En el corazón de Pamplona, el Liceo Monjardín representa uno de los ejemplos más destacados de cooperativismo educativo en Navarra. Este centro, que ofrece enseñanza desde los tres hasta los dieciocho años, es gestionado por Liceo Monjardín Sociedad Cooperativa, formada por el profesorado y el personal de administración y servicios del propio colegio. Un modelo educativo que combina educación, participación y compromiso social.
El origen de esta cooperativa se remonta a 2007, cuando el centro afrontó un momento de cambio. “Hasta ese año fuimos la congregación Ursulinas”, recuerda Edgar Andueza, director del Liceo Monjardín. “Era un colegio que dependía de una orden religiosa y en un momento dado decidieron buscar una forma alternativa para el colegio. Y nos dieron la oportunidad”.
De aquella transición nació Liceo Monjardín Sociedad Cooperativa, una de las dos únicas cooperativas de personal docente y de servicios en Navarra, junto al centro Cuatrovientos. “Es un hecho que creemos que hay que destacar, porque estamos muy orgullosos de ello”, subraya Andueza.
Aprender a ser cooperativa
El paso de centro religioso a cooperativa no fue inmediato ni sencillo. “Nosotros no éramos de raíz cooperativista”, explica el director. “Ninguno habíamos entrado en el colegio pensando que íbamos a formar una cooperativa. De repente nos encontramos con ello y hemos tenido que aprender todo”.
Esa ‘labor educativa interna’ continúa hoy, casi dos décadas después. “Yo había entrado aquí como un profesor contratado, daba mis clases y me toca pasar de esa función a ser responsable y propietario de una empresa. Y eso implica una responsabilidad muy diferente”.
Por eso, desde el Consejo Rector —formado por cinco personas y renovado cada cuatro años—, el centro trabaja en formar y sensibilizar al personal sobre lo que significa ser socio cooperativista: participar en la gestión, compartir decisiones y asumir colectivamente el rumbo del colegio.
Autonomía y valores compartidos
Entre las principales ventajas del modelo, Andueza destaca la autonomía. “No somos una sociedad capitalista que busca el beneficio económico”, explica. “Nuestro objetivo es conservar el empleo de los socios y transmitir una serie de valores. Esa autonomía para tomar decisiones no la tienen otras empresas. Podemos cambiar los valores de la organización, revisar nuestro proyecto educativo o decidir qué queremos transmitir”.
Ese enfoque impregna la vida del centro. El valor de la cooperación, por ejemplo, no solo se aplica en la gestión, sino también en las aulas. “Intentamos que la educación sea cooperativa”, dice Andueza.
“Queremos enseñar a cooperar al alumnado y al mismo tiempo cooperar con las familias. Los beneficios no son materiales, sino la libertad y la coherencia con lo que enseñamos”.
Un colegio que se abre al barrio
El Liceo Monjardín busca que su espíritu cooperativo se note también fuera de sus muros. “Tenemos que demostrar que somos una cooperativa a nuestro entorno inmediato”, afirma el director. Esa convicción se traduce en colaboraciones con residencias, asociaciones vecinales o el propio Ayuntamiento de Pamplona. “Queremos que el barrio lo perciba. Ahora, por ejemplo, estamos pensando en poner en marcha un cine fórum para el vecindario”.
También trabajan para que las familias sientan el colegio como propio. “Uno de los objetivos de nuestro plan estratégico es aumentar la participación de las familias”, explica. “Queremos que tengan sentido de pertenencia, que digan: este es nuestro colegio”.
Retos y futuro del modelo
Los desafíos del cooperativismo educativo, reconoce el director, no son menores. “El mayor reto es la participación del socio en la gestión”, apunta. “Hay que conjurar el riesgo de que el socio se considere solo un trabajador. Formar parte de una cooperativa es también participar”.
El Liceo fomenta esa implicación mediante formación interna y espacios de decisión compartida. “No se trata de que todo el mundo dirija, pero sí de que todos entiendan los valores y principios de gestión cooperativa. Al final, lo que pretendemos es que haya una capacitación de todo el personal para que, llegado el momento, puedan asumir responsabilidades”.
La dimensión humana es, para Andueza, la clave. “Nosotros somos una empresa de personas”, dice. “Los números no dan problemas, los problemas siempre son humanos. Saber tratarlos, gestionarlos, es lo importante”.

El Liceo Monjardín, uno de los pocos centros educativos navarros gestionados como cooperativa de personal, ha hecho de la participación y la implicación colectiva su seña de identidad. Itziar Jönas Urigüen, vicepresidenta de Liceo Monjardín Sociedad Cooperativa, explica cómo se vive este modelo cooperativo desde dentro y cuáles son sus principales beneficios.
¿Qué significa en el día a día que los profesores y el personal de administración sean también socios de la cooperativa?
Creo que eso marca la diferencia. No solo venimos a trabajar, sino que sentimos el colegio como nuestro. Ser socios cooperativistas nos lleva a un mayor compromiso, porque las decisiones que se toman afectan directamente a lo que también es nuestro proyecto personal. No solo pones tu trabajo, sino una parte de ti. Lo haces porque te lo crees, porque es tu colegio. Esa implicación genera un fuerte sentido de responsabilidad. Además, poder participar en las decisiones es un auténtico privilegio.
¿A cuántas personas que trabajan por cuenta ajena les gustaría poder decidir sobre aspectos de su empresa, no?
Para nosotros es un lujo. Ver cómo una propuesta tuya se concreta, cómo toma forma, resulta muy motivador. Es un círculo positivo: te implicas más, el trabajo mejora y eso se nota en todo —en el alumnado, en las familias o en el ambiente del centro—. Ese pequeño matiz de que el trabajador es también socio repercute de forma exponencial en todo lo demás.
¿Cómo se toman esas decisiones estratégicas o educativas?
De manera democrática, a través de los órganos de gobierno de la cooperativa: la Asamblea y el Consejo Rector. En la Asamblea participamos todos los socios, con voz y voto. Eso genera un compromiso colectivo muy fuerte, porque todas las decisiones son compartidas y debatidas. El Consejo Rector representa a la Asamblea y vela por el funcionamiento general, pero el espíritu es siempre participativo.
¿Qué aporta el modelo cooperativo a la sostenibilidad del proyecto educativo?
Nos da una gran capacidad de adaptación, y eso se traduce en sostenibilidad a largo plazo. Las cooperativas, en general, se mantienen más tiempo que otros tipos de empresas, y eso también ocurre en educación. Este modelo cooperativo educativo demuestra que funciona y que es una opción sólida. Además, el cooperativismo fomenta una cultura en la que las personas y los valores están en el centro. Cuando en una escuela colocas a las personas y sus valores como eje, y lo unes a la educación, el proyecto pedagógico evoluciona. Cambia la forma de entender la enseñanza. Por eso, creo que si un centro educativo se plantea transformarse en cooperativa, la experiencia siempre va a ser positiva. Si los valores propios del colegio encajan con los principios cooperativos —la participación, la democracia, la solidaridad—, el modelo permite alinearlos con la manera de trabajar. Y eso no ocurre en todos los colegios.
En un contexto de crisis demográfica que afecta a muchos centros educativos, el Liceo Monjardín afronta el futuro apoyándose en esos valores. “Estamos obligados a fomentar el cooperativismo”, afirma su director. “Y creemos que esos valores —la cooperación, la acción democrática, la sostenibilidad— tienen futuro. Son compartidos por la mayoría de la sociedad. Nosotros tenemos la oportunidad de transmitirlos desde la educación”.
De Ursulinas a cooperativa, el Liceo Monjardín ha demostrado que otra forma de gestionar la enseñanza es posible: más participativa, más humana y más libre. Un modelo que enseña tanto dentro como fuera del aula que cooperar también es educar.