El agua, junto con las vitaminas y minerales, es uno de los principales nutrientes de nuestro cuerpo. Si bien no aporta energía, su ingesta es clave tanto para la hidratación como para lograr una alimentación saludable, ya que interviene en funciones vitales del organismo.

Para cocinar, asearnos, refrescarnos en verano… El agua forma parte de nuestra rutina y sin ella no podríamos vivir. De hecho, no podemos estar más de 3 días sin beberla ya que, a partir de ese momento, nuestro cuerpo es incapaz de realizar sus funciones básicas.

Seguro que alguna vez, por lo menos de pequeños, hemos sacado la lengua mientras llovía para saborear las gotas de lluvia. Lamentablemente, un reciente estudio de la Universidad de Estocolmo ha revelado que el agua de lluvia ya no es potable en ningún lugar de la Tierra.

Datos recogidos desde 2010 y estudiados por los científicos a cargo de la investigación muestran que “incluso en la Antártida o la meseta tibetana, los niveles en el agua de la lluvia están por encima de las pautas de agua potable que propuso la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de Estados Unidos”.

Según el artículo publicado en la revista Environmental Science & Technology, esto se debe a que el agua de lluvia en todo nuestro planeta ahora contiene sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS por sus siglas en inglés).

Existen miles de PFAS y pueden encontrarse en objetos fabricados por los seres humanos como envases, en la ropa, champús y cosméticos. Durante su producción y uso diario, estas sustancias pueden liberarse en el aire y filtrarse en el agua del océano o aerosolizarse en el rocío, propagándose por la atmósfera y cayendo en forma de lluvia.

Las PFAS, también son conocidas con el nombre de “sustancias químicas eternas” porque no se descomponen en el medio ambiente. Además, tienen propiedades antiadherentes por lo que, como hemos dicho, es fácil que se encuentren en artículos domésticos.

La presencia de estas sustancias químicas no solo afecta a la potabilidad del agua sino que también representa un peligro para la salud humana. Expertos han relacionado las PFAS con algunos tipos de cáncer, disminución de la fertilidad, reducción en la respuesta a las vacunas, colesterol alto y complicaciones en el desarrollo de los niños.

Ahora mismo, los niveles aceptables de concentración de este tipo de sustancias en la lluvia son tan bajos que convierten a toda precipitación de cualquier país en tóxica para el cuerpo humano.

No obstante, según Ian Cousins, profesor de la universidad y autor principal del estudio, los niveles de PFAS en las personas han disminuido “bastante en los últimos 20 años”. “Lo que ha cambiado son las pautas. Han bajado millones de veces desde principios de los 2000, porque hemos aprendido más sobre la toxicidad de estas sustancias”.

En cualquier caso, las PFAS son ahora “tan persistentes” y omnipresentes que nunca desaparecerán del planeta. “Vamos a tener que vivir con ello”, afirma Cousins.