¿Cómo es la vida de un deportista a la sombra de un mito? ¿Cómo era la de un ciclista en los tiempos de Merckx, la de un tenista en la de Federer y Nadal, la de un atleta velocista en estos tiempos de Usain Bolt...? A Ladis Galarza le tocó vivir y padecer el dominio de Retegi II, el pelotari de las once txapelas en el Manomanista, cinco en el Parejas y cuatro en el Cuatro y Medio. Como para frustarse de por vida.
El zaguero de Baráibar nacido en 1960 y profesional desde 1979 llevaba camino de aparecer en el Libro Guinness de los Récords por la cantidad de finales perdidas. En 1991 acumulaba ya nueve: cuatro en el Manomanista, tres en el Parejas y dos en el Cuatro y Medio. Y la décima parecía que estaba al caer, a tenor de las apuestas a favor de su eterno rival. Pero aquel 28 de abril de 1991, Ladis Galarza se rebeló.
Julián Retegi se vio sorprendido por la salida en tromba de un rival dominador en el golpe, ante el que ni su excepcional defensa de volea era suficiente. Galarza llegó con 9-2 a su favor al Angelus el paréntesis de las 12 de la mañana de las finales de antaño y, aunque Julián Retegi reaccionó igualando el partido a 11, Galarza se olvidó de sus típicas pájaras y respondió, según cuentan las crónicas, "con sabiduría, potencia y habilidad": 11-11, 21-11, 21-15 y 22-15. "Este es el día más grande de mi vida, lo más grande que me ha pasado desde que estoy en la pelota.
Nunca me he presentado en el Manomanista para lograr buenos puestos, sino para ser campeón", comentaba después Galarza, consciente de haber acabado por fin con el maleficio, de haberse subido por una vez (y lo lograría también al año siguiente) a las barbas del mito con el que le tocó compartir época.