Tras un año muy duro, en el que las trabajadoras y los trabajadores hemos vivido realidades radicalmente opuestas, como trabajar, dejarse la piel y darlo todo en primera línea de combate frente al virus, no poder trabajar y entrar en ERTE o, en el peor de los casos, perder el empleo, el 1 de Mayo va a ser también este año una jornada muy especial.

A diferencia del año pasado, en el que el confinamiento nos mantuvo en casa, este año hemos creído necesario recuperar la presencia en la calle, eso sí, con todas las medidas de protección personal, distancia social, con orden y sin aglomeraciones, porque estamos en un momento clave, que va a determinar la orientación, más o menos social, más o menos cercana a los intereses de los trabajadores, del proceso de reactivación económica y salida de la crisis en la que nos ha sumido la pandemia.

Hasta el momento, el actual Gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez, no nos ha dado motivos para desconfiar. A diferencia de lo que ocurrió en este país con la crisis de 2008, cuando los trabajadores y trabajadoras fuimos literalmente machacados por las políticas neoliberales y de recortes impuestas por el Gobierno del PP, que tuvieron en la reforma laboral de 2012 su expresión más brutal, desde el inicio de la crisis provocada por la covid-19, las medidas adoptadas por el actual Gobierno han tenido una orientación social, de protección de los trabajadores y de los colectivos más vulnerables, y, además, se han negociado y acordado con los sindicatos y la patronal en el marco del Diálogo Social.

Es verdad que este Gobierno inició su andadura con un programa político que recogía básicamente los aspectos más importantes de las reivindicaciones sindicales, entre ellas, la revalorización del Salario Mínimo Interprofesional, la derogación de la reforma laboral o el fortalecimiento del sistema público de pensiones. Pero tampoco nos engañemos. El Gobierno está sometido a fortísimas presiones por parte de los poderes económicos, de la derecha política y mediática, y de las patronales para que se perpetúen unas políticas que les favorecen a ellos y solamente a ellos.

Por tanto, nos toca reivindicar con convicción y firmeza, presionar con fuerza, exigir que se cumplan los compromisos políticos adoptados en campaña electoral y en el programa de Gobierno y no dar un solo paso atrás en nuestros objetivos prioritarios: que se repongan los derechos que nos arrebataron con la excusa de la crisis, que se devuelva el equilibrio de fuerzas a la negociación colectiva y la potencialidad reguladora de los convenios colectivos, que se impulsen las políticas sociales y de redistribución de la riqueza, que se recupere la extensión y calidad de los servicios públicos, especialmente Sanidad, Educación y Dependencia, y que se fortalezca nuestro sistema público de pensiones.

Hemos vivido un año aciago para la actividad económica y el empleo, como consecuencia de la crisis económica provocada por la sanitaria. Así que lo que la prioridad ahora debe ser recuperar la economía, el tejido productivo, las empresas y sectores más golpeados, el crecimiento, el ritmo de la actividad y el empleo.

Eso requiere compromiso político y diálogo social. Exige un esfuerzo en inversión pública y un acuerdo sobre los programas y las medidas que es necesario impulsar. Tanto los gobiernos de Navarra y de España como la patronal saben que las organizaciones sindicales tenemos la mano tendida para lograr esos acuerdos imprescindibles.

Pero hay una premisa a la que no vamos a renunciar: cumplir los compromisos adquiridos con las trabajadoras y los trabajadores de este país. Porque no solo los gobiernos, el conjunto de la sociedad está en deuda con su gente trabajadora.

Devuélvannos nuestros derechos laborales, nuestra capacidad de negociar convenios colectivos, y nosotros apuntalaremos una vez más el crecimiento económico con nuestro trabajo. Pero desde la igualdad y con justicia.

Por desgracia, este año nos toca también salir a la calle en defensa de la libertad, la democracia y la paz. Nos toca plantar cara a la intolerancia y a las explícitas amenazas de muerte que están recibiendo políticos demócratas y contribuir a mantener las actitudes fascistas, racistas y xenófobas lejos de las instituciones.

De la capacidad de movilización y presión de la clase trabajadora va a depender que de esta crisis salgamos mejor parados que de las anteriores y que neutralicemos el descomunal esfuerzo que están haciendo los poderes económicos y la derecha neoliberal para que nada cambie.

El autor es secretario general de UGT de Navarra