Mitxel Lakuntza (Iruñea, 1976) cierra un 2025 donde fue reelegido como secretario general de ELA. Cercano y didáctico en la distancia corta, analiza la política desde la perspectiva de un sindicato muy crítico con el devenir del ciclo progresista.
Una entrevista en estas fechas sirve de balance del año.
–Importante para reforzar el sindicato. Tuvimos congreso en junio y en noviembre hicimos el de las tres federaciones. Nos preocupa un constante empobrecimiento general de la sociedad y una extensión de la precarización social y laboral que no está formando parte de la agenda política de los gobiernos ni de los muchos partidos de este país, hablando de Euskal Herria.
Entiendo que tampoco en el resto del Estado.
–No, evidentemente, ahora el elemento coyuntural que más se acentúa es la derechización de la sociedad, la ola ultraconservadora, pero pelear por cuestiones materiales, como vivienda, salarios, empleo, nos lleva a desarrollar una estrategia de confrontación y de creación de poder sindical.
¿En qué sentido?
–Somos muy críticos con el diálogo social, para la relación entre gobiernos, patronal y sindicatos. Entender que hoy las condiciones de los trabajadores y trabajadoras se solucionan en esos ámbitos es falso, y demuestra que hay un sindicalismo que no tiene futuro, en una coyuntura donde la riqueza se distribuye cada vez peor y la precariedad está aumentando.
“Para ser útiles a la clase trabajadora, nuestro mandato es, sobre todo, intentar ganar en capacidad de confrontación”
Con Yolanda Díaz podría parecer un momento sindical dulce.
–Sí, pero ella encarna uno de los mayores incumplimientos del Gobierno actual, el no haber derogado la reforma laboral. Algunos que se sitúan en la izquierda están muy lejos de defender esos valores. ¿Qué medidas ha tomado el Gobierno de Sánchez o de Yolanda Díaz para cuestionar los privilegios del poder económico y de la patronal?
Ha intentado, por ejemplo, rebajar la jornada laboral, solo que la aritmética no le acompaña, y está la subida del salario mínimo.
–Sí, pero con origen en un acuerdo de investidura entre PSOE y Podemos, cuando estaba Pablo Iglesias. El resto de las subidas han sido más moderadas. Somos críticos con la izquierda porque no cumple su papel, si se analiza la distribución de la riqueza, la situación de la vivienda, el incremento de la pobreza... Otra cosa es la teatralización de la política.
¿Se adolece de valentía?
–De determinación. En la reforma laboral, que se pactó con la patronal, no se tocó la parte que la patronal no quería tocar. Las medidas de flexibilidad, de gestión de despidos colectivos e individuales no se tocaron. Hoy las empresas tienen las mismas facilidades para despedir y flexibilizar a su antojo que con Rajoy. Y en la vivienda no ha habido la valentía suficiente para que tenga que dejar de ser una activo especulativo.
El Gobierno de Navarra o el de España asumen el resurgir de una burbuja inmobiliaria. Se están implementando medidas...
–A veces se pone foco en los aspectos parciales y no estructurales. Hoy la política de vivienda es un auténtico fracaso. Las cosas no se han hecho bien. Hay quien en este país nos acusa de maximalistas. No son precisamente las propuestas del sindicato ELA las que nos han traído aquí, son las que durante mucho tiempo han compartido partidos sistémicos, PP, PSOE o PNV.
Pero el bipartidismo se rompió, entraron en liza IU, EH Bildu, ERC... Y según su análisis, ni por esas. Resulta desolador...
–Claro. Salvo que nos quedemos en las cuestiones parciales que van atenuando mínimamente, pero la política no puede ser solo eso.
¿Ven a un Gobierno de Navarra capaz de acercarse a sus demandas?
–No, lo explicamos en este libro (señala ‘10 años sin UPN. El cambio pendiente’, editada por ELA y por la Fundación Manu Robles Arangiz).
“Las mesas de diálogo social no tienen ningún logro, solo sirven para desmovilizar y dar una imagen de armonía que no es real, es propaganda”
¿Cómo califica ese ciclo?
–Intentamos hacer una aportación que creemos escasea en la política navarra, un análisis honesto más allá del ruido mediático y de la teatralización que a veces hay. El sindicato reconoce un cambio sobre la pluralidad política y cultural. Hay un reconocimiento de la memoria histórica, de todas las violencias, también las policiales, se ha implantado un programa como Skolae... En cuestiones no materiales es donde más se ha avanzado, pero en las materiales la tasa de riesgo de pobreza ha aumentado en crecimiento económico. ¿Cuál es la aportación de los socios del Gobierno, EHBildu, Geroa Bai o Contigo-Zurekin si en un ciclo al alza económica la pobreza está aumentando?
¿A su juicio a qué se debe?
–A que no se ha abordado una política redistributiva. El debate fiscal y presupuestario determina qué pasa con la riqueza que se genera. El último acuerdo fiscal tiene dos grandes medidas: que se recaude menos, porque se van a bajar algunos tramos de IRPF y bajar el impuesto de sociedades, ya bastante escaso si sumas las deducciones, exenciones y bonificaciones. El tipo real es muy bajo.
UPN dice que se paga menos en la CAV y que no somos competitivos.
–La política presupuestaria y fiscal es prácticamente idéntica, más allá de un punto aquí o allá. María Chivite presume de que en Navarra la mayoría de las empresas pagan menos impuestos que en el resto del Estado, incluida la CAV. Para nosotros es una vergüenza que se diga eso. En una coyuntura donde está aumentando la pobreza y la precariedad, donde tenemos una emergencia habitacional, que la presidenta de un Gobierno esté haciendo un discurso propatronal es injustificable.
¿Y no se incide ante un Gobierno en las mesas de diálogo?
–La posición de un sindicato tiene que partir de una lectura honesta y objetiva de lo que está pasando.
Sí, pero UGT y Comisiones también dirán que son honestos.
–Evidentemente no tienen una lectura crítica como la que tenemos nosotros. No están preocupados ni con los presupuestos ni con la fiscalidad ni con la política que hace este Gobierno. Nosotros sí. UPN dice que aquí hay un infierno fiscal. Eso es retórica barata. Tenemos un diferencial de 2.000 millones de euros con la media de la UE. Hay una infradotación de los servicios públicos relacionada con que no hay una recaudación fiscal suficiente sobre aquellos que más tienen como existe en Europa. Aquí se pasa de puntillas sobre el debate fiscal, cuando es clave.
¿Entonces?
–¿La aportación de EH Bildu o Contigo-Zurekin –Geroa Bai está más cerca del PNV– es reducir el tipo del 28% al 25% en una tesitura así en impuesto de sociedades? De esas fugas de recursos hay que hablar, y de qué pasa con el fraude fiscal. La reforma está hecha para la patronal. Este es el debate. Es la política que hacían Barcina y UPN, pero incluso empeorando el impuesto de sociedades. Con eso se hacen unos Presupuestos que, con un poco de rigor crítico, no puede decirse que sean de izquierda. Dedican a la vivienda el 1,17%, en una coyuntura de emergencia habitacional. Las medidas son muy limitadas. No hay ambición ni determinación. Aquí no se ha desarrollado el parque público de alquiler social, la clave del éxito en los países europeos que han conseguido mantener a raya la vivienda. Aquí es el 1,6% del parque total.
¿No trasluce un fracaso en incidencia sindical en estos años?
–María Chivite en un congreso de Comisiones dijo que el sindicalismo no tiene futuro fuera del diálogo social. Del mal llamado diálogo social, porque no es una cosa ni la otra. No hay ni una sola medida que puedan presentar que haya sido beneficiosa para los trabajadores y trabajadores.
¿Eso no es de blanco y negro? Hay medidas de conciliación...
–¿Pero aquí en Navarra? No hay. En siniestralidad laboral navarra es el territorio del Estado con la peor tasa, muere un trabajador o trabajadora cada dos semanas. El Gobierno ha recuperado una de las cosas que se hizo bien en el primer Gobierno de Barkos, eliminar la política de concertación con UGT y Comisiones, porque en vez de inspectores de trabajo ponían delegados territoriales para hacer campañas. Eso es un completo fracaso. Las empresas no cumplen su responsabilidad en la ley de protección, porque sale más barato no cumplirla. Eso está detrás de muchos accidentes y de muchas muertes. La ley de prevención de riesgos laborales es muy clara, la empresa es la principal responsable de cuidar la salud de los trabajadores y trabajadoras. ¿Dónde están los logros entonces del diálogo social, de esas mesas de concertación?
UGT, Comisiones y la Patronal tienen el mismo discurso sobre el SMI navarro. Vamos a una huelga general porque se nos han cerrado todas las puertas”
Convocan en marzo con LAB y otras centrales una huelga general por un SMI propio, acusando a los Ejecutivos de Navarra y CAV de imponer la legislación española “para precarizar aún más a la clase trabajadora vasca”.
–Claro...
Una acusación grave. Pensarán que ustedes se han echado al monte.
–Es una acusación real, esas declaraciones se hicieron tras ir al Parlamento Vasco. Yo fui a presentar la iniciativa legislativa popular. El PNV, PSE, Vox y PP nos la tumbaron, e hicieron algo completamente innecesario, negando el debate en la Cámara sobre la necesidad de un SMI vasco. ¿Qué concepción democrática hay aquí? El planteamiento era una modificación del Estatuto de los Trabajadores para descentralizar el salario mínimo en función de la realidad de cada territorio. Hay más de 60.000 trabajadores y trabajadoras en Navarra por debajo de los 1.500 euros.
Así que...
–Pedimos una reunión a María Chivite y nos dijo que no nos recibía porque esto era una competencia del Estado. Es precisamente la que queremos modificar, porque hay una vía legal sin ningún impedimento jurídico. UGT, Comisiones y la Patronal tienen el mismo discurso sobre el salario mínimo interprofesional navarro. Vamos a una huelga general porque se nos han cerrado todas las puertas y queremos abrirlas. Que la presidenta dé un portazo a una reunión a más del 40% de la representación sindical en Navarra me parece grave, y creo que debería llevarla a la reflexión.
¿Se está preparando ELA para un nuevo escenario político en 2026?
–Dicho así, parecería que los elementos actuales no nos preocupan. Un sindicato en cualquier coyuntura tiene que prepararse para fortalecerse y ganar poder. Esas mesas de diálogo social no tienen ningún logro, solo sirven para desmovilizar y dar una imagen de armonía entre la clase trabajadora, la patronal y los gobiernos que no es real, es propaganda.
¿Y la huelga general como instrumento es eficaz hoy?
–Eso tiene una respuesta estadística, se ve mejor en la CAV, porque existe un seguimiento que en Navarra no hay; lo hemos demandado a los diferentes gobiernos y no nos han hecho ni caso. En sectores y empresas donde ha habido huelga, las condiciones son mejores. Los convenios que firma ELA son mejores, porque detrás de muchas de esas negociaciones ha habido huelgas. Las condiciones de mejora de las plantillas están directamente relacionadas con su capacidad de ejercer presión. Y eso tiene que ver, entre otras cosas, con la caja de resistencia. Hoy el 80% de los días de huelga en la CAV los organiza ELA. Por eso podemos lograr incrementos salariales del 20 o 30% sobre todo en sectores precarizados, muchos subcontratados. Se trata de que las plantillas ganen capacidad de confrontación.
¿Cómo afronta su nuevo mandato?
–Ligado a reforzar la estrategia del sindicato. Hoy se ve que Chivite erró en esa afirmación de que fuera de ese mal llamado diálogo social no hay futuro. Al contrario, para ser útiles a la clase trabajadora, nuestro mandato es, sobre todo, intentar ganar en capacidad de confrontación. Cerramos el año en Navarra en un momento histórico de representación sindical aquí, con 11.600 afiliados y afiliadas. La mayor incorporación en los últimos años está viniendo sobre todo por mujeres y migrantes. Y en la Ribera tenemos un 25% de representación, más representación que en Iruña.
¿Cómo ve el momento del capitalismo internacional?
–En estados como el francés con Le Pen, están ocupando los espacios que la izquierda ha abandonado. En todo el norte ciudades y pueblos gobernados por el Partido Comunista hoy lo están por la ultraderecha. La izquierda ha abandonado parte de su discurso o de su programa histórico, de defensa de cuestiones materiales.
En el Estado español cogobierna una izquierda que por correlación de fuerzas o por el escenario internacional queda maniatada.
–Excusas siempre van a encontrar.
O realidades...
–A veces más excusa que realidad. Abogamos por una izquierda que ejerza, y para ello tiene que incomodar al poder político y patronal.
Pero siendo fuerza de Gobierno o te dedicas a gobernar o a incomodar.
–¿Qué correlación de fuerzas le faltaba al primer gobierno de Barkos o al primero de Sánchez, cuando no necesitaba de Junts? El de Sánchez, con toda la izquierda del Estado. El problema era que no quieren abordar una verdadera agenda de transformación. Y por eso hablamos de la vivienda, del aumento de la pobreza y de la peor distribución de renta.
Ese discurso les condena a una soledad, en una esquina del tablero.
–Somos 104.000 afiliados y afiliadas.
Con la musculatura que tienen...
–Y con relación y alianzas con movimientos feministas, de pensionistas... evidentemente no estamos solos. Pero estamos planteando una dialéctica nueva. La patronal y el poder económico están imponiendo su agenda. Y nosotros planteamos qué política hay que hacer aquí para poder darle la vuelta a esto. Un programa alternativo, que hoy no hay, no lo vemos. Planteamos un trabajo en común entre partidos de izquierda que quieren cambiar las cosas.
Para el Gobierno de Navarra queda un año operativo, antes de entrar en precampaña. ¿Qué le exige ELA?
–Que haga lo que no ha hecho hasta ahora, que lleve adelante una verdadera agenda de transformación social, que cambie la política fiscal y presupuestaria, que las principales preocupaciones de la ciudadanía formen parte. Es lo que no está haciendo.
“La lectura política no puede quedarse solo en estar contentos porque UPN no está en el Gobierno. Eso nos impide avanzar y desmoviliza”
¿Eso que reclama está en el acuerdo programático, a su juicio?
–Ese acuerdo es muy insuficiente. Sobre economía, materia social, medioambiental o euskera no podemos hacer una valoración positiva. En el fondo, en las cuestiones estructurales se sigue manteniendo la misma política de UPN. Cuando habla Esparza hay una sobreactuación muy evidente. Si la última reforma fiscal la ha aplaudido la Cámara de Comercio y la propia patronal. ¿De qué se queja? Para nosotros este Gobierno no tiene agenda del cambio. Es una tarea pendiente y los partidos que están ahí o son socios deberían tener una lectura honesta y crítica sobre las políticas que se están haciendo. Vemos que falta tensión política en Geroa Bai, en EH Bildu y en Contigo-Zurekin.
¿Por qué?
–Porque es muy evidente dónde tiene el PSN las líneas rojas, las ha marcado de manera muy clara: no hacer nada qué incomode a los poderes económicos y la patronal, y no avanzar nada en normalización del euskera.
Se puede hablar de la financiación a Euskarabidea, por ejemplo...
–Para nosotros Chivite está en un ejercicio de hipocresía, con un discurso políticamente correcto, y con algunas partidas del euskera mejorando, pero sin modificar la estructura que impide la normalización, porque hay una línea roja para no modificar la zonificación. Y en el decreto de méritos ha habido un retroceso, porque se ha recortado el aprobado en el Gobierno de Barkos. Analizando fiscalidad, presupuestos y euskera nos preguntamos dónde están las líneas rojas de los socios del PSN. No compartimos lecturas conformistas porque no llevan a nada. Se renuncia a un discurso y un programa alternativo y se fomenta la desmovilización, porque se le dice a la gente que las cosas no están tan mal. Hay un discurso que llama a estar contentos porque UPN no está en el Gobierno. La lectura política no puede quedarse solo en eso, porque nos impide avanzar. UPN no está en el Gobierno, pero sigue determinando una parte muy importante de lo que se hace hoy en Navarra. Esa es la reflexión de fondo que queremos despertar.
¿Y si un día da la vuelta la tortilla?
–Pues habrá que analizar por qué y hacer un balance. Lo que sabemos es que cuando la derecha llega al poder ejerce su agenda, y eso es algo que la izquierda no hace.