- Mitxel Lakuntza dirige el rumbo de ELA en un escenario que se tambalea. El covid-19 ha puesto a prueba las políticas de los gobiernos y la viabilidad de las empresas. ¿Dónde quedan ahora los trabajadores?

Aernnova, Tubacex, ITP, Siemens Gamesa€ ¿Era de esperar que los trabajadores pagasen las consecuencias derivadas de la crisis por la pandemia?

-Desde la lógica del Gobierno y de estas empresas es lo que plantean. Es un momento interesante para presentar la coyuntura política partiendo de dos reflexiones. Una es la lección que nos ha dejado la pandemia durante el confinamiento y, la segunda, qué tipo de salida se le quiere dar a esta triple crisis: sanitaria, económica y social. No son cualquier empresa. Y sirve para sacar una fotografía muy exacta de hasta qué punto se puede llevar un planteamiento de pérdida de empleo en tres empresas que han tenido mil millones de euros de beneficios en los últimos diez años. No digo que el bache no sea serio, pero no sabemos su temporalidad. Por una mínima prevención, estas empresas podían haber dicho: "Estamos ante una situación coyuntural que no sabemos cómo va a finalizar y vamos a hacer un esfuerzo para mantener el empleo que tenemos. Entre otras cosas, para guardar también el conocimiento que esas plantillas adquieren en unas empresas que son muy tecnológicas". Y en lugar de hacer eso, plantean la disminución de esas plantillas e introducir un discurso de bajada de salarios. Eso de innovación tiene poco, porque eso es lo que hemos conocido en la crisis anterior. Entonces esa fue la solución que se dio: salidas y recortes. El sindicato está intentando alertar de que hay que dar otra salida. Partimos de un hecho grave e inexplicable en términos, no solo éticos, sino de una mínimo sentido común: que empresas de este nivel de beneficios puedan despedir tan fácilmente. Eso debería estar prohibido en una normativa legal que tuviese un componente mínimamente social. Pero aquí venimos de una carrera de recortes y de reformas laborales, desde los ochenta, y lo que se ha hecho es reformar el mercado de trabajo para que sea más fácil despedir y que sea más fácil bajar los salarios. Cuando el lehendakari dice que sería un desastre derogar la reforma laboral, ¿qué está queriendo decir? Porque aquí el desastre es otro, que las empresas tienen toda la flexibilidad del mundo. Pueden despedir y pueden bajar los salarios casi a su antojo, salvo que se encuentre con la única oposición que hay en el camino, que es la oposición sindical. La señora Tapia no debería hacer de notaría y decir "oye, me han dicho esto y voy a trasladar a los trabajadores que se tienen que bajar los salarios para que sobre sus espaldas descanse la responsabilidad de lo que pasa aquí". Debería haber una consejera que se dirigiese a las empresas y les pidiera un esfuerzo y un compromiso con sus plantillas sabiendo que estamos en una situación complicada. Pero esta no puede ser la primera salida. Es inadmisible. Una consejera debería elevar el tono y decir: "Oiga, usted. Esto tiene que solucionarlo de otra manera".

¿El desarraigo del tejido empresarial está erosionando su compromiso con la clase trabajadora de Euskadi?

-Sí. El ejemplo de Gamesa es muy claro. Es una empresa que nace de capital público, que es vendida a Siemens y que acaba prácticamente en una voladura controlada deslocalizando todas las empresas que tenían que ver con la producción. Hay que abrir una reflexión sobre cuál es el papel de las instituciones con respecto al modelo productivo que queremos que tenga este país. Por ejemplo, ahora hay paradigmas muy evidentes que están cambiando en la automoción. Nosotros no vemos política industrial en términos de anticipación, de dotar de recursos y de tener una estrategia definida para, entre otras cosas, incluso tomar el control público de algunas empresas que puedan ser consideradas estratégicas. ¿Para qué? Para controlar su arraigo. En Alemania saben que la automoción no va a ser igual en unos pocos años y han invertido cien mil millones de euros en ayudar a la transición en empresas estratégicas mediante el control público, metiéndose en los consejos de administración de esas empresas. Si se hiciese aquí, en ese mismo porcentaje de esfuerzo, el Gobierno vasco debería destinar 2.300 millones a un fondo para dirigir esa transición. Pero estamos hablando no solo de automoción, también está la transición energética, el cambio climático€ ¿Dónde va a estar la energía en unos años? ¿Dónde van a estar los límites del planeta y las decisiones que hay que ir tomando? Eso no forma parte de una agenda con un mínimo rigor y compromiso. Esa es la propuesta que hizo el sindicato, pero cada vez que hacemos una propuesta cae en saco roto porque ni se nos escucha. Esa es la decisión de este Gobierno respecto a nosotros, porque el sindicato una y otra vez ha puesto ideas encima de la mesa con respecto al empleo y nos encantaría llegar a acuerdos con el Gobierno vasco en temas como el empleo, la formación o la salud laboral, pero esos acuerdos se condicionan al silencio del sindicato. Si ustedes llegan a un acuerdo con nosotros, se callan y no critican. Y eso es atentar contra la propia autonomía y libertad de expresión de un sindicato. Y eso no lo vamos a aceptar en ningún caso. ¿Pero quién necesita más de un acuerdo que nosotros?

¿Se ha actuado adecuadamente en Madrid y en Gasteiz para intentar minimizar el desplome del empleo?

-Claro que no. Es evidente que el efecto de la pandemia en el empleo es muy directo y muy inmediato y eso deja una huella muy profunda. Pero la pérdida de empleo en el Estado español y aquí, donde no tenemos competencias para eso, es mayor porque el mercado de trabajo, de primeras, ya te pone en la calle a una parte muy importante como son los eventuales. Eso lo permite la reforma laboral que defiende Urkullu. Nosotros mostramos nuestra disposición al Gobierno para mantener una interlocución ante la preocupación que teníamos ante, no solo la pérdida de empleo, sino también la salud de los trabajadores y trabajadoras que estaban en una situación de exposición muy directa con el virus. Ahora vemos geles, mascarillas€ Cuando empezó no había nada de esto. En este país, que es tan fenómeno en cosas punteras como la industria, te das cuenta de que aquí ninguna empresa se dedica a hacer mascarillas o respiradores. Luego sí. No había un modelo productivo dirigido, entre otras cosas, a cuidar mínimamente de la salud de la gente. Estratégicamente yo necesito que en mi tejido productivo haya empresas, a las que tendré que ayudar, que se encarguen de la salud de la gente. Eso no ha existido aquí. Es verdad que hemos echado en falta una mínima interlocución real, que el Gobierno estuviese encima de los problemas. Solo hay que fijarse en quiénes eran los que estaban en el capítulo de los esenciales. Eso es clave. Muchos han descubierto que el papel de las cajeras, de las sanitarias, de las trabajadoras de la limpieza es una labor bastante mayor de lo que una parte de la sociedad veía. La preocupación del Gobierno no está en anteponer la salud como primera cuestión, sino que ha habido un intento de hacer una política sin que la precaución fuese su seña de identidad. Las medidas se miden en dinero, lo demás es retórica. Si descuentas unas partidas muy claras dirigidas a sanidad, toda esa parte que se va anunciando de ayudas al empleo o a autónomos, no suman un 1% del presupuesto.

"Los despidos de trabajadores y las bajadas de salarios de innovación tienen poco: esa fue la solución de la anterior crisis"

"Nos encantaría llegar a acuerdos con el Gobierno, pero se condicionan al silencio del sindicato y eso no lo vamos a permitir"