NO sabe uno si reír o llorar cien mares cuando lee que las autonomías gobernadas por el PP (en la mayor parte de los casos, junto a Vox) anuncian una guerra contra la condonación de la deuda a Catalunya que le ha rascado ERC al necesitado PSOE, o más concretamente, a Pedro Sánchez.

Se entiende la bulla por la bulla y las ganas de montar el cirio al rojoseparatismo rampante, pero los mandarines de las comunidades presuntamente agraviadas muestran una hipocresía entreverada de cinismo de talla XXL. O, en términos más coloquiales, un morro que se lo pisan. Digamos para empezar que, si es cierto lo que se ha publicado, en lugar de despotricar, lo que deberían hacer es acudir en procesión a besar los pies de Oriol Junqueras.

Resulta que el acuerdo con los republicanos no solo es de aplicación en las pecaminosas tierras de la senyera, sino que beneficiará a todas las comunidades que arrastran pufos que, en no pocos casos, son de escándalo. Solo hay tres excepciones que no recibirán el alivio de papá estado por una razón tan simple como que no tienen ni un céntimo de euro de deuda La primera es Madrid, beneficiada por la capitalidad, que le aporta un pastizal de ingresos.

Y las otras dos que están al día son, menuda casualidad, las que por narices no se pillan los dedos porque tienen un sistema fiscal propio y si palman, no pueden pedir sopitas a las arcas comunes del reino de España. Hablo, como han adivinado, de las demarcaciones foral y autonómica de Euskal Herria.

Manda muchas narices que, siendo eso así, tengamos que pasar por egoístas y privilegiados, cuando el privilegio es poder derrochar a espuertas sabiendo que los cañones corren a cargo de la administración central. Lo pistonudo es que los que más nos señalan con el dedo tiñoso son los más manirrotos. Deberían taparse un poco, pero no lo harán.