El crecimiento de cada futbolista es un proceso singular. La edad, la marcha del equipo, el criterio de los entrenadores, la competencia en la caseta, son solo algunos de los factores que van modelando una carrera. Desde su captación a la edad de 15 años, ahora tiene 22, el Athletic veía en Oihan Sancet un proyecto de jugador diferencial. Acaba de iniciar su cuarta temporada en el primer equipo y, pese a que sea cierto que ha ido dejando muestras de su enorme potencial, todavía no cabe hablar de un valor consolidado. Su progresión es palpable, pero le sigue faltando un trecho para adquirir el nivel de regularidad deseable en alguien que empieza a ser asiduo en las alineaciones. Los problemas físicos tampoco le han ayudado, pero se confía en que durante el vigente curso se convierta en la realidad que los responsables de Lezama vienen vaticinando desde que se mudase de Iruñea a Bilbao.

Entre las cuestiones que habrían condicionado su trayectoria conviene apuntar la función que le han encomendado los técnicos. No siempre ha ocupado la demarcación que le ha reservado Ernesto Valverde, con quien ejerce de interior, y que no le es desconocida de su etapa en categorías inferiores. Cuando subió al filial avanzó más su posición, se supone que en la idea de explotar las cualidades que atesora para generar peligro: llegada al área, último pase y remate. En su ficha se lee que jamás ha sobresalido por sus dotes goleadoras y con Gaizka Garitano se estrenó en la élite como media punta, por detrás del ariete y conectado al centro del campo.

Marcelino García estimó que su colocación idónea era aún más arriba y en el estricto 4-4-2 que impuso, a Sancet le tocó hacer de segundo delantero, lo que le abocaba a recibir de espaldas a portería para activarse. Se las arregló gracias a su repertorio técnico, formando dúo con Iñaki Williams o Raúl García, pero no se le veía del todo cómodo. Además, el equipo perdía la posibilidad de que sumase en la creación, en la distribución, que condujese con metros por delante, una de sus armas más efectivas. Su participación se resentía por falta de suministro y porque no era el rol que más le favorece.

Valverde lo ha visto de otra manera y le asigna un puesto que le devuelve a sus orígenes, tal como ha subrayado ante la prensa. Ahora, Sancet se integra en un sistema de tres elementos que se escalonan por la franja central, no siendo él ni el más retrasado ni el más avanzado. Compartir línea con Iker Munian, cuya vocación ofensiva es evidente, obliga a Sancet ha realizar más esfuerzos en la faceta defensiva, a recorrer más metros hacia una y otra portería. Porque además del desgaste sin balón, se le exige que aparezca en el último tercio y desequilibre.

Más trabajo, despliegue y sacrificio. Un reto para el que en principio está dotado, pero que requerirá un período de adaptación. No es igual hacer de todo, ser un centrocampista completo, entre chavales que prometen o en Primera. Y en esas se halla Sancet, en plena evolución mientras goza de la confianza de un Valverde que no ha dudado en alinearle en las seis jornadas celebradas. En ninguna ha disputado los 90 minutos y en la mitad ha sido el primer sustituido.

Aquí sí que no hay novedad. La estadística de Sancet al respecto es demoledora: suma 84 partidos, de ellos 47 de inicio y únicamente asoma uno completo, que merece la pena reseñar: ante el Huesca en mayo de 2021. Casualidad no será, tal vez el fortalecimiento del físico constituya una de las pocas asignaturas a superar por un futbolista capacitado para ejecutar con pasmosa facilidad toda suerte de acciones con balón. Que pudiendo, por calidad, caer en la tentación del lucimiento personal prefiere jugar para los compañeros, que no es egoísta, que comprende que el asunto va de asociarse.

Sin duda, Sancet reúne cuanto se necesita para erigirse en esa pieza que llama la atención en una plantilla. Su estilo resulta cautivador, atractivo para el aficionado, consciente de que puede esperar de él cualquier ocurrencia, decisiones imaginativas, exquisiteces que no son meros adornos sino soluciones prácticas. En este sentido, por clase y fisonomía, recuerda a flacos ilustres que han desfilado por San Mamés: los Ander Iturraspe, Fran Yeste o, yendo más atrás, Manolo Sarabia. Tipos expuestos a concentrar filias y fobias en el entorno, pero de una categoría futbolística al margen de toda disquisición. A falta de la confirmación definitiva, que en gran medida está en su mano y debería plasmarse más pronto que tarde, Oihan Sancet surge como el siguiente eslabón de esa cadena de peloteros brillantes, especiales.