Es habitual en los grandes partidos televisados que los jugadores salgan al campo de la mano de niños y niñas. Supongo que esta costumbre pretende dulcificar el juego y darle un comienzo amable. Los profesionales, a veces, llevan al niño de manera distraída concentrados en lo que les espera y limitándose a cumplir un trámite más.

Por eso me llamó la atención hace unos pocos días en los prolegómenos de un partido de competición internacional ver como una gran estrella, de talla mundial, bajaba su cabeza acercando el oído a uno de los niños para escucharle sonriéndole de manera cariñosa. Algo tan nimio, tan insignificante, me resultó entrañable y me retrató a una buena persona.

Estoy convencido de que los buenos gestos, la amabilidad, nos hace a todos más agradable la existencia. El buen trato por parte de un dependiente, un sanitario, un docente, el conductor de la villavesa, facilita un mundo mucho más digno de vivirse.

El fútbol televisivo, y también el más modesto, están obligado a cultivar el fair play. Los jugadores tienen que ser conscientes de la importancia enorme de sus gestos. Basta con presenciar un partido de niños de siete u ocho años para darse cuenta de hasta qué punto los gestos de sus ídolos son reproducidos milimétricamente. Los buenos y, desgraciadamente, los malos.

No vale invocar la libertad de hacer cada uno lo que buenamente le parezca. En la retribución, nada desdeñable, de las estrellas del fútbol se debe incluir la responsabilidad que contraen dentro de la formación de los niños y niñas que los miran con admiración y que literalmente “quieren ser como ellos”.

Ser modelo tiene sus servidumbres y nuestro juego no puede aceptar que sus protagonistas trasmitan, a los que son su futuro, una gestualidad plagada de malos modos y hasta de chulerías. Tampoco deberían ser ajenos a esta idea los que en las gradas dirigen canticos y coreografías, de escaso buen gusto, que son coreados por los jovencitos.

Me asalta la duda de si todo esto que escribo tendrá alguna mínima utilidad, si no será predicar en el desierto en frente de la enorme fuerza de tanta barbarie como contemplamos continuamente, pero bueno, no sería tan inútil lo de aquel Bautista que predicaba también en el desierto cuando acabó costándole la cabeza, pero esa es otra historia.

*Formación del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol.