Pamplona - Hay imágenes y momentos que resumen perfectamente una temporada y la de Los Angeles Lakers se sintetiza con lo acontecido el pasado domingo en el Madison Square Garden, cuando en el último segundo de su duelo ante los New York Knicks, el equipo con peor balance de la NBA, LeBron James, su gran estrella, penetró a canasta en busca del tiro ganador y fue taponado por el croata Mario Hezonja. La derrota ni siquiera llamó la atención en el seno de una franquicia angelina que está viviendo un curso para olvidar sin que el fichaje de King James el pasado verano haya podido cambiar su errática trayectoria. Tras caer en la madrugada del miércoles ante los Milwaukee Bucks en la que fue su novena derrota en sus últimos diez partidos, los Lakers llevan un balance de 31 triunfos y 41 derrotas, exactamente el mismo que hace un curso, y salvo milagro que ya nadie espera no se clasificarán para los play offs pues a falta de once partidos de temporada regular necesitaría vencer todos sus encuentros y que Los Angeles Clippers o los Utah Jazz no volvieran a ganar. Todo un fracaso de la planta noble de la franquicia angelina -sobre todo para Magic Johnson, presidente de Operaciones Baloncestísticas, y Rob Pelinka, general manager- y también para James, que no se perdía las eliminatorias por el título desde 2005.

Cuando LeBron decidió el pasado verano dejar Cleveland y afrontar el reto de revivir la franquicia con mayor pedigrí de la NBA, se esperaba que su sola presencia sirviera para cambiar una trayectoria que acumulaba ya cinco ejercicios seguidos sin presencia en play offs, algo jamás visto por aquellos lares. Sorprendió que ningún otro refuerzo de relumbrón se uniera. La llegada de veteranos curtidos en mil batallas -Rajon Rondo, Lance Stephenson, Javale McGee...- que se unían a jóvenes prometedores -Kyle Kuzma, Lonzo Ball, Brandon Ingram o Josh Hart- no daba, evidentemente, para luchar por el anillo, pero parecía buena fórmula para empezar a reconstruir. Y no comenzó mal la campaña, pero todo se torció el día de Navidad. Los Lakers arrollaron a los campeones Golden State Warriors, llegando a un balance provisional de 20-14 que les colocaba cuartos de la Conferencia Oeste, pero James sufrió una lesión en la ingle que le llevó a perderse los siguientes 17 partidos, saldados con seis triunfos y once derrotas.

Con el técnico Luke Walton ya cuestionado y el equipo bajo sospecha, la química del vestuario saltó por los aires cuando a finales de enero Anthony Davis, uno de los mejores jugadores de la liga, pidió a los New Orleans Pelicans ser traspasado y trascendió que los Lakers habían ofrecido a cualquiera de sus jugadores, salvo James, para tratar de hacerse con él. Tras semanas de negociaciones, los Pelicans no cedieron, el periodo de traspasos se cerró y la franquicia angelina no solo se quedó sin la segunda gran estrella que tanto ansiaba, sino que sus jóvenes tenían que tragar con haber sido utilizados como fallidas monedas de intercambio.

Además, Ball se lesionó por esas mismas fechas y no ha vuelto a jugar, Ingram sufrió una trombosis en el brazo a comienzos de este mes... Las derrotas se fueron acumulando y hace tiempo que la esperanza de play off desapareció. Todo lo que no sea seducir en verano a otra gran estrella -el propio Davis, Kevin Durant, Kyrie Irving...- será otro fracaso, pues ni siquiera LeBron, que este curso promedia 27,5 puntos, 8,5 rebotes y 8 asistencias, pero cumplirá 35 años en diciembre, puede hacer milagros.