Encajonado entre las sierras de Alaiz y Tajonar, presidido por la higa de Monreal, el valle del río Elorz es uno de los territorios más habituales para el girasol navarro. En sus campos trabaja desde hace ya más de 13 años Miguel Unzué, uno de los jóvenes agricultores de un valle fértil, industrial y agrario a un tiempo. En realidad, Miguel lleva en el campo toda la vida. “De crío ya venía con mi padre. Tenía clarísimo que quería ser agricultor. Para mí esto es lo más importante. No toda la gente tiene la suerte de trabajar en lo que le gusta”, dice casi para empezar a hablar.

Es jueves, la llovizna apenas logra traspasar la Comarca de Pamplona y en Elorz, donde Miguel Unzué tiene uno de sus campos, se enfila el cierzo. “Por la mañana he estado abonando”, dice frente a una parcela “de 126 robadas” prácticamente ya lista y donde en unos días sembrará girasol. “Tiene que secar todavía un poco. El año pasado sembramos el 30 de marzo” añade.

El ciclo de sus campos es siempre el mismo. Trigo, cebada y alternativa. Y esa última puede ser avena, colza, habas, guisantes o girasol, quizá el más habitual y cuyo empleo permite reducir los herbicidas. “Limpia el campo y aquí el año que viene pondremos trigo. Se nota mucha diferencia después del girasol, el rendimiento es superior”, dice.

El girasol aporta otras ventajas. “Consume menos abono y da menos trabajo, aunque el rendimiento es también inferior. En un año muy bueno -dice Miguel Unzué- puedes llegar a los 250 kilos por robada”, aproximadamente una tercera parte de lo que rinde el trigo. Un 45% de la cosecha que recoja en septiembre y que venda a la cooperativa Orvalaiz se destinará a aceites refinados (biodiésel), mientras que el resto tendrá como fin la elaboración de piensos para animales.

Toda esa zona, como buena parte de las tierras que rodean Pamplona, forman parte de uno de los territorios más propicios para el cereal de secano. Cuenta con la humedad necesaria, incluso en inviernos tan extraños como el actual, cuando más del 90% de la precipitación se concentró en apenas unos días de diciembre y enero.

El clima es solo una de las incertidumbres que afronta en su día a día Miguel Unzué, uno de los tres jóvenes agricultores de Monreal, donde reside. “Ahora mismo el precio del girasol es alto, pero ¿quién te dice que no empieza bajar y en unos meses, cuando tienes que vender, ha cambiado todo?”. Lo que no se puede retrasar son los pagos. “Aquí siempre se adelante el dinero, para los abonos, para el gasoil. En un día cosechando, por ejemplo, se pueden consumir unos 600 litros de gasoil”.

Para eso falta todavía mucho. Pero los precios de los carburantes han añadido tensión a un sector golpeado también por los paros en el transportelos paros en el transporte y que sigue siendo crítico con los cambios fiscales introducidos en 2020. “Hay gente que se ha planteado dejar en barbecho los campos, porque no le sale a cuenta”, explica Unzué. Desde UAGN, de hecho, hace unos días se reclamó en el CES (Consejo Económico y Social) la adopción de medidas fiscales compensatorias.

“El año perfecto aquí no existe. Si sube el trigo, suben los abonos o la gasolina”, continúa Miguel Unzué, para quien “lo incierto” de la actividad se ve compensado de sobra con “la libertad” que concede trabajar a campo abierto, sin unos horarios fijos y a contracorriente de una sociedad regida por las prisas. En unos días sembrará el girasol. “La nascencia es el periodo crítico -dice-. Y después, esperar que los jabalís no hagan mucho daño, que cada vez hay más”.