irurtzun - La pasada semana trabajó de tarde. No es un horario que le apasione. Prefiere madrugar, aprovechar el día y por la tarde dedicarse a sus aficiones, desde pasear con sus perros Dakota, Ebo y Kayla a quedar con sus amigos por Irurtzun. Una vida muy diferente a la que tenía no hace mucho, cuando Álex Mariñelarena pilotaba sobre una moto, viajaba constantemente de un lugar a otro del mundo, disfrutaba compitiendo, con la velocidad en sus venas y estaba a las puertas de disputar un Mundial de Moto2 completo. De codearse con la elite de este deporte. Un sueño que acabó esfumándose por culpa de un accidente que le ha cambiado por completo la vida y del que en unos días, el jueves 27 de febrero, se cumplen ya seis años.

“Cada vez que se aproxima la fecha tengo una mezcla de sentimientos. Hay temporadas que lo afronto de una manera más positiva y otras, menos. Ese accidente fue una pena, marcó un antes y un después en mi vida”, explica Mariñelarena, de 27 años. El expiloto navarro se preparaba a principios de 2014 para su primera carrera en el Campeonato del Mundo de Moto2, que se iba a celebrar en Qatar, cuando sufrió el trágico golpe. Con su equipo, el Tech3 francés, participaba en unos entrenamientos privados en el circuito Paul Ricard de Toulon (sur de Francia). Álex se caía de su Mistral 610 y su cabeza impactaba contra un muro de protección. Los médicos que le trataron en el hospital Santa Ana optaron por inducirle el coma, para tratar principalmente el coágulo que apareció en su cabeza. Casi una semana después, el 5 de marzo, se despertaba. Empezaba entonces una carrera hacia la recuperación, a intentar curarse de sus numerosas heridas y fracturas -las externas y las invisibles, las más vulnerables-, con la incertidumbre además de si volvería o no a subirse sobre una moto para competir. Un sueño que, finalmente, no retomó.

Ahora, su vida nada tiene que ver con aquella. Mariñelarena se recuperó, carece de secuelas que le impidan hacer una vida normal, consiguió trabajo en Manfisa -empresa de Irurtzun especializada en la fabricación de hilo trefilado-, se compró un piso en su localidad natal y ha sido capaz de salir adelante. Un camino nada fácil. “Después del accidente sólo pensaba en recuperarme. En no perder el sueño que tenía. Quería estar de nuevo bien para subirme a la moto otra vez. En caliente no piensas ‘de qué me he librado’. Sólo quería retomar lo que tenía”, explica. “Pero no fue posible. Tuve que empezar a caminar de nuevo, a hablar bien, a expresarme... Porque tenía todo muy afectado después del accidente. Ahora sí que me siento afortunado, cosa que antes no lo veía. Perdí una parte muy importante, un sueño, pero en estos momentos valoro otras cosas: estoy bien, trabajando y haciendo mi vida”, asegura Mariñelarena, que añade: “Ha sido una pérdida tan fuerte que he necesitado mucho tiempo para darme cuenta de que estoy aquí y puedo hacer una vida normal. He pasado unos años malos, sobre todo los dos primeros, pero la vida continúa”.

“readaptar” la vida

El mazazo del Tribunal Médico

“Aquí se ha terminado”

Tras el accidente, Álex Mariñelarena inició un proceso de recuperación largo. Acudía a la Clínica Universidad de Navarra, donde combinaba un proceso de neurorrehabilitación -para recuperar el equilibrio y la coordinación- con un proceso de rehabilitación traumatológica -con el fin de restablecer las fracturas en su hombro derecho y en los metatarsianos de ambos pies-. El excorredor navarro se esforzaba, confiaba en que la recuperación fuese completa para volver a pilotar una moto en un circuito. Pero poco a poco, esa esperanza se diluía. “Lo más duro en estos seis años fue hacia octubre de 2014, cuando me di cuenta de que la oportunidad del Mundial, de aquello por lo que había luchado desde que empecé a andar en moto, se esfumaba. No sólo eso, seguía aún con mareos, me encontraba mal, y me daba cuenta de que desaparecía todo”, recuerda.

Posteriormente, Álex Mariñelarena pasó por el Tribunal Médico, que debía valorar si estaba en condiciones o no de recuperar su profesión. Fue otro mazazo. “No me declararon apto para volver a competir. Ahí abrí los ojos y dije: ‘Aquí se ha terminado’. Pasé una temporada con la moral muy baja y para mí fue una tragedia. Porque yo con 17 años dejé a mis amigos, a mi entorno, me fui a vivir solo, con la ilusión de estar en una nube... Y de repente todo eso desaparece y tienes que readaptar tu vida”, explica el expiloto, que ahora cobra también una pensión de incapacidad profesional.

A pesar de todo, el irurtzundarra ha sabido salir de sus cenizas. Consiguió un trabajo en el pueblo, se independizó y recondujo sus prioridades. “En marzo hará cuatro años que entré en Manfisa, una fábrica de Irurtzun. Cuando hay mucho trabajo, como ahora, me toca ir a Uharte Arakil, a Trefinasa, que es de la misma empresa. Incluso me saqué el carné de trailer. Tuve que pasar siete exámenes. Nunca he valido para estudiar, pero si me pongo con algo que quiero, soy bastante cabezón”, constata. “Me siento orgulloso de hacer mi vida, de trabajar, de vivir en mi piso, por mi cuenta... Cosas que antes no valoraba tanto. Además, ahora tengo la facilidad de ver las cosas con otra mirada. Cuando estoy en un momento muy duro, siempre intento sacar el lado de cachondeo y de risas. Claro que tengo mis malos ratos, pero siempre hay que buscar la parte positiva”, reconoce.

alejado de las motos

Ninguna vinculación

“No quería ver los toros desde la barrera”

Desde que era apenas un niño, Álex Mariñelarena ha sido un apasionado de las motos. Logró progresar, hacerse un hueco, correr primero en el Campeonato de España de Velocidad y más tarde, con 21 años, dar el salto al Mundial de Moto2. Su universo, por lo tanto, siempre estuvo ligado a las dos ruedas. No obstante, tras el accidente, no ha querido seguir vinculado a este mundo. “Tenía claro que estaba aquí pilotando o no quería ver los toros desde la barrera. En el momento tuve ofertas para seguir, pero estaba bastante afectado. Para mí lo bonito era estar sobre la moto, pilotando, sintiendo todas las emociones, viendo los circuitos llenos... Pero cambió”.

Con todo, si hay una lectura positiva dentro de la tragedia, es que Álex Mariñelarena ha salido adelante. Ha forjado su vida en el pueblo, en Irurtzun. Es casi “un milagro” que pueda desarrollar una vida normal. Sus prioridades han cambiado, al igual que “mi perspectiva sobre la velocidad. Antes iba más alocado con el coche, por ejemplo, y ahora con 27 años pienso más en las consecuencias”. Una vez empezó a sentirse bien, se sacó el carné de moto -sí, antes no lo tenía, a pesar de dedicarse profesionalmente a ello-. Y, ante la pregunta de si monta aún sobre dos ruedas, contesta: “Nunca he tenido una moto para andar por la calle, siempre de trial o enduro. Pero ahora me pica el gusanillo...”.

Las motos y la competición ya son historia. Ahora, Álex Mariñelarena tiene nuevos desafíos y preocupaciones, como ver en el calendario cuál de los tres turnos le toca semana tras semana en la fábrica de Irurtzun. Es más feliz si es el de mañana. En definitiva, una vida diferente, más tranquila. Normal. Pero, al fin y al cabo, una vida que puede contarla.

el protagonista

Fecha de nacimiento. 5 de octubre de 1992.

Ocupación. Trabaja en Manfisa, una empresa de Irurtzun especializada en la fabricación de hilo trefilado. En ocasiones desempeña su labor en Trefinasa, en Uharte Arakil, de la misma firma.

En las motos. En octubre de 2013, con 21 años, Mariñelarena se incorporó al equipo francés del Tech3 para disputar el Mundial de Moto2 al año siguiente. El de Irurtzun ya había participado en alguna carrera mundialista y había destacado también en el Campeonato de España de Velocidad, entre otros éxitos.

27 de febrero de 2014, el accidente. Mientras participaba en unos test privados en el circuito Paul Ricard de Toulon (sur de Francia), Álex se cayó de su Mistral 610 y se golpeó la cabeza contra un muro de protección. Permaneció casi una semana en coma inducido y luego inició un duro proceso de recuperación. En 2015, recibió la incapacidad profesional para volver a pilotar.