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Zariquiegui: el hombre que revolucionó el arbitraje

El asturiano Mejuto González igualará la semana que viene el récord histórico de partidos arbitrados en Primera División. Hasta ahora, la marca de 248 encuentros es propiedad del navarro Daniel Zariquiegui. Su carisma aún sigue latente 10 años después de su muerte.

Zariquiegui: el hombre que revolucionó el arbitraje

cUENTAN que cuando Daniel Zariquiegui iba a pitar al Bernabéu en los años 60, el colegiado pamplonés discutía mucho con Pirri. No por un lance del juego, ni por una decisión polémica. Ambos entrecruzaban algunas palabras en tono de broma al acabar el encuentro. El tema de conversación no era otro que el tamaño de sus orejas, del que ambos no dudaban en presumir.

A Zariquiegui muchos le recuerdan por eso, porque tenía las orejas grandes. Pero su nombre viene a la mente, más que nada, por su longeva y dilatada trayectoria como colegiado. Tanto es así que arbitró 248 encuentros en la máxima categoría del fútbol nacional. El récord absoluto de un trencilla en la competición liguera. Su marca no la ha superado nadie por el momento. Pero Mejuto González la va a igualar. Le queda un solo partido para hacerlo. Con el colegiado asturiano a punto de entrar en la historia del arbitraje, el hecho de alcanzar esa cifra ha hecho que se recuerde todavía más la figura del mítico ex árbitro navarro. El domingo 18 se cumplen diez años del fallecimiento del máximo exponente del arbitraje en la Comunidad Foral. Daniel Zariquiegui Izco, sin embargo, fue mucho más que un simple colegiado.

Su personalidad, socarrona y rebosante de buen humor, era quizá algo poco usual en el mundillo de los árbitros. Hasta que llegó él. Son muchos los que dicen que cambió por completo la manera de pitar y la de actuar en el gremio. Incluso se reivindicó en el aspecto de la vestimenta, quitándose por primera vez la chaquetilla negra para cambiarla por la camiseta o el jersey que se asemeja a los de hoy en día. Alfonso Condón Úriz, ex arbitro navarro de Primera División, dijo el día de su deceso que Zariquiegui fue un revolucionario. "Fue el primero en dialogar con los jugadores, en llamarles por su nombre, en tener un trato llano, en desmitificar la figura del árbitro. Pero a la hora de aplicar el reglamento era intachable, muy estricto".

carrera exitosa

De Tercera a Primera en 4 años

Esa profesionalidad y tenacidad la aplicó en su trabajo hasta el punto de vivir una meteórica ascensión en el rango de colegiados. Debutó como profesional en 1944. En apenas cuatro años, cambió los campos de Tercera por los de Primera División. Y nada más aterrizar en la liga de los buenos se convirtió en árbitro internacional. "Era un tío fenómeno, no me sorprende que se haya tardado tanto en superar su récord". Con estos halagos se expresa Enrique Pérez Pachín, ex jugador de Osasuna y Real Madrid y posteriormente entrenador del club rojillo en la temporada 1976-1977. "Le conocí en los dos terrenos, en el de juego y en el del club, porque cuando entrené en Pamplona, él era delegado".

Para Pachín, el recuerdo es bueno en ambos casos. Como árbitro, experimentó su personalidad característica en el césped. La de un hombre cercano y afable con los jugadores. Accesible y nada engreído. "Podías discutir con él una jugada con la que no estabas de acuerdo. Con otros árbitros, aquello era impensable en esa época, porque enseguida se te comían, te sancionaban y te tenías que callar". Pero con Zariquiegui el panorama cambiaba. Le gustaba entenderse con el futbolista, en lugar de aplastarle con el peso de su autoridad, como era costumbre hasta los años 50. "Venía, se reía un poco y te daba explicaciones de porque había tomado la decisión. Era estricto, como todos, pero, al contrario que otros muchos, era amigo de los jugadores", relata el ex futbolista madridista. Zariquiegui era tan conocido y apreciado entre técnicos y futbolistas, que figuraba en la lista de colegiados que tofos los equipos querían para sus partidos. Algo que hoy, en la mayoría de ocasiones, parece algo inusual.

Él, en cambio, se ganó respeto y admiración por su profesionalidad y sus buenas maneras. El carácter que mostraba en el campo rozaba a veces la socarronería, algo que los futbolistas recuerdan con mucho cariño. "Te podía sorprender en medio de un encuentro", recuerda Pachín. "A lo mejor te quejabas, se acercaba y te vacilaba un poco. Te decía: "No sé por qué me juzgas tanto. ¿Pero tú has visto cómo juegas?". Te desconcertaba un poco, pero al final hasta lo pasabas bien con él", asegura.

Pese a su éxito y caché en España, no tuvo un protagonismo tan importante en Europa. Desde su designación como árbitro internacional en septiembre de 1951, apenas salió en 12 ocasiones arbitrar fuera de las fronteras españolas. Actuó de colegiado en 6 encuentros de la Copa de Ferias y otros tantos de la Liga de Campeones. No sólo eso.

Los récords e hitos parecen asociarse a él cada vez que se rememoran sus estadísticas. Zariquiegui tiene el honor de ser el primer trencilla español que dirigió un choque en lo que entonces era la Unión Soviética. Traspasó las barreras ideológicas que imponía la dictadura de Franco y viajó a Moscú en plena crisis diplomática. El Torpedo de Moscú se midió al Inter de Milán con un colegiado pamplonés como árbitro. Ahí es nada.

Osasuna

Un delegado carismático

No obstante, su proyección internacional no fue mucho más allá. El vizcaíno Ortiz de Mendibil le superó en número de compromisos internacionales arbitrados. Además, Zariquiegui no acudió como colegiado a ningún Mundial. Pudo hacerlo en 1966, en que ganó Inglaterra con Bobby Charlton como profeta en su tierra. Pero no pudo ser.

"Es quizá la única espinita que se le quedó clavada. Siempre nos lo contaba", afirma Fermín Zariquiegui, uno de sus seis hijos. A ellos y a su esposa les veía poco. En aquellos años los viajes suponían una inversión de tiempo descomunal. "Se perdió 3 de los 6 partos de mi madre, porque estaba volviendo de alguna ciudad o yendo a otra", dice Fermín. Él, como ninguno de sus hermanos y hermanas, se dedicó al arbitraje. "No nos llamaba nada la atención, así que no seguimos la saga familiar", dice riendo. Fermín apenas recuerda nada de los años en los que su padre fue colegiado, porque cuando colgó el silbato, él apenas tenía 2 años.

En cambio, sí que experimentó la segunda etapa de su padre como hombre de fútbol. Porque, tras su retirada del arbitraje, se dedicó a su otra pasión. A Osasuna. Para Daniel Zariquiegui, Osasuna era su vida. Al menos eso dicen todos los que le conocieron. En 1970, nada más dejar de pitar, se incorporó a la directiva del club rojillo, poco antes de que Fermín Ezcurra fuese elegido presidente. Éste confió en él. Le mantuvo en el club porque era consciente de la importancia de su presencia.

Tenía amistades, conocidos. Y muchos. Era un directivo de prestigio a la hora de realizar viajes fuera de Pamplona con el club. Una especie de embajador de lujo. "Muchos le tildaban de madridista, pero él siempre decía que eso era imposible, que hasta el Madrid le había recusado alguna vez", asegura su hijo Fermín. Lo cierto es que todo el respeto que se había ganado como árbitro continuó en su faceta de directivo. Pedro Mari Zabalza le pidió a Fermín Ezcurra que designase a Zariquiegui como delegado permanente del equipo. El hombre que siempre viajaría con el equipo cada vez que hubiese que jugar fuera.

Dicho y hecho. Ezcurra siguió el consejo de Zabalza. Éste, cuando Zariquiegui murió en octubre de 1999, destacó su humanidad. "Sabía ganarse la confianza de los jugadores, y todos nos sentíamos muy arropados en esa situación", añade el ex jugador y entrenador osasunista, quien fue, antes que nada, un gran amigo de Zariquiegui.

Solucionaba problemas con eficacia y se enfrentaba a las situaciones con naturalidad. El peor episodio de su trayectoria como delegado ocurrió en la temporada 1988-1989. Socorro Martínez arbitraba el Osasuna-Real Madrid. Uno de los más tensos que se recuerdan. A Buyo, meta merengue, le empezaron a caer petardos desde la grada del viejo Sadar. Y el colegiado, desbordado por la situación, se vio obligado a suspender el encuentro. Los más radicales creyeron que la decisión fue exclusiva de Zariquiegui y se le echaron encima. "Recibimos incluso llamadas amenazantes a casa", recuerda su hijo.

En la campaña 1994-1995, Zariquiegui abandonó el cargo de delegado por motivos de salud. Con su marcha, desapareció del club una figura muy emblemática. "Era muy querido y amaba a Osasuna. Siempre le recordaré por eso, como recuerdo a Osasuna en gran parte por él, por su figura dentro del equipo. De verdad que le queríamos mucho", insiste Pachín, con tono nostálgico. La familia osasunista y del deporte navarro le despidió en 1999 como a los grandes. Había recibido sendos reconocimientos del Gobierno de Navarra -Mención Honorífica en 1995- y de la Delegación Nacional de Deportes -Medalla de plata al Mérito Deportivo en 1971- . El destino, caprichoso, quiso también que su despedida del arbitraje, en mayo de 1970, fuese un Real Madrid-Barcelona. Un clásico, en competición copera. Un encuentro entre grandes. Al fin y al cabo, como lo que él fue.