Romero, Javier Ederra, el baztandarra Juan Mari Amiano,...) con rotundo éxito en el Boscos y la Copa Orbaiceta entre otros.

Que 60 años no es nada, nos han pasado por encima pero el afecto y la amistad permanecen. Llamaba la atención Valentín Gómez, la cara más expresiva de buena persona jamás vista, y la de pillo y eterno presidente, Ignacio Arregui, hasta que decidió dejar de andar bajo palio. El Chanclazo era cachondeo y vida, pero con un corazón así de grande para hacer también solidaridad por quien más lo necesitaba. Ahora en la Estafeta, en señorial palacio, no sé como andará el relevo generacional, seguro que categoría si de tal palo tal astilla, se hace justicia en letra impresa y entrañable. Amigos para siempre.