Podemos entender y hasta aplaudir –por respeto a ese colectivo– que la selección femenina de fútbol sea dirigida por una entrenadora española, del mismo modo que se ha hecho siempre en la selección masculina (con la única excepción del inglés Fred Pentland allá por 1929, sin contar a nacionalizados como Kubala o Santamaría).
Pero tiene cierto aire a ocasión perdida que el cambio de la polémica Montse Tomé –que aplaudió el famoso discurso de Luis Rubiales– haya sido por Sonia Bermúdez –que estaba sentada aquel día junto a ella y también lo aplaudió–. ¿De verdad no hay más buenas entrenadoras en España para escenificar un borrón y cuenta nueva, un punto y aparte que cierre todo ese indigno capítulo, para que la selección se centre en lo que debe sin brumas alrededor? Desmarcarse de todo aquello será la primera misión de Sonia Bermúdez. Ojalá lo consiga.