Asier Albizu es el presidente del Basque Health Cluster (BHC), que agrupa a 125 empresas vascas del ámbito de las biociencias y la salud. El clúster ha presentado su Plan Estratégico 2024-2027, en el que aspira a poner en marcha una “ventanilla única” que sirva para conjugar intereses y retos comunes, como las nuevas regulaciones, el acceso a mercados, la innovación, la financiación o la atracción de talento profesional. “Es momento de ofrecer servicios avanzados y de valor añadido” explica Albizu en esta entrevista.

¿Qué objetivos tiene este Plan Estratégico para los próximos años?

—La tarea más importante que hemos realizado a la hora de confeccionar el Plan es recopilar los problemas que tenemos las empresas de la salud. Queremos que el Plan sirva para facilitar la búsqueda de soluciones compartidas por todas las empresas. El desafío más importante el regulatorio. La legislación europea ha cambiado radicalmente desde hace cinco años y está suponiendo grandes impedimentos para que los productos sanitarios puedan llegar al mercado. Eso beneficia a las compañías más grandes y el tejido empresarial vasco se basa en pymes. O nos unimos todos para buscar soluciones conjuntas o va a ser complicado. Al mismo tiempo, queremos lanzar un sistema de ventanilla única que funcione como un punto de encuentro. De esta manera, por ejemplo, podremos conocer mejor qué empresas son las encargadas de conceder las certificaciones necesarias de los productos y establecer contacto con ellas. Es necesario tener esa información centralizada y el clúster puede ayudar a ello.

¿En qué momento se encuentra el sector de las biociencias y la salud en Euskadi?

–Hemos pasado una primera etapa de crecimiento y consolidación. Cuando creamos el clúster, éramos 12 empresas y ahora somos 125. Es el momento de pasar a una fase en la que ofrezcamos servicios avanzados y de valor añadido.

Uno de sus ejes de actuación es la sostenibilidad. ¿Cómo se beneficia la sociedad de esa apuesta?

—Cuando comenzó la pandemia, aquí no disponíamos de mascarillas, de equipos de protección individual y de otros materiales. Tuvimos que traer casi todo de China. Cuando llegó la pandemia, no teníamos ni mascarillas, ni vacunas, ni equipos de protección. Hemos tenido que traer casi todo de China. Desde la pandemia se ha acelerado el desarrollo de todos esos productos sanitarios en la CAV y para que eso se pueda continuar es necesario mantener las empresas vivas. Eso pasa por incentivar también la compra pública local. Países europeos están empezando procesos de compra de estos bienes basándose en criterios de sostenibilidad ambiental. El precio no debe ser el único factor determinante, como ocurre cuando se importa un producto de China que no cumple ningún parámetro de sostenibilidad. Hay muchos otros parámetros que aquí sí se cumplen, como la inserción laboral, contratos dignos, igualdad de género, gestión de residuos, descarbonización de los procesos de fabricación...

¿Hace falta que la compra pública apueste más por el producto local?

—Lo que hace falta es que apueste más por la sostenibilidad, y eso hará que el producto de aquí se vea recompensado por todo el esfuerzo hecho.

Ahora que se cumplen cuatro años del inicio de la pandemia, ¿hemos aprendido las lecciones que nos dejó aquella crisis sanitaria?

—Muy poco. Se nos pidió ayuda para dar respuesta a las necesidades e hicimos un gran esfuerzo inversor en I+D, pero ya nadie se acuerda de nosotros.

El grueso de la facturación de las empresas vascas procede de las ventas al exterior. ¿Cúales son sus principales mercados?

—Vendemos sobre todo en Europa, Norteamérica y Japón. Queremos que el clúster sea una referencia biosanitaria a nivel mundial. Los hubs se van a definir en los próximos años y queremos que Euskadi sea uno de ellos. Pero donde no haya un ecosistema potente y con capacidad para sostenerse por sí mismo va a ser complicado que continúen trabajando empresas sueltas. 

¿Es difícil convencer a las entidades financieras de contribuir a proyectos que están sujetos a las contigencias propias de la ciencia? 

—Son productos de alto riesgo donde el tiempo que tarda en llegar al mercado es muchísimo más alto que en otra empresa industrial. Un producto digital puede tardar tres meses y nosotros entre seis y 10 años. Todo el esquema de subvenciones e inversiones está pensado para ámbitos temporales más cortos. Necesitamos que cada vez haya más fondos especializados que conozcan el mundo de la salud, que es un sector de gran riesgo pero también de gran rentabilidad. La colaboración público-privada también es esencial. La cooperación con el Gobierno vasco ha sido estrechísima en los últimos años.

La visión social de la salud se centra sobre todo en la vertiente asistencial. ¿Falta introducir un punto de vista en el que se tenga en cuenta también la aportación de la industria a los avances sanitarios? 

—Cuando hablamos de salud en Euskadi nos acordamos de Osakidetza, pero nadie se acuerda de los que aportamos herramientas y servicios a este sistema. Tenemos una responsabilidad económica, puesto que ya somos el 2% del PIB vasco, y por otro lado también tenemos la responsabilidad de ser abastecedores de productos y materiales para la sanidad de aquí. Es necesario divulgar ese doble papel para que la gente entienda su importancia. 

Uno de los Pertes en los que se quier asentar la transformación económica es el de la salud y los cuidados. ¿En qué situación está? 

—Nosotros apostamos firmemente por que se regionalicen los fondos. Con la gestión centralizada en Madrid no están llegando los recursos y los que lo hacen se distribuyen sobre todo al ámbito público por decisión del Ministerio de Sanidad. Falta sensibilidad hacia el mundo de la industria de la salud.