Durante mucho tiempo, en las carreteras españolas morían entre 100 y 120 ciclistas al año, más o menos uno cada 3 días. Era una época en la que los muertos en accidente de tráfico rondaban los 4.000, y el ciclismo aportaba un duro tributo a esa estremecedora cifra. Con la implantación del carné de puntos y el resto de medidas para acabar con esas cifras tercermundistas, han descendido los accidentes de tráfico mortales, incluidos los de los ciclistas, aunque en 2009, último año con datos disponibles, fueron 43, contabilizando sólo los fallecidos antes de las 24 horas siguientes a sus accidentes.
En febrero de 2001, en los años de mayor siniestralidad en las carreteras, dos ciclistas de Barakaldo de 26 años, los gemelos Ricardo y Javier Otxoa, del Kelme, se entrenaban por las carreteras de Málaga, donde tenían una casa, en vísperas de participar en la Vuelta a Andalucía. A las 4 de la tarde, un Volvo conducido por Sebastián Fernández López, director general de Deportes de la Universidad de Málaga, arrolló a ambos, matando a Ricardo en el acto y dejando a Javier en estado crítico. Javier salvó la vida, pero sufrió una parálisis cerebral irreversible.
El mazazo en el mundillo del ciclismo fue tremendo, y no sólo en su equipo, el Kelme. Por ejemplo, el navarro Manolo Azcona, director de Ricardo en el Tegui aficionado navarro en 1999, comentaba: "Era un chaval fenomenal. Estoy consternado". Pero, por supuesto, el golpe más duro se lo llevó la familia, con el agravante, habitual en este país, de que el juicio contra Sebastián Fernández se fue alejando en el tiempo, hasta el punto de que Ricardo Otxoa, padre de los ciclistas, comentaba cinco años después: "Me siento olvidado y humillado como ciudadano y como padre.
El juicio se celebró finalmente en marzo de 2006 y, por fortuna, no coló la argumentación de Sebastián Fernández de que los ciclistas habían invadido su carril. En la sentencia, la aseguradora del vehículo se llevó la peor parte, al tener que abonar 1.574.962 euros a Javier, y 363.768 a los padres de los hermanos Otxoa . A Sebastián Fernández, por matar a un ciclista y dejar a otro discapacitado para siempre, se le condenó por una falta de homicidio por imprudencia leve y otra falta de lesiones por imprudencia leve, a una multa de 1.800 euros (60 días a razón de 30 euros diarios) y la retirada del permiso de conducir durante un año. Un homicidio barato.
Al menos, Javier Otxoa, que tenía por delante una prometedora carrera como ciclista el año anterior había ganado en la cima de Hautacam en el Tour, logró rehacer su vida, convirtiéndose en uno de los mejores ciclistas paralímpicos del mundo, algo que demostró con un oro y una plata en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004.
EL JUICIO
El conductor. Sebastián Fernández dijo en el juicio que iba sólo a 60 kilómetros por hora y que Ricardo Otxoa invadió repentinamente su carril. El día del accidente dio negativo en el control de alcoholemia y no se pudo acreditar tampoco exceso de velocidad.
La Guardia Civil. Los peritos de la Guardia Civil testificaron que, a tenor del frenazo en la calzada, el conductor se distrajo y dirigió su vehículo hacia los ciclistas, invadiendo el arcén.
Javier Otxoa. En calidad de testigo, aseguró en un comunicado estar "hundido en la muerte, pero vivo tras vivir un calvario tanto físico como mental".