Cuando lees que el récord de ascensión al Everest está en menos de 11 horas; que lo han coronado más de 9.000 personas; que el Mont Blanc (ida a pie y vuelta con esquís desde Chamonix) se ha subido en menos de 5 horas; que ya son 40 los alpinistas que han hollado las cimas de los 14 ochomiles; o que el récord de subirlos todos está en seis meses y seis días, empiezas a sospechar que al montañismo se le está quedando pequeño el mundo, y que cada vez le cuesta más encontrar retos atractivos y novedosos.

Como si la humanidad se hubiera pasado la pantalla de la Tierra en este juego de ir cada vez más lejos y más arriba. Confiamos en que –por variar– más pronto que tarde se acaben fijando en los sietemiles: hay más de 100 en el mundo y unos cuantos no tienen nada que envidiarle en dificultad a sus hermanos mayores. O eso o acabar yendo todos por senderos trillados, que es la antítesis de lo que anhela el montañero puro.