estambul. Las protestas antigubernamentales en Turquía, que ya han dejado dos manifestantes y un policía muertos y más de 5.000 heridos, tuvieron ayer un episodio más en la plaza Taksim, epicentro del descontento ciudadano desde el 1 de junio, donde la violencia fue, de nuevo, la protagonista.
El día comenzó con la entrada de la Policía en la plaza para desalojarla, algo que se contradecía con la promesa de Erdogan de negociar las reivindicaciones de quienes ocupan la plaza y el cercano parque Gezi. La policía aseguró que no iba a desalojar la acampada de protesta del adyacente parque Gezi, sino únicamente limpiar Taksim y sus aledaños de pancartas. Aunque los agentes consiguieron descolgar las pancartas del monumento central, centenares de personas congregadas en el resto de la plaza, elevaron nuevas barricadas y encararon a los agentes, en la mayoría de los casos de manera pacífica.
La tensión fue subiendo y degeneró en seis horas enfrentamientos con grupos de manifestantes, con el uso masivo de gases lacrimógenos y cañones de agua por parte de las fuerzas policiales, y el lanzamiento de piedras, adoquines y cócteles incendiarios por parte de manifestantes. Los ocupantes de Taksim se han pronunciado mayoritariamente en contra del uso de medios violentos, y algunos manifestaron su convicción de que los incidentes eran una "escenificación" provocada por policías infiltrados vestidos de civiles, que lanzaban botellas inflamables, dando una excusa para la respuesta policial. Esta preocupación se reunía en Twitter con la etiqueta de "Teatro Policial".
La plaza, finalmente desalojada, quedó al mediodía en paz. Cientos de policías descansaban a la sombra de una docena de blindados. Los manifestantes, por su parte, hacían sentadas ante los vehículos. Pero Taksim volvió a ser ocupada por la tarde cuando numerosos ciudadanos, tras concluir su horario laboral, se acercaron a la plaza para mostrar su respaldo a quienes la ocupan. La Plataforma de Solidaridad con Taksim convocó a todos los que apoyan las protestas antigubernamentales a acudir de nuevo a la zona verde y a la plaza, al insistieron en que las autoridades no han satisfecho aún ninguna de sus demandas, entre otras asegurar que el parque será respetado, la liberación de los detenidos en las dos semanas de protestas y el cese de los responsables de la violencia policial. Ademas, vecinos de otros barrios de Estambul se unieron con caceroladas en una señal de apoyo a los manifestantes, gesto habitual durante la última semana junto a apagar y encender repetidamente las luces de las casas durante la noche.
El alcalde de Estambul, Huseyin Avni Mutlu, advirtió de que la Policía mantendrá "día y noche" su ofensiva sobre la plaza hasta que logre expulsar a los manifestantes. El despliegue alcanzó también brevemente al parque Gezi, por cuya destrucción comenzaron a protestar los manifestantes, aunque los agentes han terminado retrocediendo y esa zona no se ha visto tan afectada por la violencia. Con esta nueva actuación, lejos de calmar los ánimos ante lo que parece ya una imparable ola de protestas, el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, sigue aumentando la tensión.
erdogan insiste Rasit Kaya, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Técnica de Medio Oriente en Ankara, explicó que el primer ministro parece intentar consolidar a su electorado a corto y mediano plazo. "Al aumentar la tensión, (Erdogan) está enviando un mensaje a sus seguidores. Está sintiendo que está perdiendo apoyo y está intentando decir a sus seguidores que si el pierde en estos tiempos críticos, entonces habrá caos en el país", analizó el experto. Otro analista, Selcuk Candansayar, recuerda que los símbolos usados por el primer ministro son "muy peligrosos".
"Dice que las mujeres islamistas están en peligro y abusadas en las calles, mientras que se bebe alcohol en las mezquitas y se queman banderas turcas. Todo indica que estas alegaciones no son verdad, pero él las sigue repitiendo", señaló. "La historia de este país está llena de ejemplos sobre cómo los enfrentamientos sobre estos símbolos pueden convertirse en baños de sangre", advirtió Candansayar.