los osasunistas jamás olvidaremos aquel 11 de junio del 2005 en el cual tocamos la gloria con las manos. Una final de Copa en el antiguo Calderón no se juega todos los domingos y la guardo en la retina como si hubiera sido ayer.

Viaje en autobús de aficionados, día por Madrid con camisetas rojillas, cuatro kalimotxos, cuatro canciones, cuatro risas con los béticos y al estadio. La copa se fue para Sevilla y allí estará, pero el orgullo de ser osasunista aquel día para nosotros se queda.

Todo fue maravilloso hasta que saliendo de la capital nuestro autobús fue apedreado desde un puente. El miedo se posó en la bandera rojilla y pasamos un rato que tampoco se olvida fácil. Unos desalmados corrían por aquel puente como si hubieran ganado algo. No iban de verde y blanco, precisamente.

Esto es una minihistoria personal de la violencia en el fútbol que me ha hecho recordar estos días cuando el autobús de Boca Juniors era apedreado de manera mucho más salvaje si cabe.

No hay un santo día que no veamos que el deporte más practicado del mundo sea salpicado con violencia en alguna parte del mundo, del país o de un pequeño pueblo donde haya un balón y dos porterías.

Las aficiones de cualquier equipo y de cualquier categoría quedan para partirse las caras en un descampado. Los padres de unos infantiles no quedan en ningún lado pero son capaces igualmente de partirse la cara por un simple fuera de juego que no fue.

Incluso estos días una madre, también en el clásico argentino, escondía las bengalas en la cintura de su hijo para poder meterlas al campo. Esto no es violencia, esto ya no tiene ni nombre.

El fútbol lo practican en el mundo 800 millones de personas y con unos valores que gustosamente lo representan pero si no empezamos a cambiarlo de forma radical me parece que se va al garete.

Seguro que gobiernos y autoridades tendrán algo que decir, pero no podemos esperar. Cada uno en nuestra casa deberíamos poner la primera piedra, y no precisamente para que luego se lance a algún autobús.

El autor es técnico deportivo superior