En la jornada de cuartos de final masculinos del recientemente acabado US Open, los partidos han tenido un promedio de casi cuatro horas de duración. La pregunta es muy sencilla: al margen de personas de vacaciones, parados, jubilados y millonarios, ¿quién puede tragarse todo esto? Es que hay que disponer de mucho tiempo para poder asistir a un espectáculo semejante. El tenis es un deporte muy atractivo y, además, muy televisivo. Pero si se empeñan se lo cargarán, porque estas dosis tan desmesuradas no pueden promover más que el abandono del sofá y del canal. Quien suscribe se considera un apasionado del tenis y, aún así, no soporta semejantes sesiones. Ni siquiera con el estímulo de que uno de los protagonistas sea de aquí cerca.

Todo deporte intenta tomar medidas para ser el mejor, el más visitado, el más visto y, en conclusión, el más atractivo. El tenis parece que no juega a este juego y cambia sus procedimientos casi menos que el fútbol, que ya es decir. La International Tennis Federation (ITF) ha hecho un sinfín de estudios para modificar reglas y materiales pero, salvo el gran invento del tie break, no ha variado prácticamente nada en muchos años. Modificar el tamaño del cuadro de saque, cambiar la altura de la red, reducir el peso de la pelota, aumentar el volumen de ésta, permitir sólo un saque, reducir los sets a cuatro juegos y, en fin, muchas más reflexiones, componen la reciente historia técnica de la ITF que, como se ve, no ha dado sus frutos.

A partir de 2019, la Copa Davis se jugará al mejor de tres sets y esto beneficiará al espectáculo y promoverá que muchos aficionados se peguen al televisor y disfruten en dosis, como mínimo, lógicas. Pero esto es un avance obligado y no diseñado por los entendidos de la ITF. Los partidos de la Davis se jugarán al mejor de tres sets porque el más importante de los torneos de equipos nacionales del planeta se va a jugar en una semana, lo que obliga a jugar a ronda por día y eso no permite partidos de tres o cuatro horas.

Actualmente el tenis atrae a todo el mundo. Y es que hay una serie de jugadores en la élite que hacen cosas que los que no somos ni seremos élite no llegamos a entender. Jugadas de fantasía, físico sin apenas fisuras, arte, creatividad, emoción? son cosas con las que podemos soñar, pero sabiendo que son inalcanzables.

Pues a pesar de todo ese atractivo, no corren buenos tiempos para el tenis. El volumen de licencias no mejora y las competiciones locales sufren números bajos en cuanto a participación. Los expertos deben hacer algo (y rápido) para que no se escape el aficionado a otras disciplinas; vamos, para que no sea esto un coto de personas de vacaciones, parados, jubilados y millonarios.

El autor es entrenador nacional de tenis