y todo el mundo tan contento. Bueno, casi todo. Porque después de los abrazos con los tuyos y la felicitación sincera al rival y ganador, en la soledad del motorhome, estoy seguro que Marc habrá pegado tres buenos puñetazos de rabia a un cojín. Porque Spielberg seguirá siendo otro año más el único terreno sin conquistar por el de Cervera. Y de nuevo en la última curva y de nuevo por Dovi. Y para un ganador nato, un tiburón de la pista, eso es difícil de digerir. Y digo que el resto aliviado porque con el monólogo que traíamos carreras atrás, tanto los aficionados, la prensa, patrocinadores, Dorna como organizadora e incluso su propio entorno, esta derrota, o mejor, esta no victoria tiene el efecto de un tranquimazin. No hay nada peor para un campeonato, sea de lo que sea, que una competición sin emoción, con un dominador monopolizando victorias y una desidia general ante un final más que anunciado. Y repito que incluso para Honda también que ya empieza a cansarse de la cantinela de que sólo Márquez puede hacer ganar con la RC213V y de que todo el mérito es suyo, visto las clasificaciones del resto de pilotos que corren con la máquina del ala dorada. Hacerle mortal, derrotado en una última curva por segundo año consecutivo y por el mismo piloto, parecen bajarle del Olimpo. Y mientras en Ducati, por supuesto alegría ante semejante victoria. Pero también de puertas para adentro, en la soledad de algún despacho de la casa italiana alguien se estará preguntando confundido por qué el bueno de Dovizioso es capaz de hacer el que técnicamente es uno de los mejores adelantamientos de los últimos años ante el extraterrestre Marc y en otras carreras se diluye como el colacao y acaba en unos puesto grises lejos de su potencial. El escozor de escuchar constantemente que tienes en los últimos años la moto más equilibrada de la parrilla y no ganar el campeonato tampoco debe ser fácil de digerir.