PAMPLONA. El reloj marcaba las 12:30 horas cuando la limusina descapotable de Kennedy, de camino a un multitudinario almuerzo en Dallas (Texas), giró hacia Dealey Plaza.
"Y de repente se escuchó 'pop'. Y después 'pop, pop'. Tres disparos. Y vi como la limusina casi se detenía por un momento y después se alejaba a toda velocidad", dijo a Efe Julian Read, que se encontraba en la caravana presidencial en calidad de portavoz del gobernador de Texas, John Connally, herido también en el tiroteo.
El país tuvo apenas una hora para la incertidumbre hasta que el portavoz de la Casa Blanca, Malcolm Kilduff, anunció desde una improvisada sala de prensa en el hospital Parkland Memorial la temida noticia: el presidente había muerto a las 13:00 horas.
Los esfuerzos de reanimación del jefe de cirugía del hospital, Ronald Jones, no bastaron para un cuerpo que sangraba mucho, había perdido masa cerebral y tenía disparos en la cabeza y el cuello.
"Probablemente estaba muerto desde el principio", recordó Jones esta semana en un acto con periodistas en Dallas.
Una de las frases más repetidas en este 50 aniversario, que congregará a más de 5.000 personas en un homenaje en Dallas y motivará decenas de actos en todo el país, es la de que "la televisión maduró ese día".
En efecto, muchos aún recuerdan el gesto solemne con el que el periodista Walter Cronkite se quitó las gruesas gafas de pasta antes de anunciar que el presidente había muerto "hace unos 38 minutos".
Durante los cuatro días siguientes, las tres grandes cadenas de televisión se convirtieron en un informativo constante, prendido día y noche en millones de hogares en Estados Unidos, que dos días más tarde pudo ver en directo el momento en que Jack Ruby disparó y mató al acusado de asesinar al presidente, Lee Harvey Oswald.
La muerte de Oswald eliminó toda posibilidad de un juicio, y la búsqueda de respuestas quedó en manos de un comité establecido por el nuevo presidente Lyndon B. Johnson, la Comisión Warren.
Su conclusión, la de que Oswald actuó solo para matar a Kennedy, fue aceptada por muchos y cuestionada durante décadas por tantos otros, incrédulos ante la posibilidad de que un joven inestable pudiera haber acabado con el presidente de Estados Unidos.
Un complot de la CIA, un plan del vicepresidente Johnson, una operación de la KGB y el régimen cubano de Fidel Castro o una venganza de la mafia son algunas de las teorías de la conspiración que hoy siguen en plena evolución, con nuevos libros que abordan el crimen con diferentes ángulos y evidencias.
"A día de hoy, tengo serias dudas de que Lee Harvey Oswald actuara solo", admitió el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, en una entrevista este mes con la cadena NBC.
El cubano Félix Rodríguez, un ex agente de la CIA, asegura que el propio hermano del presidente, Robert Kennedy, le confesó su propia teoría sobre la muerte poco después del suceso.
"Castro ordenó matar a Kennedy, porque en ello le iba la propia supervivencia", aseguró Rodríguez en una entrevista con Efe.
La mayoría de las teorías presentan a Oswald como un títere, pero hay quien, 50 años después, defiende incluso que él nunca apretó el gatillo. Uno de ellos es Buell Wesley Frazier, que el 22 de noviembre llevó en su coche al futuro acusado de asesinato al lugar de trabajo que compartían: el Depósito de Libros Escolares de Texas.
ASÍ LO RECUERDAN LOS NAVARROS Carmen Urrizola se enteró de la muerte de Kennedy gracias a la radio que había conseguido por vender jabón Lagarto. Tenía 31 años y trabajaba en la tienda de ultramarinos de su familia. La radio fue un obsequio por los pedidos que habían realizado desde el comercio, y Carmen Urrizola decidió llevarla consigo el 22 de noviembre de 1963 cuando salió de viaje hacia Baiona, donde tenía cita con un médico que iba a examinarle la espalda. El aparato dejó de oírse a la altura de Olagüe, pero ella siguió intentándolo. Al llegar a la frontera tuvo que explicar en la oficina de la aduana el origen el transistor, ya que en aquella época había que declarar cualquier objeto de cierto valor. Cuando salió de la consulta, ella y sus acompañantes supieron gracias al aparato que el presidente de los Estados Unidos había sido asesinado. "Había muchas esperanzas en su gobierno y lo sucedido fue una tragedia", recuerda Carmen, que fue enterándose con cuentagotas de los detalles del atentado. "Hoy en día se daría más información", añade.
Como ella, muchos pamploneses veteranos recuerdan con precisión dónde estaban y qué hacían cuando les llegó la noticia del asesinato de Kennedy. El cuarto de estar de una casa, el interior de un coche o el bar donde compartían unos vinos fueron algunos de los escenarios donde el magnicidio perpetrado al otro lado del Atlántico desató a la vez la sorpresa y la incertidumbre.
En la Casa de Misericordia, donde viven 555 personas, es relativamente fácil improvisar una tertulia con los recuerdos de unos y otros. Miguel Ángel Alústiza, que trabaja en el centro desde hace varias décadas, habla con nostalgia de la imagen de Kennedy. "Recuerdo que cuando me enteré de la noticia fue un golpe duro. Ver sus imágenes repetidas mil veces nos provocó algunas lágrimas". A su juicio, John Fitzgerald Kennedy era en aquel momento una gran esperanza: "Creó mucha, mucha ilusión en el mundo, y ver cómo le disparaban fue muy duro".
Conchita Esteras Garnica, de 81 años, recuerda perfectamente la impresión que le causó el acontecimiento. Serían alrededor de las 7 de la tarde y se encontraba dando una clase particular, cuando la pantalla de la televisión que había en la habitación reprodujo las imágenes del asesinato. "Se venía abajo el dios que tenía todo el mundo -explica-. Repercutió mucho, fue un impacto mundial". Para ella, los hechos no se correspondieron con la historia que se dio a conocer al mundo entero. "Nunca llegaremos a saber lo que realmente sucedió", asegura. Piensa que no fue una acción aislada de un francotirador, sino que todo estaba preparado. "Era una trama urdida de tal manera que no había forma de descubrir qué pasó. Nunca se sabrá la verdad".
Tampoco María Jesús Villabona ha olvidado el acontecimiento: "Aquel día estaba en casa con mi familia y pude ver las imágenes del asesinato en televisión". María Jesús destaca de Kennedy su fe, los proyectos que pretendía llevar a cabo y lo querido que era por la gente. Al igual que Carmen Urrizola, María Jesús cree que los medios de comunicación de entonces no informaron como se haría ahora. "Hoy en día hubiera habido mucha más información. Sin embargo -añade- no se sabe todo lo que pasó".
En 1963 el televisor era un electrodoméstico escaso. Pilar Larumbe era una de las afortunadas de tener uno en su domicilio de la Milagrosa, donde vivía con su marido y dos de sus hijos. Recuerda con claridad las imágenes que vio en la pequeña pantalla y el impacto que le causaron: "Su mujer estaba con él, me dio mucha pena porque parecía una persona muy cercana", explica.
En 1963 Luis Ruiz tenía 26 años y se había licenciado en Derecho en la Universidad de Navarra después de cursar buena parte de la carrera en la Cámara de Comptos. Trabajaba en una empresa de cerámicas de Sakana. El 22 de noviembre se encontraba tomando una cerveza en un bar de Ziordia, el pueblo en el que residía entonces. No disponía de televisión en casa, pero logró mantenerse informado escuchando la emisora clandestina Radio Andorra, y otras emisoras internacionales como Radio París y la BBC. En los días posteriores también estuvo atento a la prensa. Reconoce que sintió "una emoción fuerte" al conocer la noticia. Y recuerda la gran preocupación social que generó el magnicidio, y que se disipó pronto, con el pacífico nombramiento del vicepresidente. Cree que no hubo ningún homenaje a JFK en Navarra, pero él tiene clara su relevancia: "Lo presentaron como un dios, un héroe, alguien que no se ha vuelto a repetir en la historia. Había muchas esperanzas puestas en él. De JFK decían que cogía un libro, lo leía en una noche y lo recordaba perfectamente después. Era un fuera de serie completamente. Y un hombre de buena voluntad". Luis Ruiz piensa que fueron las envidias de sus colaboradores las que indujeron su trágico desenlace. "Esto demuestra que aquí nadie puede estar seguro", afirma. Y añade -sobre la resolución del caso- que las fuerzas políticas de un país influyen siempre en la comunicación de los hechos: "Nunca sabremos la verdad sobre el asesinato de JFK".
El suceso fue muy comentado en la Pamplona de la época, que esperó con incertidumbre a ver cómo se desenvolvían los acontecimientos. "La preocupación de la gente se pasó al ver la manera pacífica con la que nombraron al vicepresidente -cuenta Luis Ruiz-. Fue una emoción fuerte y ya está, la vida siguió". Luis compara el suceso con la muerte, diez años después, de Carrero Blanco. La reacción de la gente, dice, fue similar: "Hay gente que se alegró y otra que se entristeció".
Las biografías aún jóvenes de Miguel Ángel, Conchita, Carmen, María Jesús y Luis quedaron marcadas de algún modo aquel 22 de noviembre de 1963 por la bala que paró el corazón de Kennedy. La noticia les llegó por diferentes medios pero hoy, medio siglo después, admiten que todos tenían puestas sus esperanzas en Kennedy, que se presentaba como una figura única en el mundo. Todavía no lo han olvidado.