Franco Foda creció con un nombre poco vulgar en Maguncia (Alemania), donde nació en 1966. Su padre era italiano, concretamente de Venecia, y ya se sabe que los transalpinos tienen un orgullo patrio muy especial; así que le llamó Franco. En Maguncia, Johannes Gutenberg inventó la imprenta. Primero, Franco fue un chico al que le gustaba el fútbol, después se enroló en las divisiones inferiores del Kaiserlautern, situado a 80 kilómetros de su ciudad natal, y acabó saboreando el sueño del profesionalismo. Debutó en la 83/84. Se retiró 18 campañas después, tras haberse ganado las habichuelas en su equipo de formación (en dos etapas), Arminia Bielefeld, Saarbrücken, Bayer Leverkusen, Stuttgart, Basilea y Sturm Graz. Por entonces, el estadio del conjunto austríaco se llamaba Arnold Schwarzenegger, en honor al actor de Terminator, Depredador, Poli de guardería y Los gemelos golpean dos veces.

Foda acabó su etapa como defensa y se quedó en el staff técnico del equipo de Graz. Fue el segundo de Ivica Osim, que llevaba ocho años en el cargo, y en dos meses se hizo con las riendas del bloque. La siguiente campaña se fue al filial, donde permaneció hasta 2006. La directiva le volvió a contratar para gobernar el primer equipo. Allí estuvo seis años hasta que dio el salto al Kaiserlautern de nuevo. Duró doce meses. Después, regresó a Graz desde 2014 hasta dar el salto a la selección de Austria en 2017.

Franco Foda es alemán, entrena a Austria y tiene dos hijos también futbolistas: Marco y Sandro, que no han jugado fuera de territorio austríaco y también son teutones de nacimiento. No hay nada más italiano que el orgullo de la diáspora. Que se lo digan a su padre. Para un veneciano no hay nada más imponente que su ciudad, una joya entre canales. Todo lo demás son simplemente 'lugares'. Para un veneciano no hay nada más mundano que esos miles de kilómetros de cemento y polvo que hay más allá del Puente de la Libertad.

Quizás por sus raíces familiares, Foda optó en los dos primeros partidos de la Eurocopa por un alma costumbrista y de corte defensivo, para desmelenarse ante Ucrania, donde conquistaron su primer pase a la fase de cruces en la Eurocopa de su historia. El 0-1 frente a los de Shevchenko supuso una ruptura con el díptico inicial, pese a que vencieron 3-1 a Macedonia del Norte y la derrota por 2-0 ante Países Bajos. En Austria luce David Alaba -y a regañadientes, gracias, sobre todo, a la crema mediática que da un fichaje por el Real Madrid más que a las dos asistencias que ha logrado en lo que va de torneo- y Marko Arnautovic, un delantero veterano con la mecha corta y la lengua larga. Les sirvió para ocupar el segundo puesto de su grupo. Y Foda se cruza este sábado con sus antepasados en Wembley, Londres, a partir de las 21.00 horas. Valentino Lazaro, otro austríaco con nombre italiano, es baja y todo apunta a que el técnico optará por Grillitsch en el pivote y así liberar a Alaba.

Tampoco hay nada más italiano que el catenaccio, pero Roberto Mancini ha cambiado el signo del destino. Italia era antes del Mundial de 2018 el Guido Anselmi de Marcello Mastroiani en Ocho y Medio, donde Federico Fellini hablaba de la vida y la falta de inspiración con una magnífica partitura de Nino Rota. Ahora, es pura vitalidad. Tiene un ramillete de jugadores de fantasía y en su historial se acumulan 30 partidos sin perder y once victorias consecutivas y sin encajar gol. Su última derrota fue en septiembre de 2018 ante Portugal (1-0), una vez pasado el trance de ver la Copa del Mundo desde casa. Pero entre todos destaca la alegre anarquía de Lorenzo Insigne, un valor del fútbol de plaza, creatividad y disparos entre dos paquetes de tabaco en un parque de Nápoles. Su sociedad con Ciro Immobile, otro napolitano con mirada hambrienta, y Domenico Berardi, un delantero más sureño que los sureños, descubierto por el Sassuolo en un partidillo entre colegas, aporta movilidad a la delantera azzurra. Nicolo Barella es el toque; Marco Verratti, duda, la técnica; Leonardo Spinazzola, la flecha; Jorginho, el equilibrio; Manuel Locatelli, la fuerza; Gianluigi Donarumma, el muro; y Giorgio Chiellini -juega Acerbi- y Leonardo Bonucci... Bueno, estos dos son otra cosa: socios y sabuesos.

No hay nada menos italiano que ganar dos partidos por 3-0, ante Turquía y Suiza, pues era la primera vez que lo hacía en una fase final de una Eurocopa. Tampoco ser favorito al título por su pose de apisonadora: tumbaron a Gales en el tercero (1-0). Los tres choques de la primera fase fueron en la mágnética Roma. Franco Foda se enfrenta a la gran belleza. Ni Italia ni Austria pudieron entrenar este viernes en Wembley.

APERTURA EN ÁMSTERDAM

El momento de la verdad de la Eurocopa de 2020 comienza este sábado en el Johan Cruyff Arena de Ámsterdam, a partir de las 18.00 horas. Dinamarca y Gales abren la ronda de los octavos de final en una eliminatoria de perfil bajo, quizás la más modesta junto al Suecia-Ucrania del martes.

Los daneses sobrevivieron al susto del paro cardíaco de Eriksen y las dos derrotas iniciales ante Finlandia (0-1) y Bélgica (1-2). Fueron terceros de su grupo tras noquear a Rusia (1-4). El centrocampista de la Sampdoria Mikkel Damsgaard es la estrella del equipo dirigido por Kasper Hjulmand, que es el que más tira a portería de toda la competición (61) y el quinto con más posesión (57,3%).

Gareth Bale y Ramsey lideran a Gales, un bloque disciplinado y áspero que ya saboreó las semifinales en la Eurocopa de Francia. Les apeó Portugal, campeones a la postre.