a larga travesía que está suponiendo la pandemia para la hostelería se encuentra en un momento peligroso. A la hora de escribir estas líneas nos encontramos con una apertura del 30% del interior de los establecimientos y la posibilidad de acoger clientes en las terrazas respetando las medidas de distanciamiento, pero estas medidas pueden ser revertidas en cualquier momento y eso hace muy difícil aventurar el futuro más inmediato. ¿Qué pasará mañana? No lo sabemos.

Lo que sí sabemos es que, cuando el presidente Sánchez anunció el 14 de marzo el inicio del Estado de Alarma, la hostelería de Navarra llevaba ya dos días cerrada. Y lo hizo por responsabilidad, por propia iniciativa, en un momento en el que la incertidumbre era total y no se sabía nada de brotes, de cómo se trasmitía la enfermedad, de cómo se podía tratar o las consecuencias que iba a tener. Pero la hostelería fue la primera en cerrar por responsabilidad de cada hostelero y hostelera, no había en ese momento ninguna pauta.

Queremos remarcar este hecho, porque lo que siempre hemos defendido desde ANAPEH y desde el resto de asociaciones es que somos un sector responsable.

No sólo somos un sector responsable, también somos un sector seguro. El propio Ministerio dice que el índice de contagios en hostelería está en torno al 2,7 %, mientras que en el ámbito de las relaciones sociales y familiares está alrededor del 40%. Sin embargo, a pesar de que estos datos indican que no somos responsables de contagios, al menos no lo somos en cifras significativas, se nos somete a la evolución epidemiológica. ¿Qué significa esto? Que la apertura de la hostelería en condiciones rentables no se dará hasta que estemos en el nivel 1, es decir, cuando la incidencia de los contagios esté por debajo de los 25 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días. Ahora mismo nos encontramos en nivel de alerta 3, con unas condiciones de apertura inasumibles, en las que los negocios pierden dinero cada día que abren y además con la incertidumbre de no saber cuándo volverán a cerrarnos.

Ante esta situación, siendo el sector económico más golpeado por la pandemia, la reacción de la hostelería ha sido la más lógica: protestar. No sólo por el hecho de los cierres y restricciones, también porque consideramos que si las instituciones los ven necesarios, no entendemos cómo no han puesto sobre la mesa desde el primer minuto un plan de rescate, no entendemos que cada ayuda que se nos presta haya tenido que conseguirse a base de protestar y presionar y no entendemos muchas manifestaciones de políticos y políticas de Navarra. Declaraciones como las del vicepresidente Remírez, diciendo que han dado a la hostelería 75 millones de euros, sumando ERTE y prestaciones sociales de los y las trabajadoras, son vergonzosas.

La hostelería emplea en Navarra a 18.000 personas. O mejor dicho, empleaba, porque ya ha desaparecido más de 3.000 empleos. Y seguimos teniendo muchas trabas para salir adelante.

Tenemos por un lado unas ayudas que suman 20 millones de euros y que no alcanzan a subsanar ni siquiera un mes de pérdidas de la hostelería. Creemos que esta cifra debe aumentar considerablemente. Pero es que además el camino está jalonado de trampas. Por ejemplo, abras o decidas no abrir, como tu actividad ya no está impedida -a pesar de poder abrir sólo al 30%- pierdes la prestación del autónomo, que es una miseria, no alcanza los 500 euros, pero supone asumir el coste de la seguridad social del autónomo, que sumadas las dos cosas ya hablamos de 800-900 euros. También pierdes el ERTE por impedimento, pasando a tener costes de seguridad social de tus trabajadores. Con respecto a las ayudas, si no las solicitaste en el primer confinamiento, ya no tienes derecho. Si cambiaste tu personalidad jurídica, ya no tienes derecho...

En definitiva un escenario desolador, que lo será aún más si, como todo apunta, tras las Navidades volveremos a pasar al nivel 4 de alarma con un nuevo cierre de interiores, eso si no llegamos al nivel 5 y al cierre total.

¿Qué futuro nos espera? Uno bien triste. Por una parte desempleo y familias arruinadas y por otra un rico pastel. Porque cuando todo esto termine llegarán nuevos inversores que se quedarán con los negocios arruinados. Llegarán franquicias y fondos de inversión y los negocios pasarán de ser de personas comprometidas con su ciudad, su barrio, su pueblo a personas que no sabremos quiénes son ni dónde están.